Gerardo Ruano Cástulo
*** Integridad y el líder del SUSPEG
Existen historias que no saltan a la luz pública, porque éstas se suscitan lejos de los reflectores. Una de ellas, sucedió en una cancha de tenis. Había un jugador amateur, que era demasiado bueno. Se le veía como una fuerte promesa del deporte blanco. Poseía una muy buena técnica y sus saques eran de una gran velocidad y colocación. Su buena fama había crecido en ese ambiente, en virtud de sus cualidades como jugador. Pero faltaba una prueba.
Así es. El juego que sostendría era el más complicado de su carrera. Había tenido que viajar fuera de su país, en la búsqueda de un campeonato internacional. Su adversario era también un excelente jugador. De ahí, que el partido fue lleno de emociones y muy cerrado.
El primer set lo perdió. Ganó el segundo y el tercero, para después perder el cuarto. Iban a cinco sets. Nadie concedía espacio. Los dos jugadores seguían en pie de batalla. Se notaba en ambos el deseo de alzarse con el trofeo. Se iban alternando los puntos. Todo seguía en empate. Todo se decidía en muerte súbita.
La definición fue digna de un guión de película. Un punto para cada uno. No había margen de error. Si hubiese sido otro deporte, se habría decretado empate. Sin embargo, todo se decidía en una sola bola. El jugador amateur tenía la oportunidad. Lanzó la pelota al aire y la conectó con la fuerza y efecto que lo había distinguido. Fue un súper saque. Un golpe impactante. Su adversario se quedó parado. No tuvo oportunidad de moverse. El juez estaba un tanto atónito, porque justo en el momento del servicio, la fisiología del cuerpo le jugó una mala pasada y tuvo que estornudar. De tal manera, que no vio si la bola pico dentro o fuera de la cancha.
Muchos daban por bueno el saque. Otros estaban a la expectativa. El juez estaba contrariado. Y cuando algunos esperaban que el veredicto fuese a favor de un saque as, nuestro personaje, se acercó al árbitro para decirle: “La pelota pegó fuera”. Conocedor de su talento y capacidad, sabía que por unos milímetros se le había ido la bola. Así que ante la incertidumbre que había, optó por mantenerse integro, leal a los buenos principios. Decidió ser honesto y perder el campeonato. Dicen que ganó más. En lo personal, creo que sí.
Lo anterior viene a colación, por lo que está ocurriendo con el magisterio estatal, a quienes por la famosa conciliación de las nóminas con la federación, no les habían depositado la segunda quincena del mes de enero. Sin duda, un asunto delicado. Y ante ello, la reacción del líder estatal del SUSPEG, Adolfo Calderón Nava, no se hizo esperar. Se reunió con el secretario de Gobierno e hizo público un manifiesto, en el que emplaza al gobierno estatal, concretamente al Gobernador Rogelio Ortega Martínez, a cumplir con el pago a los trabajadores.
El documento es claro, en el sentido de que si bien el SUSPEG se define como una organización humana y solidaria, también lo es combativa cuando se violentan los derechos de los trabajadores. De tal modo, que se plantea la posibilidad de movilización y acciones para exigir el respeto al pago y cumplimiento de las conquistas sindicales.
Creo que Adolfo Calderón ha sido un líder muy solidario con el gobierno, en el sentido de privilegiar el dialogo y los acuerdos. Pero siempre, con esa línea de respeto, en donde no se vulnere la autonomía del SUSPEG. Desde esa perspectiva, el líder ha demostrado ser íntegro. Y hoy, el conflicto de la falta de pago al magisterio estatal, representa otro momento, en donde se reafirma su integridad, porque pone por delante los intereses de su base trabajadora. Y más aún, cuando se están golpeando sus derechos. No le habrá de temblar el pulso para movilizarse y exigir lo que por ley les corresponde. Lo que se puede hacer, cuando se es íntegro. Esa es la cuestión.
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