LAS HUELLAS DE LA VIDA

Por Raúl Román Román

Jesús Amaro Galeana “El Guajiro” Líder moral de la Noria

Fue bautizado como Jesús Amaro Galeana  y, cariñosamente, le decían “El Guajiro”, mote que le puso un familiar de don Beto Tena y de su esposa doña Fe, que a la vez fueron sus patrones en el cine “Atenas” de Petatlán, pueblo viejo y milagroso que fue la tierra que lo vio nacer. Siendo adolescente se incorporó a los trabajos de la exhibición de películas, oficio que aprendió muy bien, y que más tarde le serviría para conseguir el alimento de cada día.
Una vez independizado fue poco a poco enriqueciendo sus instrumentos y equipos de trabajo para trasladarse a Zihuatanejo dos veces por semana, donde alquilaba cualquier terreno baldío y lo adaptaba para exhibir sus películas, entreteniendo a la gente del puerto y de Agua de Correa, teniendo como regla que si por alguna circunstancia natural y/o social la función era interrumpida, con el título de “El Hacha”, volvía al día siguiente para acabar de pasar la película bajo el sugestivo nombre de “El regreso del hacha”; para esto, corría la década de los 50’s cuando decidió venirse a residir al puerto azuetense junto con su familia, y lo hizo rentando inicialmente un cuartito con doña Trini, ahí por la calle 5 de mayo casi esquina con Morelos, y más tarde, con doña Candelaria López, a un lado del puente de La Noria, de donde pasó a adquirir su primer terreno propio, de cincuenta metros, enfrente de lo que es el restaurante ”Puntarenas”.
 Para ese tiempo ya había formado una familia al lado de doña Ramona Valle, esposa trabajadora y tierna, con la cual procrearon a cuatro hijos: Guadalupe, Jesús Ramón, Judith y Jorge Alejandro, a quienes amaron con toda su alma y los cuidaron sobre todas las cosas y circunstancias.
 Una vez que dejó de exhibir sus películas decidió iniciar una serie de negocios desde el seno de su familia y, en las instalaciones de su casa, la cual pasó a ser definitivamente una humilde construcción, en el mero corazón de la Noria.
 Administró una tienda de abarrotes, organizó un comedor, expendió revistas y periódicos, promocionándolos, todos, con un equipo de sonido que recorría toda la población; ahí, abría a las cuatro de la mañana y llegaba a cerrar a las doce de la noche, sirviendo desayunos, comidas y cenas, principalmente a los pescadores que iban o regresaban de sus labores, esos “viejos lobos de mar” que igual le regalaban el pescado y con los que trabaron amistades entrañables y eternas.
 Conocido generalmente por “El Guajiro”, hizo grandes y respetados compadrazgos como con Jorge Allec, con doña Poli Ozuna, doña Luisa Avendaño, “La Negrita”, entre  infinidad de ellos; profundizó la amistad con el capi Jorge Bustos Aldana, con “Cerro Gordo”, Eric Fernández y con Amanda Reglado, siempre con su carácter dicharachero y alegre y al compás de sus canciones y silbidos, preparando las especialidades de la casa: la pancita, barbacoa y los tacos al pastor.
 Y bueno ¿por qué se convierte en unas huellas de la vida? ¡Qué bárbaro! . . . empezamos el recuento:
 “El Guajiro”, al ser miembro de la mesa directiva de la Escuela Primaria “Vicente Guerrero” participa en la gestión para fundar otro centro de estudios, como la escuela Primaria “José María Morelos y Pavón” de la colonia “Vicente Guerrero”; más tarde, promociona una escuela primaria, donde se encontraba la planta de luz de la población, ubicando a tres grupos en dos aulas, logrando conseguir un terreno y el traslado de este centro educativo que hoy conocemos como la Escuela Primaria “Miguel Hidalgo”, que trae como consecuencia la creación e instalación del Jardín de Niños “Juan Enrique Pestalozzi”, en la misma colonia; posteriormente, siendo presidente y representante de esa colonia, hasta por quince años, gestionó la urbanización de los terrenos y la pavimentación de las calles de la colonia La Noria, y con un grupo de comerciantes colocan unas mesas para expender alimentos y artículos de primera necesidad, en la calle de “Las Lanchas”, para finalmente, vencer las resistencias políticas y vislumbrar la construcción de un mercado de zona, mismo que en su recuerdo y honor ahora lleva su nombre.
 Con la autoridad moral que su ejemplo y persona habían adquirido, pasó a ser un reconciliador de noviazgos y matrimonios, de las relaciones difíciles entre padres e hijos, o bien, hermanaba las amistades entre los vecinos.
 Para los años 90’s, ya el asma que padeció durante mucho tiempo había mellado y agrietado su corazón, ese gran corazón de ser humano, para desembocar en su ausencia corporal, reconciliado con la vida y en paz consigo mismo.
 Todavía, un año antes, en el centro de Zihuatanejo, abogó para salvar de una multa de tránsito a un viajero y comerciante michoacano, que como agradecimiento le llevó, más tarde, un costal de naranjas, y... un año después de haber fallecido... sin saberlo, el comerciante mencionado pasó por la casa del “Guajiro” a preguntar por su salud... doña Ramona le enteró de su deceso, por lo que aquél exclamó: 
-¡No puede ser, lo acabo de ver en el centro!…
 Con esta historia, Zihuatanejo y sus pobladores cumplen su compromiso de honor con don Jesús el padre, con el señor Amaro el hombre de bien, con el hombre que portó con dignidad el Galeana histórico, siiiii, con  “El Guajiro”, el benefactor de la Noria.

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