MISCELÁNEA

La noche en que se apago el grito de Dolores

Jesús Cayetano Norberto
El 29 de Marzo de 1846, el Ejército Mexicano capturo a un pelotón de soldados de Estados unidos, enviados por su país a la zona norte de México; lo que ocasiono que el 13 de mayo de este mismo año, el Congreso de Estados unidos, declarara la Guerra a México en reclamo de territorio que no eran parte de Texas: Tamaulipas, Coahuila, Chihuahua y Nuevo México.

Sin embargo, esta Guerra se agudizaría hasta 1847, por lo que, el Congreso de México dejo de sesionar el 15 de julio de 1847 por ausencia de diputados, debido a la presencia del invasor yanqui al no existir garantías para los órganos de Gobierno mexicano. 
Grandes batallas libradas en molino del Rey, Castillo de Chapultepec, Garitas de san Cosme y Belén, ocasiono que el 13 de septiembre  por la noche, el once veces presidente de México Antonio López de Santa Anna, ordenara la retirada del ejército y la salida de los poderes rumbo a Querétaro, derivado de las victorias enemigas.
Resaltar la valentía de poco más de 50 cadetes del Colegio Militar en la defensa del Castillo de Chapultepec, los días 12 y 13 de Septiembre, quienes aun cuando el General Nicolás Bravo les había ordenado que se retiraran, permanecieron en pie de lucha con más de 800 soldados contra 7 mil soldados de Estados Unidos.
La ciudad de México fue declarada en estado de sitio, invadida por un país extranjero; por lo que el 15 de Septiembre de 1847 por la noche ondeaba la bandera de las barras y las estrellas en señal de victoria total por parte de Estados Unidos, afrenta que jamás seria olvidada, si, recordada, pero solo en silencio por los posteriores Gobiernos Mexicanos.
Este acontecimiento, orillo a Santa Anna a renunciar a la presidencia siendo sustituido por Manuel de la Peña y Peña (16 de Septiembre al 13 de Noviembre de 1847), quien a la vez alterno el cargo con Pedro María Anaya.
Sin embargo, es importante resaltar que dadas las facilidades con que Estados Unidos había obtenido la victoria, corría el rumor generalizado en esa época de una buena vez anexar todo el territorio mexicano a los Yanquis, idea que aplaudían los liberales en su pugna  con el bando Conservador.
La guerra finalizo el 2 de Febrero de 1848, con la firma del tratado de Guadalupe Hidalgo, y el cual fue  ratificado el 30 de Mayo de 1848. Oficialmente, este Tratado fue llamado de Paz, Amistad, Límites y Arreglo Definitivo entre ambos países.
El contenido del tratado estableció que México cedería la mitad de su territorio, que comprende la totalidad de lo que hoy son los estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México y Texas, y partes de Arizona, Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma.
Además, de que México renunciaría a todo reclamo sobre Texas y la frontera internacional se establecería en el Rio Bravo. Como compensación, los Estados Unidos pagarían 15 millones de dólares por daños al territorio mexicano durante la guerra. 
Estaba en funciones como presidente de México, José Joaquín de Herrera (3 de junio de 1848 al 15 de junio de 1851), cuando el 15 de junio de 1848, los poderes federales volvieron de Querétaro a la ciudad de México, por la razón de que ya no era ciudad de sitio, pero si era una ciudad que requería organización social, trabajar por la miseria y la seguridad de las poblaciones.
El 15 de Septiembre de 1847, fue la fecha inolvidable para el pueblo mexicano de la época, al haber visto ondear una bandera extraña en el centro del país, fecha en que se apago el grito libertario del 15 de septiembre de 1810, y por el cual Miguel Hidalgo le dio nacimiento a México. Como bien lo apunta Ignacio Ramírez: “Los mexicanos no descendemos del indio, tampoco del español, descendemos de Hidalgo”.  
Continuaron las altas y bajas de pequeños interinatos en la presidencia de México, ocasionando poco o nulo desarrollo para el país, hasta que llego por un periodo largo (35 años) Porfirio Díaz (28 de Noviembre de 1876 al 26 de mayo de 1911), conocido como: “el héroe  de la paz, el orden y el progreso”; periodo donde todavía seguía presente el recuerdo -hasta con cierto miedo- de haber estado en manos de Estados unidos la soberanía del país. Lo de hoy es otra historia.

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