lunes, 21 de diciembre de 2015

MEMORIA DE LA COSTA GRANDE


CORRAL FALSO

Esta es una historia apasionante y sentimentalmente hermosa. Un virtuoso de la guitarra hablaba por el teléfono, de los de ahora:
-¡Vente compadre, aquí te tengo un historiador que va a sacar lumbre! Y deseo que quede registrada…

 Raudos y veloces que tomamos el democrático… autobús, directo al crucero de San Jerónimo, después a Boca de Arroyo, y de ahí, de regreso a Corral Falso, adonde nos recibieron de maravilla en casa de nuestro gran y sabio cronista, cuya historia versa asíiiii. 
“Mis padres fueron Florencio Pérez Vargas y Petra Gómez. Yo nací en este lugar, en el mero corazón de Corral Falso, cuando se trabajaba únicamente en el campo y se cultivaba ajonjolí, maíz y algodón para abastecer a la fábrica del Ticuí.
 Aquí también estuvieron los Pinzón, cuyos antecesores: Luis, que era el padre y Eutimio como hijo, destacaron como soldados oficiales, el papá en la lucha de la independencia mexicana y en la intervención de Estados Unidos, allá por 1836, y el hijo durante la Revolución de Ayutla y en la Reforma, siendo que a sus tropas le decían “Los Pintos”. Sus hijos y nietos vivían en la casa de altos, ahí sobre la lomita.
 En ese tiempo se vivía con dificultades por el caso de la salubridad… las casas eran de palapa, había tiña, jiotes, muchas chinches en las camas, y como los pisos eran de tierra, se llenaba de pulgas y garrapatas… ¡triste… muy triste! Ya después el que tenía dinero hacía su casa con teja. 
 También, la ropa eran cotones, calzón de manta y a la escuela íbamos hasta sin huaraches. 
 Corral Falso primero se llamaba Awindo y como había muchos terrenos baldíos sueltos y la gente tomaba lo que podía y hasta allá, del Salto para acá, había un terreno falso pues, y así le empezaron a decir, hasta que se le quedó Corral Falso.
Antes, los niños iban a estudiar hasta Atoyac, a pie, a caballo o allá se quedaban a dormir. La escuela primaria se funda en 1927 y el primer maestro que hubo se llamó Ignacio Fierro Fernández, y enseñaba a todos los alumnos él solo, y quiso ponerle al pueblo el nombre de Villa Cuauhtémoc, pero no se le quedó así… la escuela sigue adonde inició, sólo cambió el edificio… después llega la maestra Paola Velarde.
Entonces la educación era superior a la de ahora; yo llegué a 3º y conozco las capitales de toda la república, de América, de Asia, Europa y África…  el otro día le pregunté a un chamaco:
 -¿Qué estudias?
 -¡La secundaria! 
 -¿Cuál es la capital de Guerrero? 
 -¡No sé!
 -¡¡¡Ahora no saben nada!!!...
Ahora bien, yo tuve por compañeros a Fidel Radilla Cabañas, a Juan Nogueda Ocampo, Gregorio Radilla Gómez, Antelmo Nogueda Ayerdi, Ignacio Nogueda Reyes, Pedro Ríos Abarca, y de las niñas a Antonia Bello Radilla, Cleotilde Bello Ozuna, Antonia Ramos Hernández, entre otros, con los que trabajábamos y jugábamos de lo lindo y en la oscuridad.
 Después de la salida de la escuela hacíamos labores del campo, a ayudar a los papás a sembrar, pues hasta arroz se daba mucho por aquí.
 Hasta 1940 no había iglesia, ni panteón, a los difuntos los llevábamos para Atoyac a sepultar y ¡en hombros!… en esa época no se les decía misa a los finados… ¡se morían y a sepultarlos!... ¡ahora no, hay misa de cuerpo presente, de los nueve días, de un mes, de 40 días, cabo de año… pues cómo!…
 La parroquia se hizo en 1949, con paredes de adobe y techo de teja y se demolió en 1970 para construir la que está ahora. El primer sacerdote que venía de Atoyac a oficiar la misa se llamaba Isidoro Ramírez, y le decían el padre “Chilolo”.
 En aquel tiempo nos alumbrábamos con achones de ocote, y el que tenía dinero, compraba candiles con petróleo y luego con lámparas, hasta que se metió la luz eléctrica con una cooperación del pueblo, el 1º de septiembre de 1966… era una gritería y una fiesta de toda la noche. 
 Ya la vida con luz cambió todo todo, había radio, televisión y a mí siempre me ha gustado leer, como por ejemplo: en 1945 con la guerra mundial, yo agarré el periódico “El Universal” y decía que iba a haber un aparato donde el artista iba a estar actuando en México y con el aparato se iba a ver aquí. Que le cuento a unos vecinos y todos incrédulos me dijeron:
   -¡Cómo crees, eso es un disparate!
Y ya ven, ustedes ya saben la historia. En 1948 vinieron unos aparatos mecánicos: sillas voladoras y carrusseles y había una canción que decía: 
“La televisión pronto llegará, yo te cantaré y tú me verás”, la, la, la…”
 Y las familias decían:
   -¿Cómo creen eso? totalmente descreídos.
 En 1950 ya había teles y antes vitrolas de discos y radios como novedad, y la gente quería ver adentro a ver si era cierto, si había un mono ahí. ¡Ja, jaa, jaaa!
 Ya pasaban canciones muy bonitas que levantaban el sentimiento como “Vereda Tropical” y las de los tríos en su época de oro. 
 Entonces estaba la fábrica del Ticuí, de hilados y tejidos; venían desde Zacualpan y San Luis a vender… era un movimiento muy grande y los obreros empezaron las huelgas y los españoles que cierran la fábrica.
 ¡Aaah, pero antes! Atoyac se hizo municipio en 1864, San Jerónimo en enero de 1934. En 1938 las calles eran de pura tierra, nos íbamos a Acapulco a caballo o en carreta, uno salía a caballo de aquí, por El Humo, después Alcholoa, El Ciruelar y puros caminos de herradura; también había una barca que traía la mercancía de Pie de la Cuesta hasta cerca de San Jerónimo y de ahí en carreta a Atoyac, Tecpan y San Luis.
 El primer carro que llegó aquí era de Gerardo Ramos… el camino hasta Acapulco era en brecha hasta que Ávila Camacho empezó la carretera en 1942, en agosto estaba por Santa Rosa y todos admirados por la maquinaria cuando estaba derribando una palma, parecía feria, las familias enteras llevaban comida para estar viendo la máquina trabajar. ¡Ésa era la gran novedad! ¡Ja, jaa, jaaa!… 
 Para el 53, 59 y 60 tuvo auge el café, después se desplomó y las huertas quedaron abandonadas y se hicieron potreros; las poblaciones cafetaleras que conocí fueron San Andrés, San Vicente, La Soledad, El Paraíso, con café exportable a otros países.
 De la sierra a Atoyac se traía en burros, mulas y caballos, los arrieros venían de Tierra Caliente por caminos y veredas, después ya hubo camino de brecha y con carros lo exportaban, primero llevándolo a Acapulco y de ahí embarcarlo al extranjero.
En ese tiempo Geño Cabañas era el hombre más trabajador de aquí, una persona de trabajo, deveras, pues generaba muchos empleos… siempre tenía peones. Si una persona llegaba y le pedía trabajo, le decía:
-¡Señor! ¿No tiene trabajo?
 -¡Síii!... Pelona, los huevos de la gallina prieta… ¿ya los “jallaste”?
- ¡No!
-¡Ándale, ponte a buscar los huevos de la gallina! 
 Y continuaba:
-¡Quítale las garrapatas a las vacas!... ¡Ja, jaa, jaaa! 
 Ese era el trabajo que ponía a los campesinos… diario, diario tenía gente ahí, porque sembraba en cantidad, mucho maíz… ¡Un hombre muy chambeador! ¡Aquí, en Corral Falso, no ha habido otro como Geño Cabañas!
 También, el ajonjolí se sembraba, se floreaba, lo cortaban, lo amontonaban y vendían la semilla, de ahí a la fábrica para Acapulco y a México, para hacer aceite de ajonjolí.
 El primer deporte que hubo aquí fue el basquetbol, la cancha estaba a la salida del pueblo, bueno estaban los tableros y así… luego vino el futbol.
 En las bodas no había juez civil, se iban a casar a Atoyac y la fiesta grande era cuando pasaban por el cura… se hacían enramadas de palapa y duraban 1 o 2 días, daban relleno y el director de música era Zenón Abarca, con su orquesta “Los Abarca” que traían saxofón, batería, clarinete y guitarras. ¡Todo bien bonito!...
¡Hasta ahí!…
Irvin y yo nos volteamos a ver… la mirada de ambos era vidriante de la emoción, mientras don Ezequiel irradiaba un rostro emocionado y  eufórico, pues cumplía su labor de cronista de su población costeña y su relato era grandilocuente, real, auténtico y especial, revelándose como un excelso conversador… ”!Gracias a la vida, que me ha dado tanto!”… (El Indio de Iguala)

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