MEMORIA COSTEÑA

Don Zeferino Farías Cisneros “Las Huellas de la Vida”

La búsqueda de las huellas de la vida es constante y grata, a la vez que se van encontrando sus vestigios más hermosos, románticos y reveladores, como en esta ocasión que Toño Urbina, mi hermano del alma, tratando de hacer justicia divina, nos llevó a la casa de tan connotado personaje.

 Don Zeferino andaba en las labores propias de una casa y de su edad… acomodando los enseres como palas, machetes, escobas y todo lo que haya que ordenar, pues ya no tiene prisa en la vida y si mucho apego a la limpieza.
 En un abrir y cerrar de ojos, nos vio, y su rostro denotó una singular alegría y regocijo, pues después de un apretón de manos y un efusivo abrazo tomamos camino a la plática que nos reunía… y en su grata conversación dejamos estas huellas de la vida…
“Yo nací en un pobladito que se llama El Llanito, Michoacán y, cuando fue creciendo pasó a llamarse “Melchor Ocampo”, que hoy todos conocen como Ciudad “Lázaro Cárdenas”.
 Con el correr de la vida, mi hermano tuvo unos problemas con algunos tipos del pueblo, entonces me llevó rumbo a la Tierra Caliente, específicamente al poblado de Catalinas, perteneciente al valle de Apatzingán, cuyo camino te lleva hasta Aguililla, en la mera sierra michoacana.
 Pronto me adapté a esas costumbres, pues el clima me asentó, hice grandes amigos y llegué a querer muchísimo a la familia de don Tayde Gaona, que vivía felizmente junto a sus hijos.
 A los cinco años de estancia, mi hermano quiso regresarse a “Melchor” pues ahí estaban sus propiedades, dejándome allá, ya casado y con un niño pequeño… fue un error, pues más temprano que tarde, lo asesinaron.

Ni hablar… yo me quedé y llegué a ser autoridad comunitaria, pues allá tienen un sistema diferente al de aquí. Existen los “Encargados del Orden” en cada población, éstos le llevan los problemas y debates a la Jefatura de Tenencia, que pasa a ser como una sub-presidencia en el municipio y, cuatro Jefaturas de Tenencia le van a exponer sus problemas y a traer soluciones al presidente municipal de cada organización local, en fin.
 De todos modos nunca faltan los problemas andando en esos cargos y no se puede quedar bien con todos, a pesar de que uno busca la conciliación y el orden; así que un buen día decidí brincarle hasta Zihuatanejo, pues en “Melchor” no hubiera podido estar por los problemas familiares.
 Reforzado por la idea de que en Zihuatanejo y Petatlán tenía parientes como los Farías, me subí una madrugada fresquecita en una lancha grandecita, que era de don Felipe Palacios, papá de Eladio y de Mariano, que hacía la ruta de “Melchor” a Zihuatanejo, de ida y vuelta, llevando y trayendo gente y carga, de aquí para allá y de allá para acá; y después de viajar todo el día, en la nochecilla llegamos al muellecito de madera que estaba en la playa Principal, sería por el año 54.
 Como mi tío Miguel estaba en Petatlán, pues de una vez decidí irme de paso a buscarlo; además, mi papá, que se llamó igual que yo, Zeferino Farías, era de ahí y mi mamá, Juana Cisneros era pariente de don Vences, que fue padre de “Cheque” Cisneros, el cantante y compositor petatleco… entonces el trayecto se hacía en carreta y, más adelante, empezó a funcionar una cooperativa que se llamaba “Hermenegildo Galeana”, con unos carritos, ya “flechitas”, que primero corrían para allá, para Acapulco, pero que lograban pasar para acá. Así mi tío me mandó a Acapulco, pero no me sentí bien y que me regreso y llego decidido a radicar a Zihuatanejo.
 Entonces llegué en 1968, y el pueblito era del mercado hacia la playa y caminábamos por la calle Cuauhtémoc, pasando por lo que se conocía como “la curva”, y ya de ahí pa´llá era puro monte y huizachera. El campito de aviación estaba por el hotel “Zafari” y su dueño era un ingeniero que le gustaba hacer lunadas… en una ocasión lo llevó mi primo Dimas, que tenía una lancha en la cual él era el capitán y yo el marinero, para los morros de “Potosí”, que son esos peñascos llenos de gaviotas… pescaban barracuda, llevaban bebida y harta comida, pasando la noche en fiesta. Yo anduve con Dimas trabajando, y ahí dormí casi siete meses, arriba de la lancha. También le ayudaba a don Fidel Gutiérrez y ahí me daban mi dinerito a la semana, mientras don Fidel construía en “El Almacén”.
 En ese tiempo, los potreros de la colonia Darío Galeana eran de don Darío, en la parte de arriba, y los de abajo pertenecían a don Chucho Valencia y a Germán Bracamontes, que tenían sembrados de maíz, mango y palma, todos estos terrenos; yo pude comprarles este terrenito en seis mil pesos, que entonces era un dineral… había un callejón que dividía los terrenos y llegaba hasta el arroyo que ahora se reconoce como “La Boquita”, que a su vez y en la parte de arriba, tenía los pozos y las norias de todos los hotelitos de “La Madera”, como del Sotavento, El Caracol, “Palacios” y el “Irma”, con toda su tubería necesaria y, solamente por ahí, había luz eléctrica.
 Además, del centro para esta colonia no había calles, eran puros caminos y le teníamos que dar la vuelta por el hotel El Caracol, para llegar para este lado.
 Aquí vivían y residían algunas familias como los Baños, los Quiroz, don Luterio Cervantes, Miguel Valdovinos, doña Tacha y los Urbina y sobre “la mesita” los Vinalay… después de la expropiación se bajaron y siguieron llegando familias como don Lino, los Noguedas, mi compadre Esteban y Pedro, en fin.
 Ante esta vivencia llegó el momento que venía don Rubén Figueroa Figueroa, en calidad de Comisionado del Río Balsas, nombramiento que un día hizo lucir don Lázaro Cárdenas del Río, para festejar su cumpleaños, ahí donde estaban las oficinas de “Autotransportes Figueroa” y que ahora está la tienda Sam´s, entonces don Tarciso Baños, que era uno de los líderes comunitarios y habían recabado un dinerito para obras, teniendo de secretaria a Lucía, la esposa de Toño Urbina, fueron a buscarlo y le plantearon la necesidad de meter la luz a la colonia “Darío Galeana”, ya que eran conocidos desde cuando trabajaron juntos en Chilpancingo, y no tardó ni tantito, cuando llegó toda la postería y todo el material, don Rubén trajo todo todo para que hubiera luz aquí.
  En ese tiempo, “La Ropa” era de un general y “Las Gatas” de otro general y fue Eladio Palacios, el viejo, quien les expropió y se las repartió a los ejidatarios. 
 Y ahí viene el año de 1969, cuando el gobierno federal manda a hacer algunos sondeos, estudios, estimaciones, proyectos y cálculos geo-físicos… llegaron unos ingenieros y se alojaron en las casonas esas que están en La Madera y que pertenecían al banco; Dimas y yo los llevamos por todo el litoral, desde Zihuatanejo hasta más adelante de Pantla; hacían el recorrido por tierra, luego por agua y finalmente por aire, pues en avioneta hicieron un reconocimiento a los terrenos del municipio y determinaron que sí era conveniente hacer la expropiación.
 Así fue como en el gobierno de Luis Echeverría Álvarez se deciden expropiar la tierra costeña, para edificar un destino turístico como el que tenemos ahora… expropiaron una parte del ejido del Coacoyul, otra parte del ejido de Zihuatanejo, de donde tomaron partes de “El Limón” y “El Hujal” y, también contemplaron y ejecutaron otra del Rincón, que era el ejido que contenía de aquí hasta playa “Linda”, limitando con el de Barrio Viejo y quedando en medio Ixtapa, que era la zona más importante que buscaban y hallaron. 
 Pero hubo un contratiempo, pues don Eladio Palacios, que en ese momento era el comisariado ejidal, no quería firmarles si antes no se promovían la mayor parte de los beneficios que les correspondían por ley a los ejidatarios, y trataba de que sus paisanos obtuvieran las mejores ofertas y precios por su tierra, en una lucha social justa y retributiva…
Y aquí le paramos un poquito, porque miren, don Eladio era un personaje… también fue presidente municipal y él hizo el vado para pasar a esta colonia, ahí por el arroyo, construyó el mercadito ejidal y el palacio del ayuntamiento, ahí por donde está la cancha principal y fue el único que le ganó a Jorge Allec en una elección de gobierno. 
Bueno y así sigue la historia, así llegó don Rubén Figueroa padre a Zihuatanejo y, Eladio que ya había citado a todos los ejidatarios a reunión y a invitarlos a recibir a su autoridad, se presentó con su gente en la mañana; ya en el acto de bienvenida, el señor Figueroa le pidió su renuncia, lo que horas después procedió y, por la tarde, se nombró a otro comisariado, que sin pensarlo más, inmediatamente firmó la expropiación de algunas partes del ejido de Zihuatanejo.
 En cuestión de días, a cada ejidatario le expropiaron sus terrenos a cambio de 108 mil pesos por el derecho a la tierra, más otro dinerito por cada árbol que tuvieran en producción y dos lotes totalmente escriturados a su nombre. 
 Entonces, llega el FIBAZI, cuyas oficinas se instalaron aquí por El Remate, en la colonia Darío, a la vez que el compromiso era que esta institución levantaría los censos y se comprometía a vender los lotes totalmente urbanizados, con agua potable, luz, drenaje y pa-vi-men-ta-ción y cobraba el costo de esos servicios… ese fue el arreglo y así decían los contratos…
 ¡Aaah! Y sólo iba a estar por diez años, y si en ese tiempo no acababa de urbanizar, entonces el derecho volvía a pasar a los ejidatarios… por ahí escribieron un libro de la historia de FIBAZI, que está escrita, pero ¡yo la viví!
 Una vez que pasaron los diez años, el gobierno federal “se lavó las manos” y le entregó al gobierno estatal y de ahí crearon el INVISUR… entonces la gente andaba “paracaideando” y se le tenía que vender a fuerzas pero sin servicios, y querían que el ayuntamiento les pusiera la luz, el agua y todo lo demás… hasta la fecha…  
 Llegó la oportunidad de que don Fidel iba a ser presidente municipal y vino a verme para que yo fuera comandante de la policía… pero yo no sabía cómo estaban las cosas, si no ni le entro. Miren, Tránsito pertenecía al gobierno del estado, la policía judicial con problemas con la policía preventiva y todos ellos más mal con los marinos… ya se habían matado los dos comandantes de la preventiva y la judicial, uno fue Luterio, que fue chofer de Armando Federico, bien valiente pero muy joven para el cargo, contra Catarino, que en su estado normal era muy buena gente, pero con unas copas adentro, se transformaba el amigo, se volvía otra persona. 
 Si los policías preventivos agarraban a los marinos en mal estado, éstos iban en bola a quitárselos y “jondeaban” al guardia para ver que marinos estaban adentro. Así que los de Tránsito, los judiciales y los marinos estaban contra los preventivos. Todo todo estaba revuelto. Hasta que fui platicando poco a poco con cada comandante, pero se puso la cosa más difícil… un día estaban tomando dos policías vestidos de civil, ahí en “El Churro”, y uno le dio un piquetillo con un cuchillillo a un marino… ¡Viénese un pelotón de marinos y casi matan a los dos policías a culatazos!
 ¡Que me van a despertar!… iba el presidente municipal, el síndico y el tesorero en una patrulla, que me dicen lo que pasaba y yo creía que me iban a auxiliar… ¡no´mbre! ¡Ahí me dejaron la patrulla… se me desaparecieron! Llego al ayuntamiento y todo rodeado de marinos, con los policías tirados y golpeados.
 Entonces el Contralmirante Encalada estaba durmiendo en su cuartito, pero solo,  llego yo y le hablo… estaba en chanclas, pero que le digo como estaban las cosas, y ya no me quedaba de otra para evitar un mal… y me dice:
-¡Allá voy!
-¡No, no, no, vámonos! - le contesté. Y yo ya traía una 45 Llama, con el tiro arriba y el seguro “cáido”, pensando:
 -[¡Aquí me la voy a rifar!] -¡Usted se va conmigo ahorita! – no me quedaba de otra.
 Y me lo subo a la patrulla.
Llegando, inmediatamente dio la orden de desalojar el edificio a los marinos y me entregó las pistolas de los policías, pasando todo a la calma. En cuanto se calmó todo y volvió la tranquilidad, que corro al restaurant “La Bocana”, que estaba enfrente, y en cuanto llegué, les dije:
-¡Dame un tequilazo, rápido!
 De ahí para delante todo en paz. Arreglé con la policía judicial, con la agencia de Tránsito y con los marinos. ¡De ahí pa´l real! 
Pero la historia no termina aquí, pues más adelante, que se ponen unas personas ahí por donde está Materiales Ixtapa, pero como no estaba permitido apropiarse de los terrenos pues los controlaba FIBAZI y don Fidel le buscó y le buscó y que los manda para allá del Embalse, era un 12 de Marzo cuando que les dan a los vecinos unos terrenos, con unas piedrononas, enormes, por eso se llama así esa colonia, a nosotros nos tocó llevarles todas sus maderitas y don Fidel les mandaba las pipas con agua, para que se ayudaran; y nació otra colonia más.   
 Después, Armando Federico le recibe el gobierno a Gumersindo. En esos momentos Pedro Aguilar era dirigente y ayudaba a las familias, y que se les ocurre invadir para arriba, en la loma de las aguas tratadas, de buenas a primeras metió como unas 500 personas y entonces FIBAZI intervino, pero las negociaciones se apretaron y no dejaban salir de sus oficinas al director, al señor Esponda, para presionar la donación. Luego luego los marinos rodearon y yo nomás pasaba a darme mis vueltas, por ahí…
 Me llamó el presidente y me dijo:
-¡Dile a Pedro que venga al ayuntamiento!
Y allá voy; Pedro andaba como Zapata, con un sombrerón y un machetón, hasta que le hablaron… bajó y le dije:
-¡Te habla el presidente!
 Y que llega con un gentillal ¡Ay amigo! Y que le dice el presidente:
-¡Pedro, ahí hay una queja, de que estás invadiendo terrenos que no solicitaste y eso es delito, así que te voy a pedir que desalojen, para que no haya problemas.
 Y el dirigente le contestó:
-¡Pues si mi gente se quiere salir, que se salga, si no, ahí nos vamos a morir!
 En la tarde y que habla para Acapulco, con las personas que ya sabían cómo hacerle para invadir y, ya en la noche empezaron a llegar montón de autobuses llenos de gente con palos y tubos, ya se imaginarán.
 Me dieron la orden de desalojar y reuní a los preventivos, a la judicial y a los marinos… decidimos que íbamos a entrar al otro día, a las 5 de la mañana… y teníamos otros autobuses para que transportaran a las personas a los pueblos de donde venían, todo estaba bien planeado, sin querer llegar al enfrentamiento. 
 A Pedro lo protegía el comandante de la judicial, se llamaba Mario y también me tenía que auxiliar a mí. Ante el problema tan grande, Mario le dice a Pedro:
-¡Sabes que, se te va a poner difícil, mejor desaloja!
 Y afortunadamente comprendió. Cuando llegamos en la madrugada, ya no había un alma !Gracias a dios!
Sumándole, don Fidel no permitió ninguna invasión, empezaron a invadir cuando entró Mosqueda y con Gabino, ora si, hubo de todas las invasiones.    
 Llegaban, tomaban los terrenos y unos les pasaban la luz y traían agua.
 Por eso, a Zihuatanejo lo dejaron crecer desordenadamente, lo puedo decir con toda la palabra, invadieron todos los cerros y, ahora si, no los saca ni Dios padre… 
 Ya cuando entró don Jorge Allec, llegaron los paquetes de “Solidaridad”, quisieras o no quisieras, a cooperar para pavimentar las calles, construir el Centro de Salud y el módulo de policía, todo en paquete y ahí yo fui el vocal de control y vigilancia y les recibía todo, varilla, cemento, grava. Fue cuando yo colaboré más en la construcción de mi colonia.
Ya de ahí me retiré; fui jefe de seguridad en el hotel “Dorado Pacífico” por cinco años, otros tres en el “Krystal” y fui a dar a organizar “Pelícanos II” de donde me jubilé. Me han operado cuatro veces y a veces siento feo no poder levantar pesado. Pero vivo feliz.
 Estoy con mi mujer, Teresa Gaona González, mis ocho hijos que viven en varias partes de la república, ya con nietos, crié a una hermana y estoy tranquilo, viviendo de mis recuerdos y añoranzas y en un Zihuatanejo bello y hermoso...Y esa es un pedazo de la historia”.  
La sombra del mango dibujaba sus caprichosas formas, la brisa fresca empapaban gratamente el ambiente, la paz y la tranquilidad irradiaban el rostro de don Zeferino… Toño llegó y, juntos, nos despedimos de este gran hombre de buena voluntad y claro pensamiento… así nos fuimos con el alma henchida de gratitud hacia nuestro gran amigo octagenario y que el amor a Zihuatanejo unió, mágicamente, la historia con el presente costeño. (Desde el hermoso “lugar de mujeres”. Raúl Román Román. El indio de Iguala).

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