MEMORÁNDUM

Gerardo Ruano Cástulo

*** El niño Dios y los brazos que lo arrullan

Cuando el Rey Herodes se enteró que nacería un Rey entre el pueblo judío, se alertó. De ahí, que mandó llamar a sus asesores y magos, para que le dijeran lo que decían las profecías. Entonces le manifestaron que efectivamente así estaba escrito. Por lo que armó un plan para buscar acabar con el nuevo Rey, por lo cual ordenó un censo, a efecto de que los nacidos en Belén regresaran al pueblo y tenerlos a todos a modo, para que no escapara a quien consideraba su rival por el poder.

La decisión de Herodes obligó a José y María a regresar a Belén. Hicieron un viaje largo y al llegar al pueblo no encontraron posada. Había tantos visitantes, que todo lucía lleno. En cada puerta que tocaban, les era negado el espacio. Hasta que llegaron a una modesta casa, en donde lo único que pudieron ofrecerles fue un lugar en el establo.
De esa manera, la biblia refiere que el hijo de Dios nació en un lugar extremadamente pobre. Entre los olores fétidos de los animales. 
Lo que hemos logrado investigar, al margen de la sagrada escritura, en el taller mágico de la imaginación, es que los señores que ofrecieron a José y María ese lugar, tenían dos pequeños hijos, quienes estaban atentos, ante la cantidad enorme de personas que había en el pueblo. A ellos, les llamó especial interés, que a dos personas les hubiesen dado un espacio en el sucio establo, entre los animales.
Movidos por la curiosidad, los pequeños se acercaron de manera cuidadosa. Lo hicieron con mayor razón, cuando escucharon el llanto de un bebé. Esto aumento su deseo por ver lo que pasaba en el establo. Al llegar ahí, vieron un pesebre acondicionado como cuna. La paja era el colchón de la camita.
Esperaron un tiempo y su sorpresa fue mayúscula, cuando vieron llegar a tres personas, consideradas como importantes. Iban bien vestidas. Los niños se preguntaban porque estaban ahí, si en todo caso, debían estar visitando a la gente que tenía más dinero y bienes en el pueblo. 
Observaron, como los tres se postraban ante el niño. Y como le dejaban tres cofrecitos. Más tarde, llegaban unos pastores, quienes alaban a Dios por la dicha de ver al niño. 
Los pequeños estaban maravillados. De tal manera, que cuando se fueron los pastores, el más pequeño, por la emoción hizo un ruido fuerte, lo que llamó la atención de José. El niño se espantó y creyó que sería reprendido. Sin embargo, al verlos María, les dijo, vengan pequeños. La voz dulce de la virgen los alegró y se acercaron sin temores.
La Señora del Cielo los había reconocido. Eran los hijos de las personas que les habían ofrecido ese lugar. Entonces, María tomó al más pequeño de los hermanos, le abrió los brazos, para después, tomar al recién nacido, y dárselo a cargar. 
Los brazos que fueron elegidos para arrullar al niño Dios, en aquella noche bendita y especial, fueron los de alguien limpio de corazón. De quien pone la alegría y el amor en éste mundo. En los de un niño.
La costumbre católica indica, que el más pequeño de cada casa, en la noche buena, sea quien arrullé al niño Dios.
Por alguna razón, Dios ha elegido a los niños para tomarlo en brazos. Para arrullarlo. Y hoy, te elige a ti, para que en ésta navidad, le recuerdes a tus padres, que el centro de la fiesta, no es la cena, los regalos, el pino, el santa Claus, las luces y demás, sino el niño Jesús.
El centro de la navidad es Jesús, y quiere que seas tú, quien lo arrulle en la noche buena, que se viene. Esa es la cuestión.(Historia creada por Juan Francisco R.)

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