EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ

Pa’ ‘onde vas no necesitas efectivo

Por Ramón Durón Ruíz
El buen sentido del humor, tiene la virtud de enseñarte a escuchar la reverberancia del universo, los sonidos de la vida, las voces de tus seres queridos, el eco de tu corazón, que te ayudan a darle tiempo al tiempo, para colocar cada cosa en su lugar.

El buen sentido del humor, te ayuda a romper con la inercia de las prisas, que además que malgastan tu tiempo y te hacen olvidar lo principal, saborear cada instante de la vida; cuando te das el permiso de sentirlo, vives el milagro de ser tú mismo, porque el humor es un elogio al sentido de vida.
El buen sentido del humor, te crea una percepción afectiva de la vida, hace que tu cuerpo secrete serotonina, inmunoglobulina “A”, linfocitos “T”, que tienen la virtud de generar sentimientos, emociones y pensamientos positivos, que a la vez que te alejan del miedo y el odio, –que enferman tu ser–, te acercan al amor y te vinculan a la sana sonrisa que trae la felicidad.
Cuando le sonríes al milagro del nuevo amanecer, reconoces que en el plano superior de la vida, no hay jefe, hermano, papá, mamá, hay maestros y el maestro llega cuando el alumno se dispone a aprender.
El buen sentido del humor te enseña que no hay personas buenas, ni malas, simplemente son diferentes; la gente violenta, amargada y de mala fe, hiere porque lleva a cuestas la pesada carga de un dolor en su alma, que fue agraviada en su niñez, acéptalas como son, asimila sus enseñanzas… y sigue tu camino.
El buen sentido del humor, despierta tus sentidos a la vida, para que interpretes el mensaje de dolor que hay detrás de quien vive de malas, de unos ojos caídos, un caminar lento con la cabeza inclinada; te ayuda a descifrar lo que esconde una sonrisa falsa o de la palabra vana.
El sentido del humor, te enseña que el mejor camino para aprender a amar, es ejercer el bálsamo del perdón, que te sana viejas y nuevas heridas, aligera tu viaje; perdonar es tirar agravios, haciendo espacio para que entren las bendiciones, te hace cocreador de tu destino. 
El buen sentido del humor, afianza tu autoestima, te enseña que el sufrimiento emocional es una muestra inequívoca de que vas a contracorriente con el río de la vida, te enseña que nada llega a ti por casualidad, HOY estas en el tiempo, el lugar y con las personas precisas, que te ayudarán a encontrar tu crecimiento físico y tu evolución espiritual. 
Sonreír es vivir plenamente en el aquí y el ahora, aprender el ¿Para qué? de la vida, dejando de competir y aprender a compartir, sabiendo que siempre es mejor vivir en santa paz, que ser dueño de la razón.
El buen sentido del humor, te enseña que no puedes cambiar el pasado, si lo puedes reconfigurar, dándole sentido, sacando la lección de las adversidades de ayer, para vivir HOY con la plenitud del Sol. 
El buen sentido del humor, te enseña que el viaje que iniciaste en la niñez, HOY está en su punto de inflexión más elevado, porque eres poseedor de una energía que levanta tu ánimo, que te hace mejor ser humano.
El buen sentido del humor, te conecta con el Maestro Interior,  aumenta tu tono espiritual, enriquece tu creatividad, abre los ojos de tu corazón para que sientas las nuevas experiencias, no permitiendo que los problemas se enraícen en tu vida y aprendas, que el secreto de tu existencia es… ¡ser feliz!
A propósito “en el pueblo había un viejo rico y tacaño, no tenía amigos ni familia. En su lecho de muerte llama a su médico, su abogado y al Filósofo. Les dice: 
–– Siempre he escuchado que el dinero no te lo puedes llevar a la tumba, yo demostraré que no es cierto.
Les doy un sobre a cada uno con 30.000 dólares, les pido el favor que cuando me sepulten, cada uno tire el sobre en mi tumba para que se vayan conmigo.

Al poco tiempo murió, los tres asistieron al panteón y fieles a su palabra, cada uno tiró un sobre en la tumba. A la vuelta del cementerio, el cura dice: –– Me siento apenado, les debo decir que necesitaba 10 mil dólares para una nueva iglesia que estamos construyendo, así que saqué 10 mil y dejé en el sobre 20 mil.

–– Yo, también, –dijo el doctor– estoy apenado, remodelo mi consultorio y necesitaba 20 mil dólares, así que deje en el sobre 10 mil dólares. 
El Filósofo dijo: ––Estoy más apenado que ustedes dos, yo le dije, pa’ ‘onde vas no necesitas efectivo, así que… ¡LE HICE UN VALE POR LOS 30 MIL DÓLARES!”.

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