MEMORÁNDUM

*** La puerta que nunca cierra.

Gerardo Ruano Cástulo
Definitivamente, era el mejor carpintero de la región. La gente hablaba maravillas de su trabajo. Venían de distintas partes para encargarle trabajos. En especial, altos funcionarios y empresarios, que gustosos pagaban por la forma en que daba forma a la madera.
Ante tanta adulación y fama, el carpintero comenzó a perder el piso. Decía hacia sus adentros: “nadie puede hacer muebles tan grandiosos como los míos. Soy el mejor carpintero. Los demás son unos aprendices”.
La soberbia caminaba de la mano de él. Ahora menospreciaba a la gente de menores posibilidades económicas. Trabaja ya solamente para la gente acaudalada.
Una noche, mientras dormía, tuvo un sueño. En él, aparecía un niño que intentaba cerrar una puerta, sin conseguirlo. Lo intento muchas veces. Todo fue en vano. Para  buena noticia del niño, aparecía Dios ahí también, quien hablándole al carpintero, le dijo: “Necesito de tus servicios”.
El que soñaba se emocionó. Muchas personas poderosas e influyentes, le habían encargado trabajos, pero nunca se había imaginado que su fama llegara hasta el cielo.
Así que escuchando a Dios, recibió el encargo de hacer posible que la puerta cerrara. Enseguida, antes de poner manos a la obra, se presumió ante sus conocidos, como amigo cercano del creador, puesto que a él y no a otro le había pedido un trabajo.
Después de ufanarse, se puso a trabajar en la puerta. Le hizo algunos ajustes, sin embargo, ésta no cerró. Era su primer fracaso, en muchos años. Por tanto, sintió el orgullo lastimado y fue por una nueva oportunidad. Ahora, desmontó la puerta, para revisarla mejor. Pasado un tiempo, le hizo otros ajustes. Pero, el resultado volvió a ser el mismo, no cerró.
Lo intentó mas veces. La puerta no cerró. El carpintero estaba desconcertado y molesto. Había aplicado sus mejores conocimientos y técnicas, por lo que no daba crédito al pésimo resultado.
Estaba sumido en sus pensamientos, cuando de repente escuchó la risa de un niño. Era el mismo que intentó cerrar la puerta sin conseguirlo. Al escucharle, se preguntó porque razón se reía el pequeño. No entendía el sentido de esas carcajadas.
Entonces, el niño le indicó, que esa puerta nunca iba a cerrar. Porque siempre debía estar abierta. El carpintero se sintió engañado por Dios, puesto que con seguridad, el creador ya sabía que nunca lo lograría. Por eso pidió a Dios que le explicara, el objetivo de haberle hecho esa jugada.
Ante su petición, Dios apareció junto a él, para decirle: “La soberbia no te permitió ver de que puerta se trataba. Simplemente, te pusiste a trabajar, sin notar que en la parte de arriba tiene su nombre.
En efecto, el carpintero vio el nombre arriba de la puerta. Ahí se leía la palabra Éxito. Ante esto, cuestionó: ”¿Qué tiene que ver el nombre, con qué no pueda cerrar?”.
Dios le contestó: “Esa puerta, cuando la hice, decidí que siempre estuviese abierta, porque en todos los humanos he puesto talentos y mi deseo es que pasen por esa puerta. El éxito no es únicamente para ti. Es para todos. Nadie es mas grande o mas pequeño. La oportunidad de entrar ahí esta. Pero también, para que los soberbios salgan“. (Del taller de la imaginación de Juan Francisco R.)
MUY BUENA acción, la realizada por el líder de la Sección XXVIII del SUSPEG, Natividad Adame Martínez, al entregar 70 créditos a trabajadores de base del Ayuntamiento capitalino, del Fondo de Apoyo Voluntario, por sus siglas FAV. Ese hecho, no solamente significa la voluntad al trabajo y compromiso con los trabajadores, sino además, que los recursos se aplican para lo que son y en forma transparente. Esa es la cuestión.

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