DÍA NACIONAL DEL SORDO


Hoy, en el CAED ZIHUATANEJO, nos encontramos llenos de alegría y regocijo, pues en todo nuestro país se festeja el Día Nacional del Sordo, como una fecha idónea para hacerle saber a toda la sociedad mexicana que las personas con problemas auditivos son dignas de ser integradas a la vida política, económica, social, cultural, y sobre todo, a todas las oportunidades de estudio y trabajo en México, para su desarrollo integral como seres humanos.

Y esta legislación y reconocimiento se encuentra basada en La Declaración Internacional de los Derechos Humanos que tiene un orden legal, jurídico, político y, lo que es mejor, tiene el carácter universal, para establecer un sistema de valores legítimos, morales y espirituales que deben de ser acatados, expresados, publicados y aplicados por todos los órganos e instituciones sociales y comunitarias de México y del mundo.
 Así es como nuestros hermanos que no escuchan llegan a ser valorados en su real y justa dimensión y dentro de una eterna primavera social, que les permita acceder a los programas institucionales, primero para que sean tomados en cuenta y reconocidos con todos sus derechos ciudadanos, desde los primeros años hasta llegar a las mismas oportunidades para estudiar, desenvolverse, integrarse, emplearse y formar, por sus propios medios, sus centros de interés humano, como su familia, su trabajo y sus organizaciones y agrupaciones de iguales… pues es un derecho universal, único, inalienable e imprescriptible.   
 El propósito principal es informar y sensibilizar a toda la población sobre las dificultades que enfrentan las personas con problemas auditivos y promover una cultura de la legalidad que obligue al reconocimiento, respeto y comprensión hacia las personas con limitaciones auditivas, y que permita la integración respetuosa y efectiva de una esfera de nuestra sociedad.

 Ahora bien, como una demostración de los alcances jurídico-morales, se pueden citar algunos considerandos mundiales que establecen que las personas con situaciones auditivas e idiomáticas tienen una disminución exclusivamente sensorial, sin ningún problema de naturaleza psíquica, y que a través de una educación adecuada pueden ser totalmente rehabilitados y desempeñar en la comunidad un rol social igual al de los demás miembros que nos llamamos “normales”, mientras que si por el contrario, se hallan desprovistos de una educación y, por tanto, de la posibilidad de mantener relaciones humanas con los demás, sufren perturbaciones psíquicas y “se ven obligados a llevar una vida vegetativa”, desprovista de todo interés y contraria a los principios enunciados en la Declaración de los Derechos del Hombre, como género humano. 
 Bajo estas premisas, se puede afirmar, reafirmar y confirmar que toda la estructura política, económica y humanística que se ofrezca a las comunidades de sordos, no son una dádiva de sus servidores, ni un acto generoso de políticos y sus estructuras de servicio, y que es un marco inalterable y aplicable en los Derechos Humanos, que a la vez se proponen promocionar los mejores servicios institucionales y comunitarios para las personas con sordera. 
 Y la historia también apoya este reconocimiento, pues habría que recordar que, en el caso de México, fue el nombre del maestro sordo francés Eduard Huet, quien aparece relacionado con los orígenes de la educación pública de los sordos desde 1867, donde fundó las primeras escuelas oficiales para deficientes auditivos. 
 Así, el día 28 de noviembre de 1867, se proclama el decreto presidencial por parte de don Benito Juárez, que desemboca en la fundación de la Escuela Nacional de Sordomudos, en México. Juárez tenía especial afecto por este proyecto y durante toda su presidencia entregó personalmente los diplomas a los egresados de la escuela. 
 De esta forma, nos adherimos a la idea, traducida a acciones, para que las personas con estas limitaciones congénitas o adquiridas, sean reconocidas, respetadas, promocionadas y comprendidas dentro de nuestra conciencia y sensibilidad social, pero no con palabras y discursos, sino con oportunidades de estudio, trabajo, paciencia, tolerancia, respeto y participación social.
 Con estos motivos, nuestro Centro de Atención a Estudiantes con Discapacidad, ubicado en el hermoso “lugar de mujeres”, se llena de algarabía y alegría para reconocer los Derechos Humanos de las personas sordas, poniéndose, con el corazón en la mano, al servicio de nuestras personas que escuchan los sonidos del silencio. 

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