Razones para levantar la voz
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
Hay razones para levantar el tono, acentuando el timbre de las
palabras, y mucho más en el ámbito de una Europa basada en la sensatez, lo que
representa para los centros de enseñanza superior una fuente de oportunidades,
pero también de considerables desafíos. Precisamente, la Conferencia de
Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), lo viene haciendo desde el
inicio de la crisis, cuestión insistida en estos últimos años. Por tanto, me
parece un acto de justicia proclamar en viva voz la finalización de las medidas
excepcionales que afectan al estudio, a la actividad docente y a la
investigación, en suma a la libertad de pensamiento y a la igualdad de acceso.
Si en verdad queremos avanzar y abrirnos a la amplitud de la razón, y no a la
negación de su grandeza, tenemos que avivar la actividad docente y ser más
sensibles con los jóvenes que no tienen medios económicos para formarse. Desde
luego, no se pueden endurecer los requisitos académicos, los derechos laborales
y las expectativas profesionales de una juventud afanada en el conocimiento,
algo que, por otra parte, es propio del ser humano.
Fuertes razones, hacen fuertes acciones. Por consiguiente, bravo por
los Rectores de las Universidades Españolas por
reivindicar otra manera de hacer las cosas, por pedir que los recortes en
formación no los sufran quienes más necesitan de las ayudas, por hacerlo claro
y profundo. Sin duda, el incremento de los precios públicos de los grados, el
de los másteres, afecta a las posibilidades formativas de nuestros
universitarios, en un momento especialmente negativo para el empleo, que está
ocasionando verdaderas penurias en las familias. Me parece que ningún gobierno,
que se precie de democrático y social, puede truncar las esperanzas de la
juventud, el derecho a ser dinámicos y a poder explorar el maravilloso mundo de
la ciencia y el arte, de la sabiduría en definitiva. No tiene sentido producir tantos licenciados
científicos y técnicos y luego no prestarles atención alguna.
Los rectores piden que, ante las afirmaciones de una perspectiva de
mejoría económica en España, se supriman dichas medidas excepcionales, y dentro
de una gestión eficiente y austera, retornen a las Universidades el sentido de
las becas y ayudas como garantes de la equidad, volviendo la autonomía de
gestión de la actividad docente e investigadora a fluir en un marco de
criterios presupuestarios dignos. Téngase en cuenta, que no hay mejor inversión
para un país que la formación de sus jóvenes. Para ello, merece la pena
consensuar posturas, modernizar estructuras y funcionamiento, recuperar la
normalidad de la vida académica, docente e investigadora. Las limitaciones normativas han provocado que
las plantillas de profesores, investigadores y personal de administración y
servicios, trabajen en precario, lo que, indudablemente, dificulta la función
universitaria, docente, investigadora y de gestión.
Considero, pues, esencial que el gobierno español
priorice y estabilice los temas educativos. Centros universitarios o de
investigación no pueden ser víctima de políticas absurdas y necias. Es cuestión
de ética racional. El país difícilmente puede salir adelante si no rescata con
urgencia la enseñanza superior y el sistema I+D+i. La prosperidad del sistema
de ciencia y tecnología depende de los jóvenes investigadores que, por desgracia,
muchos se han tenido que ir a otros países en busca de un mayor reconocimiento.
Como ya en su momento denunció la Conferencia de Rectores de las Universidades
Españolas, lamentamos y reprobamos la descoordinación total entre gobiernos y
otras instituciones autonómicas y locales, que lo único que han generado es
desolación entre personas entusiasmadas. Con estos fatídicos recortes
presupuestarios, mientras siguen en abundancia los casos de corrupción y los
derroches, una vez más, perdemos el tren de la modernidad y el futuro bienestar
basado en la innovación y en el avance del conocimiento, se queda como el
cuento de la lechera, en decadencia y miseria. Así no se puede llevar a buen
puerto un país, llámese España o Mundo.
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