EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ

“¿…O vienen por nosotros?”

Por Ramón Durón Ruíz
Ese sabio de vida llamado Albert Einstein, con preclara inteligencia afirmó: “Hay dos formas de ver la vida: una es creer que no existen milagros, la otra es creer que todo es un milagro.”  Los años han enseñado a este Filósofo a creer a pie juntillas en los milagros, reconozco que cada alborada y cada anochecer, son un indescifrable y perfecto milagro. Hasta estos años de mi vida, no he encontrado al hombre sabio que tenga las palabras exactas que me expliquen racionalmente los milagros; los milagros no se razonan, se intuyen, se viven, se sienten, se palpan… se agradecen.
Cada instante es un milagro de vida, prueba de ello es el joven Rickardo Alexandro González González, quien en un domingo de 2004 plácidamente veía con un grupo de amigos los arrancones en el autódromo de Ciudad Victoria.
De pronto, a uno de ellos se le ocurre decirle: 
–– ¡Éntrale!, yo te llevo por tu moto… 
La insistencia del amigo fue tan reiterada, que fueron a su casa por la moto. Al llegar al autódromo, inmediatamente participó en una carrera de arrancones, en la que se accidentó, saliendo con  25 fracturas.
Inconsciente, inmediatamente fue trasladado al hospital en estado grave, a grado tal, que en un momento dado el médico, le entregó a su señora madre, el acta de defunción; pero aconteció un milagro por obra de DIOS, ¡siguió vivo!
En el hospital, inmovilizado convaleció durante un año, después de más de 12 operaciones al salir del nosocomio continuó con una larga rehabilitación.
HOY que está próximo a casarse, le queda claro que es un ejemplo de que los milagros existen, son evidentes, sólo requerimos abrir los ojos del alma para recibirlos, verlos, disfrutarlos, y agradecerlos con amor.
Igual sucede con este viejo y ajetreado Filósofo, sé que mi vida de manera más que evidente se ha desarrollado al límite de los milagros, por cada célula de mi cuerpo corre el milagro de los milagros, el gran inescrutable misterio de Dios… la salud, el amor, la paz interior y la vida. 
DIOS amorosamente no sólo multiplicó los panes en mi infancia, también me ha hecho el milagro de enseñarme a aprender en los tropiezos y de multiplicar los dones, los bienes, los amigos y la sana alegría en mi vida.  
Cuando desde las más profundas fuentes del dolor y de las contradicciones, aprendes a disfrutar el racimo de milagros que llegan con el nuevo amanecer, tu perspectiva de vida cambia, valoras en su totalidad el milagro de ver, el de oír, el de tocar, el de probar, el de oler, el de amar y ser amado, el milagro del techo, el del pan, el del trabajo, el de la familia… el milagro de vivir.
“El milagro no es caminar sobre el agua. El milagro es caminar sobre la tierra verde en el presente, para apreciar la belleza y la paz de la que se dispone ahora.”1
“No te enojes, a veces el otro no te entiende […que su existencia es un milagro], lo explicaste mil veces, pero no lo ve. No es tonto, no es malo. No es indiferente… Es otro.”2 Cada uno a su estilo, manera, tiempo y forma, es un evidente milagro.
Ser testigo presencial del nacimiento del nuevo amanecer, es el sublime ejemplo del maravilloso milagro que representa vivir, aunque no comprendamos el profundo sentido que encierran los milagros.
Para este Filósofo el tiempo que pasas riendo es la mejor manera de agradecer a DIOS el milagro del nuevo día, a propósito tengo una pregunta: 
“¿Los huevones nos vamos al cielo…O VIENEN POR NOSOTROS?”

No hay comentarios.:

Publicar un comentario