MEMORIA DE LA COSTA GRANDE


¡VÁMONOS A PASEAR A LOS BARRIOS DE COYUCA!

 ¡Qué hermosa es la Costa Grande, entrando por la puerta grande de Coyuca de Benítez!... y más, cuando visitas y recorres sus hermosos barrios…   ¡Pero ya nos emocionamos!… vamos por partes, primero nos detenemos un ratito a echar una barbacoa en Coyuquita la bella… ¡Qué es una sabrosura! Acompañada de su agua de limóoon… ahí en su mero centro comunitario.

-¡Pónle unos de lengua, zanca!...
 ¡Aaaaahhh! ¡No es feliz el que no quiere!... ahora síii, váaamonos por la carretera nacional, y pasando por el río Coyuca, que siempre guarda el hermoso paisaje de un cauce manso y cadencioso, entre el contraste precioso del café intenso de la fina arena, el verde romántico de su vegetación, el agua cristalina y un cielo esplendoroso que cubre con su manto, todo el espectro natural…
 Ahí lueguito está el poblado de Los Cimientos, paso obligado para seguir por la costa, que bien se ve abajito, y que siempre se ha distinguido por su belleza entre platanares y palmeras… 
 Ahora sí nos paramos en Pénjamo, adonde desde hace decenios se confeccionan las hamacas más hermosas de la región, con sus colores tan vivos y hermosos, con tejidos artesanales de hilo encerado o cuerdas suaves y esponjosas, como para quedarse bien “piedra” hermano y echarse un sueño con la bocota abierta y despernancado en estas camas itinerantes… entre palmares y aguas costeñas.
 Luego luego, entrando al ramal se encuentra Cahuatitán, que según la voz popular, se funda en 1898 con las familias: Guzmán, Perea, Zúñiga y Cortés, entre otros, con sus hermosas casas de palma, cemento y jardines floridos, manteniendo como su santo patrono a San Antonio de Padua, que siempre será el preferido en las supersticiones de los matrimonios, y sobre todo, de las muchachas que buscan este sacramento y ponen de cabeza a nuestro santo.
 Inmediatamente se da un saltito y con las mismas características se reconoce a Barrio Nuevo, que es una población aledaña a Cahuatitán, con un ambiente eminentemente de pueblo bello, que en su memoria comunitaria recuerdan a las familias Oceguera y Villanueva como sus iniciadores poblacionales…
 ¡Ya llegamos a Espinalillooo! Que se empieza a fundar como barrio en 1884, que su nombre se debe a que había muchísimos espinooos y adonde llegaron a vivir las familias Pérez, Garibo, Tumalán, Campos, Ríos y Pano, bajo una gran convivencia, una persistente y amorosa mezcla de familias y que en su posdata se recuerda que aquí vivió un hombre muy querido por todos sus habitantes, y que es bueno que su historia sea repetida una y otra vez, como ejemplo para las generaciones infantiles y juveniles, a saber…
 La sabiduría, la generosidad y el amor al prójimo son virtudes incontrastables en los hombres de gran estatura moral como lo fue don Candelario Ríos Campos, cariñosamente reconocido como “Don Cande”, que en primera instancia tuvo una vida plena de trabajo, productividad y amor a su tierra y a sus paisanos.
 Una vez que vislumbró la importancia de la vida comunitaria, construyó el jardín central de su población, lógicamente que adornado con su bello y tradicional kiosko, que engalanaban nuestros pueblos costeños. 
 Don Cande sigue su obra al edificar la parroquia del pueblo, estilizada con sus bellas torres de estilo sencillo y llamativo. Así llega a su magna obra, pues con su bondadosa actitud manifiesta, manda edificar y a hacer funcionar la escuela primaria adonde asistieron decenas de niños de todos los barrios en referencia, y dándole la luz del alfabeto a muchas generaciones… dentro de su sentimiento humano alcanza la impresión de su pensamiento en la pared principal de este templo del saber, tal vez rústico pero claro e inolvidable: “Yo que no tuve la dicha de ir a la escuela de pequeño, quiero que mi pueblo aprenda y he de realizar mi sueño”.
Asimismo que fue incansable gestor, de hecho y de derecho, para que se habilitara la brecha que comunica a todos los barrios con la carretera nacional, y por años, dio el servicio comunitario de la luz con su pequeña planta generadora, durante las primeras tres horas en que entraba la noche costeña con su luna de plata. 
¡Hasta se nos acalambra la manzana de Adán y se nos nublan los ojos de la emoción!
Y para emocionarse más, de aquí mero son “Los Hermanos Chinos”, que desde finales del siglo XIX y principios del XX han llenado de música y alegría a sus paisanos queridos… ¡pura miel en penca, hermano! 
 Pero agarremos paso… y ya lo dijo don Juan Ozuna de la Rosa, con sus 100 años de puros recuerdos y remembranzas, que junto a la voz popular saben que el primer barrio coyuquense es ¡San Nicolás de mis amores! ¡Ayyy, corazón! Bien que nos contó que vivió al lado de la familia de los Marines y que El “Rey” Marín fue de sus grandes agentes comunitarios. 
 Y más, porque en este bendito suelo nació la insigne María Faustina Benítez Ávila 76 quién fue un personaje social costeño de denotada actitud hacia el servicio a sus semejantes, y esposa del baluarte independentista don Juan Álvarez Hurtado… nuestra gran mujer nace en el barrio de San Nicolás el 15 de febrero de 1793, bajo la inconfundible cepa costeña.
 Sus padres fueron Casimiro Benítez, hacendado acaudalado y generoso, y Josefina Ávila, de inmejorable posición económica y social, como buenos y sensibles costeños.
 Desde pequeña trataron de prepararla para la vida a través de institutrices, propias de las familias enriquecidas, para que en el año de 1810 tomará matrimonio con el general, con el que formó un hogar amoroso, trabajador, productivo y de alto civismo liberal, en relación a como se vivían los tiempos de la gesta independentista en el que su esposo desarrolló una conducta ejemplar y heroica durante la independencia de México, fue permanente opositor a Santa Anna hasta llegar a ser Presidente de México y durante la etapa de la Reforma, consolidar el proyecto de la fundación del Estado de Guerrero, del cual fue su primer gobernador.
 La descendencia consanguínea del bien avenido matrimonio fueron sus hijos Diego, quien fue un destacado oficial insurgente y heredero de la gubernatura… Félix, que murió a dos meses de haber nacido y Encarnación que también se distinguió en la carrera de las armas.
 Doña Faustina mantuvo una actitud de amor y energía hacia sus familiares, apoyando incondicionalmente a su esposo en todo momento, y muy señora de su casa. Al adquirir la Hacienda de La Providencia ponía a funcionar las labores agrícolas en el cultivo del maíz, arroz, frijol, algodón, plátanos y cocos, primordialmente; explotaba el corte y la comercialización de maderas, como la caoba y el cedro, de lujuriosa producción regional, mismas que trozaba en la floresta y vendía en Acapulco, y que durante sus ratos libres elaboraba figuras artesanales de cerámica, papel y conchas. ¡Todo eeeso, mi amorrrr!
 Durante las ausencias de su marido, que fueron incontables, mantuvo una conducta intachable y productiva, pues decidió permanecer en su hacienda que irse a residir a la ciudad de México durante la gestión presidencial de su esposo, y como gobernador de Guerrero, por su marcada inclinación a la vida bucólica.  
 Su vida fue de humilde actitud, de modesta conducta y abnegada forma de vivir. 
 Murió tres años después que don Juan, en su Hacienda de La Providencia, cuando vivía 77 años de edad y cuya fecha marcaba el 12 de agosto de 1870. 
 En su honor y memoria, la legislatura del congreso local asignó el apellido Benítez al municipio de donde fue originaria y recibiendo los honores merecidos en cada aniversario de su natalicio.
 Pero también y ¡cóoomo nooo! de ahí mero es mi hermano del alma, el mejor jugador de basquetbol que ha nacido en tierras coyuquenses… el mago del balón: Luuiiiisss Maríiinnn Sáaanchezzz, “El zurdo de oro”… al que se le suman también mi gran jefe Pedro Flores Peñaloza, Osiris y Lamberto Buenrostro, que han dado lustre a la historia de San Nicolás, que bien se puede resumir como reza la sabiduría popular: “Hijos agradecidos, hijos de padres bien nacidos”. ¡Ayyyayyyayyyy, corazón!  ¡Qué bonito se siente en el pecho al visitar el barrio! 
 De pasadita por tierra nicolaíta, nos echamos una “persinada” frente a San Nicolasito milagroso y les damos un cariñoso beso a doña Chela Sánchez y un dulce recuerdo para  doña Bertha, que han sido unas mamás y abuelas de lo más amorosas que haya en el mundo y que  guardan en sus corazones gratos recuerdos familiares.
 ¡Váaamooonosssss pa´l Carrizal!... que es reconocido por este nombre pues porque en casi toda su tierra había muchos carrizos, de ésos que adornan los techos de las casas, que sirven para las artesanías a la alta escuela y que duran… ¡uuuuuh!... más que los hombres. 
 En la tradición oral carrizalense se recuerda que entre las primeras familias que fueron llegando a poblar estos predios se encontraron “Los Cabuchos”, los Sánchezzz, Navarretesss, Benítezzz, Toralvassssss y Gómezzz, que deberán sentirse orgullosos de tener este hermoso pueblo costeño, adonde cada año festejan a la Virgen del Cobre, que fue donada por unos visitantes-residentes cubanos con todo el cariño y la gratitud para la población que los adoptó… ¡y aquí empieza a oler a marrrr… a marrrr!... ¡A toda mechaaa!...
 La salinidad y el yodo penetran hasta el rincón más lejano de los pulmooones y es hermoso cambiar de paisajeee. 
 ¡Aaaah! ¡Ya llegamos a Playa Azul, corazóoon gitano!... aquí, para el año de 1898 se empezaron a ver las primeras casas playeras, hechas de palma, barro y madera, con horcones madereros resistentes y traves bien amarradas y plantadas a la madre tierra. 
 En el tiempo pretérito era reconocida como La Punta y luego como El Morro, hasta llegar a ser reconocida por su nombre actual, cuyos primeros habitantes fueron los Marín Solís, Abarca Marín y Soto Pastor, con su enorme tesón para el trabajo agrícola, la pesca en la laguna y en el mar, complementado con sus ramadas destinadas a brindar la diversión, el esparcimiento y el descanso sabatino y dominical en sus restaurantes rústicos y de viandas deliciosas.
 Y aquí si hay que tejer fino, mi hermano… la vista es incomparable y ¡si no gritas, te ´ogas! ¡Ayyy, mi alma! Habría que ver que coloreees… un verde cristalino maravilloso en el agua, con su esplendoroso e impresionante follaje en el horizonte… paaalmas, maaangles, pastizaaales, todos en contraste con espigas blancas y penachos ocres, que son los colores que se captan para regocijo de los sentidos de la vista, el oído, el olfato, el tacto y el guuusto… al fondo, la suprema y esplendorosa Sierra Madre del Sur en toda su belleza. ¡Qué hermosa es la vida, mi amor!
 La laguna de Coyuca es incomparablemente hermosaaa y como vecino inmediato y precioso, el incomparable y vasto Océano Pacíiiifico, en toda su magnitud, ¡habría que estar entumido del seso para no agradecer a la vida y a la naturaleza tanta belleza!… ¡puuuro corazón! 
Ya más tranquilos pero igualmente admirados, de una vez le seguimos y seguimos admirando este paraíso terrenal… ya llegamos a Las Pozas, cuyo poblado es relativamente nuevo, pues su fundación data de 1952 y 1953, llevando el nombre de Salvador de las Pozas, con su antecedente propio y un poquito triste de la costa, ya que en una de las crecientes del Río Coyuca se perdieron sus casas, sus animales, sus cultivos, todas sus pertenencias y se refugiaron en este lugar que los cobijó amorosa y maternalmente. 
Se reconoce como Las Pozas porque había varias de ellas a lo largo de la vertiente, como las de “Beto” y del “Cocodrilo”, que con el pasar del tiempo se han ido diluyendo pero que han quedado en los recuerdos de los viejos y los “nuevos”, del tiempo de los 50´s.
 Aquí, el mestizaje es una manifestación generalizada en el pueblo, pues de esta raza son las familias pobladoras como: Paula Nieves, Erasmo Arzeta, Alfredo Pastor, Agustín Benítez, Francisco Mayo, Enriqueta Salgado, Severo Radilla, Cirilo Apolonio, Ángel Balanzar, Félix y Francisco Arzeta, Francisco Ríos, Remigia Marín, María Ruiz y Pedro Ríos, que han enaltecido la tierra pozeña. 
 Ya más cansadones pero con el alma rebosante de gusto, fuimos reconociendo los terrenos de Las Lomas, que según se piensa, este poblado legendario se empezó a formar en el siglo XVII, pues en San Nicolás existía una hacienda que sobrepasaba las márgenes del Río San Miguel, hoy conocido como Río Coyuca, y algunas familias se vieron en la necesidad de pedir permiso para establecerse sobre este lomerío, de donde se deriva el nombre poblacional por sus pequeñas elevaciones de la tierra, totalmente onduladas, como pompis de niño recién nacido, pero que guarda en su historia un cúmulo de hermosas y gratificantes vivencias entre sus habitantes de viejo y de nuevo cuño.
 Como en toda La Costa Grande tuvieron que evolucionar en sus costumbres y diario vivir, pues después de trasladarse en caminatas, usaron cotidianamente la carreta tirada por bueyes o caballos, entre caminos de herradura y brechas, y para 1920 se habilitan una línea de ellas que viene a ser pavimentada hasta 1989, para el regocijo de su población.
De una vez nos vamos a El Bejuco, que ha aportado gran parte de la belleza en estas latitudes costaneras, pues su gente muestra siempre la hospitalidad de su raza y la belleza de las familias bejuqueñas. Que hermoso es este poblado, con sus calles parejitas y arboladas, adonde luego se ve que sus familias están unidas para trabajar por el pueblo; por eso, todos deben sentirse muy orgullosos de ser de aquí.
¡Uff, uff, uff!... ¡Por fin llegamos al paraíso terrenal! Ya para cerrar este capítulo de belleza y esplendor hay que ir a echarnos un pescado a la talla en La Barra de Coyuca, que sabemos es la joya de la corona, pues esta vida al lado de la laguna y el mar no se cambia ni por todo el oro del mundooo... desde bien tempranito la gente se empeña en trabajar con pasión. 
Luego luego las mujeres van a la compra del pescado para ensabanarlo con salsa, jitomate, cebolla, sal y frijoles…. Ya servido, arriman unas gordas… ¡corazón lindo, a puro empacar!
 Ya para el mediodía habrá que irse al agua, con sus fondos cristalinos como espejo del cielo; bien puede uno empaparse de agua dulce y placentera, como caricia de niño, o si lo prefieren, se va uno al mar a jugar con las olas y sus penachos blancos, como sedas en primavera… ya para la caída de la tarde: 
¡Dios mío! La puesta del sol más hermosa e incomparable que pueda encontrarse en la faz de la tierra. ¡Qué espectáculo natural! La naturaleza se manifiesta con toda su hermosura; es una incontrastable imagen de colores, formas y sensaciones sin igual. Imagínense ustedes este cuadro… un techo infinito totalmente pintado de mil colores, entre nubes caprichosas que forman cientos de cirrus de formas iluminadas, por sus orillas, en eterna fusión con el fondo marino, que en el horizonte denota su belleza y retrata un abanico de colores que mantiene una estela de luz moviente que va descomponiendo su colorida superficie marítima, en reflejos brillantes y preciosos; y ya hacia la orilla, la arena se torna en una alfombra amarilla y marina que mantiene este espectro de la naturaleza costeña… para regocijo de mujeres, varones, jóvenes, señoritas, niños y niñas… ¡Váaaamoooonooooooos! (Desde el hermoso “lugar de mujeres. Raúl Román Román. El Indio de Iguala).

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