MEMORÁNDUM

Gerardo Ruano Cástulo

*** Inteligencia intrapersonal; la gran crisis

Escuchaba con atención la lectura del evangelio según San Marcos. Decía que Jesús emprendió una especie de retiro en el desierto, donde estuvo 40 días, dentro de los que fue tentado por el demonio, convivía con los animales salvajes y los ángeles le servían. Sin duda, hacen falta esos espacios de desierto en la vida. Nuestra educación es tan limitada, que no tiene espacio para alimentar la inteligencia intrapersonal, conocida también, como la inteligencia del éxito.

Me quede con la idea, de que Jesús fue al desierto por dos razones. La primera, por el símbolo que encierra para el pueblo judío. Fue ahí, en el desierto, en donde Dios habló a Moisés para emprender la gran liberación, así como el lugar elegido para preparar al pueblo en la búsqueda de una tierra nueva. La segunda, porque para ir a una gran misión, como la que tenía Jesús, hacen falta esos momentos de alimentación interior. Se nos olvida o no nos lo han enseñado, que la verdadera fuerza del ser humano viene desde adentro.
Hoy veo el impacto que genera una simple noticia. La posible escasez del refresco de cola de mayor impacto en el mundo. Es indudable, que al margen del sabor y la presentación, el trabajo de mercadotecnia ha sido el más exitoso de la historia. Si Apple es en tecnología a lo que todo mundo aspira, en productos chatarra la chispa de la vida es lo que más se busca en tienditas de la esquina. El refresco se ha convertido en un símbolo. Si llegas a una casa de visita, te ofrecen uno. Si logras algo, para celebrar hay que beber uno. Si hay reunión familiar o de amigos, no puede faltar. Y qué decir en eventos sociales importantes. El punto es, que se ha logrado ese impacto de “destapar la felicidad”. Con todo y las cifras elevadas de obesidad, diabetes, dientes picados y demás consecuencias que trae beber ese líquido coloidal de color oscuro.
Sin darnos cuenta, la dinámica de la vida nos va llevando. Nos sumamos a esa bola de nieve que rueda. Nos incluimos en el mundo de la normalidad. Y pocas veces, nos damos la oportunidad de ir a nuestro desierto. De tomarnos unos minutos para charlar con nosotros mismos. Para fortalecernos, por lo menos, con ejercicios de respiración.
Nos quejamos, de manera recurrente de las pifias de un gobierno indolente. De los políticos de siempre. De la inseguridad y la violencia. De la mala calidad de los servicios. De los maestros que aprovechan cualquier cosa para tomar plazas y calles. De los normalistas que hacen destrozos. De los comunitarios que actúan como si fuesen manipulados. De la corrupción en los diferentes niveles de gobierno. De directivos de instituciones que en lugar de enfocarse al 100 por ciento en sus funciones, andan soñando con las canonjías que otorga el poder público. Podría escribir más y más cosas de las que a menudo escucho quejas. No soy indiferente a todo lo que ocurre en el entorno. Más me queda claro, que en gran parte, es consecuencia de la falta de educación en la inteligencia intrapersonal. Carecemos de fuerza interna.
Por eso tenemos gobernantes mediocres. No lo escribo por el súper académico que hoy manda en Guerrero. Por eso tenemos políticos que no resisten la tentación sobre el dinero, sin insinuar algo sobre el anterior gobierno estatal y el actual federal. Por eso hoy, quienes deben enfocarse en lo académico, se deslumbran con el poder público, sin que me refiera al jefe de la UAGro. Por eso, hay quienes hacen su minita de oro aprovechando la ignorancia de la manada, nombrándose luchadores sociales, sin que esto tenga nada que ver con maestros, normalistas y demás. En suma, hace falta fuerza interna.
Me quedo con la idea, de que Jesús se fue al desierto, para enseñar la importancia de ese dialogo intrapersonal. De esa magia que se genera cuando el ser humano se encuentra consigo mismo. Cuando es capaz de vivir en armonía hasta con los animales salvajes. Y cuando, revestido por esa fortaleza interna, sabe que su tarea es buscar la felicidad y aportar para la de los demás. Situación que hoy escasea.
“No es casual. Los grandes seres humanos que dejaron huella, sabían ir a su desierto.” Esa es la cuestión.

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