LAS HUELLAS DE LA VIDA


Por Raúl Román Román

Prof. Carlos Mellado Rodríguez “El   magisterio por vocación” 

Hoy es un día gratificante y placentero; los recuerdos, la nostalgia y la alegría embarga a miles de corazones que por la fuerza de la vida o por la vocación de servicio, tuvieron que ingresar a los centros de educación normalista y fueron destinados, de por vida, a convivir con alumnos desde los tiempos de la primera infancia hasta las etapas de la senectud.

Fueron decenas de voces amistosas, de los maestros en servicio y jubilados, las que unieron su fuerza para enunciar el famoso, sabio y célebre refrán popular: “honor a quien honor merece” y que indicaron que este día era el idóneo para reconocer la labor magisterial del PROFR. CARLOS MELLADO RODRÍGUEZ, quien adoptó la labor magisterial por las dos razones iniciales, como tantos y tantos profesores del sistema educativo mexicano, pero que ha sabido dignificar y engrandecer el término maestro, en el suelo mexicano.
La búsqueda y el encuentro fue un tanto trabado por la incompatibilidad de horarios e impuntualidad del escribiente, pero el significado era y sigue siendo firme y romántico . . . finalmente se abordó en el centro de trabajo donde actualmente se desempeña como Subdirector, en la Escuela Secundaria “José Martí”, de alma combativa y revolucionaria por naturaleza; el encuentro fue amistoso e ilustrativo, en una de las aulas de la misma, donde reinaba un silencio grato y placentero y sólo se escuchaban algunas voces de compañeros que hacían sus actividades co-curriculares . . . y en sus remembranzas dejamos  la elocuencia de los hechos . . .
“Yo nací en la ciudad de Puebla, siempre heroica, culta y vanguardista, con sus fechas heroicas en sus fuertes de Loreto y Guadalupe y pertenezco a una familia numerosa integrada por mis papás, siempre cariñosos que fueron Carlos Mellado Contreras y Agustina Rodríguez López y diez hermanos, con tres mujeres y siete varones, que son: Adrián, Fernando, Ambrosio, Javier, Guillermo, José Luis, Yolanda, Esther y Dolores, y todos con el afán de sobresalir y vencer las inercias y condiciones de nuestro tiempo.
En Puebla pasamos nuestra infancia, entre juegos, gritos y carreras, porque imagínense a la hora de salir a estudiar, unos al jardín de niños, otros a la primaria y los más a la secundaria, siempre llenos de algarabía y desasosiego. Tengo que reconocer que la economía familiar era sumamente difícil, pero el tener a mis padres era motivo de orgullo y contento, aunque había días en que era complicado el color de la vida. 
Así llegó la edad de ingresar al nivel educativo primario en la escuela “Emperador Cuauhtémoc” donde quedaron las risas, los amigos de la infancia y los maestros de talla. Más adelante ingresé a lo que allá se denominaba la pre- y vocacional No. 16 donde se cursaba la secundaria y el bachillerato, sólo que éste era de dos años, además de que era un internado adonde se nos asistía con alimentación, hospedaje y estudios y asistían alumnos de muchos estados de la república y fue ahí donde varios amigos descollamos dentro del futbol, que ha sido el deporte donde encontré mayores satisfacciones deportivas, como “El Títere”, “El Chiapaneco”, “Los Jarochos”, entre otros.
Más tarde llegó el tiempo de emigrar y desde los años mozos mi inclinación académica y universitaria era hacia la ingeniería química, sin lugar a dudas. Rápidamente me inscribí en esa facultad, pero a los dos años de estudios las coordenadas de la vida se cruzaron y aterrizaron junto con el movimiento estudiantil del 68, adonde los poblanos no fueron ajenos a este pasaje histórico que dejo una huella indeleble en el curso del tiempo y ha sido un parte-aguas en la historia del México contemporáneo . . . pero la cosa no quedó ahí y las represalias fueron contradictorias para su servidor, ya no pudimos regresar a nuestro centro educativo, pero en esas estábamos cuando uno de mis maestros que sabía las condiciones familiares en que me encontraba me indicó que no me preocupara que él iba a ayudarme para que ingresara a otra institución educativa, que finalmente fue la Escuela Normal Superior, que en ese tiempo era muy prestigiada y que después de la Escuela Nacional de Maestros seguía poniendo muy en alto el nombre de Puebla, en toda la República Mexicana y de donde han salido cientos de buenos maestros diseminados en todo nuestro país.
En esta institución me pasé los cinco años respectivos, todos en el estudio, desarrollo e impacto de la ciencia química y su aplicación en el programa educativo. Ahí seguí aficionándome en el deporte que ha sido pasión y vida para mí . . . el futbol, teniendo como ejemplo aquel equipo profesional que había en mi estado natal. Pero llegó la hora de buscar nuevos vientos y derroteros en la vida y la solicitud, que había sido filtrada a la Secretaría de Educación Pública en la ciudad de México surtió   efecto y una mañana de octubre llegó el telegrama con aquel inolvidable texto: “favor de presentarse en la Secretaría de Educación para recibir sus órdenes y cubrir una plaza en el puerto de Zihuatanejo, Gro” a lo que raudo y veloz, me despedí de mi familia y con una maleta llena de ilusiones, proyectos y zapatos de futbol inicié esta bella aventura pedagógica.
Vivíamos el año de 1972 y la única referencia geográfica era que estaba adelante de Acapulco, pero no pensé que el trayecto iba a ser una verdadera excursión entre palmeras, ríos y playas exuberantes y preciosas, hasta que llegué a la recién fundada Escuela Secundaria “Eva Sámano de López Mateos” con un puñado de maestros jóvenes y entusiastas, con los cuales iniciábamos y continuábamos la amistad y el trabajo escolar, como los Profesores Guadalupe y Pancho García, Carlos Catalán Sosa, Jesús Escalante, Víctor González,  Lázaro Ramírez Cervantes, Ángel Tellechea, Cliserio Peralta, nuestro Director Delfino Rendón Rojas y Manuel Rosado Guzmán que a la postre fue el promotor principal, de la columna vertebral de la educación en Zihuatanejo, ya que a su gestoría se debe la fundación de las secundarias “Eva Sámano”, “Carolina Coronado” y las preparatorias No. 13  y  5, sin lugar a dudas.
Y es en la primera institución adonde logramos las mayores satisfacciones personales y escolares puesto que formamos un frente magisterial para detonar y fortalecer las aptitudes de los niños y las actitudes de los adolescentes hasta llegar al grado de trasladarnos, por motivos de estudio a los estados federativos de Chiapas y Oaxaca y, por la parte norte visitamos tres o cuatro ciudades fronterizas, que tanto para alumnos y maestros fueron viajes inolvidables y gratificantes, quedando en nuestras mentes la pasión por el servicio educativo.
Otro de los sucesos relevantes fue cuando la secundaria jugaba el futbol en la comunidad y logró establecer una sana rivalidad con encuentros futbolísticos  muy intensos con El Coacoyul, El Ejército y el equipo local “El Independiente” adonde los maestros reforzábamos las líneas defensivas y ofensivas de los alumnos, llegando a sobresalir de manera más que satisfactoria.
En ese entonces la simbiosis con la comunidad era auténtica y objetiva, complementada con los padres de familia, para darle identidad a nuestra comunidad porteña con los desfiles, las justas deportivas, los carnavales y la convivencias en festejos del día de la madres, del niño, del estudiante, las clausura de cursos y las fiestas religiosas patronales.
Pero la ilusión de complementar la misión del maestro ha sido perenne y soñada . . . en ningún momento pasaba por nuestra mente faltar a nuestro trabajo escolar, más bien buscábamos enaltecer tan noble labor”.
Así terminó nuestra plática amistosa y aunque sabemos que su sentido de la sencillez y la humildad no le permitió hablar de sus logros personales, es del dominio público la labor magisterial del maestro Mellado, que ha vestido de orgullo a cientos de sus alumnos y ex-alumnos, que sus amigos y compañeros nos sentimos complacidos por contarnos entre ellos y que ha dignificado el lugar social que le corresponde a la labor magisterial.
Las voces, las opiniones y los criterios de decenas de profesores, en el municipio y, en especial, de este hermoso “lugar de mujeres” se han homogeneizado para hacer un pequeño reconocimiento y un memorable homenaje periodístico al maestro que supo empeñar su alma por sus alumnos y que asegura agradecer a Dios por las bendiciones de su familia y de su trabajo; que la vida le ha puesto pruebas de fuego que ha sabido superar con dignidad y que con decoro sigue y sigue su vida hasta completar su servicio educativo  con la frente y el alma muy en alto y orgulloso de ser un maestro con vocación de servicio. Alto en el camino para reconocer y enaltecer el camino del magisterio que ha caminado el maestro Carlos Mellado Rodríguez.

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