De adicto a ADICTO

La Saliva del Diablo, una maldición

Por Ernesto Salayandia García
Tengo que acordarme
Andábamos mi mujer y yo de luna de miel en Acapulco, hará cosa de unos 23 años y meses, yo tenía mucha resistencia, bebía como esponja, me metía las conocidas ampolletas, las Coronitas acompañadas de mi tequilita hornitos, pa que amarre, le decía al mesero, y desde temprana hora, comenzaba a empinar el codo, no era un mala copa, no lo era, al menos que apareciera mi celotipia infernal, esa tarde, en un atardecer precioso, fuera de serie, unas costeñas comenzaron a hacerle trencitas a mi esposa y entre trenza y trenza, yo me  atascaba de cerveza y tequila, hasta que llegó el momento en que el alcohol comenzó a dañarme el sano juicio, si es que lo tenía, comencé a hablar puras estupideces, a desvirtuar la realidad, haciéndome el chistosito, me acuerdo que a las dos chamaquitas, les ofrecí ponerles un negocio en Chihuahua, yo, en mi borrachera, ya me hacía lleno de franquicias con negocios para hacer trencitas, tipo Bo Derek, mi mujer, a sus 21 años, nomás se reía de la serie de estupideces que yo decía y más aún, que yo me las creía; en esos años, yo ya tenía un serio problema por mi manera de beber y por mi fuerte dependencia a la cocaína.

Atrofiado por el exagerado consumo de alcohol
Mi dependencia, era por inercia, apenas si me sentaba en la mesa de un restaurante, dejaba que mi esposa, pidiera y después pedía yo, comenzaba con mi Coronita y mi copa coñaquera de tequila, uno tras otro, luego, para acompañar la carne, el corte de carne que ni lo probaba, pedía vino tinto, Del Casillero del Diablo, de la Alta Rioja, a veces chilenos, argentinos y mexicanos, luego, ya a medios tonos, me lucía pidiendo un Sol y Sombra, que es coñac y chinchón, acompañado de un puro Montecristo, de ahí, iba directito al baño a vomitar, muchas veces, vomitaba hasta sangre, de regreso pedía mi vodka tonic, ya habrás de imaginarte mis diálogos, mis panchos y mis actitudes contra mi esposa, así eran los lunes y todos los días de la semana; una noche, ya borracho, entramos a una discoteca, la de moda en Acapulco, una de las especialidades, eran las llamadas cucarachas, era coñac ahumado, es decir, le prenden fuego a la copa coñaquera grande y esperas a que se enfrié y te la tomas, no sé cuántas cucarachas me tomé, lo que sí sé, es que me puse como loco, me llené de celos y dejé a mi esposa sola, la humillé, la ofendí, la denigré, y me salí del lugar, borracho y loco.
Un trato que no cumplí
Mi esposa harta de mis borracheras, de mis ataques de celos, me dijo que hiciera algo con mi alcoholismo, ella comenzó a ir a un grupo de Alanon, yo  aparenté entrarle y también fui a un grupo de AA, muchas veces me metí al baño a drogarme inhalando cocaína mientras se desarrollaba la junta, el alcohol, me robó la vida, me arrebató un cumulo de oportunidades, me secuestró, entré en depresión, me quedé solo, mi mujer me abandonó infinidad de veces, me corrieron de mi trabajo, perdí una fortuna, dejé de producir, de ser, si así se le puede llamar un alcohólico funcional y me convertí en un drogadicto disfuncional, no quería rehabilitarme, no aceptaba la ayuda de nadie, me ofrecí ir a un grupo de Alcohólicos anónimos, tenía un concepto equivocado de la fraternidad donde nací, entonces después de tantas promesas, me interné en Oceánica, la clínica más cara en el mundo para rehabilitación y tratamiento de las adicciones, duré 35 días en el proceso, más una semana en el rancho Las Moras y otros tantos en Mazatlán, con grandes planes, grandes propósitos, el primer día que llegamos a la ciudad de México, fuimos a visitar a mi cuñado y de entrada me regaló un pasesote de cocaína, me dijo, eso de alcohólicos anónimos, son puras jaladas, y así fue, tapé la botella, pero me prendí de la cocaína y comencé a tocar fondo tras fondo, me volví loco, mis delirios de persecución, mis delirios auditivos, visuales, me robaron el sano juicio, era el puro huesito, ojeroso, amarillo, cansado y sin ilusiones, como dice la canción, y por supuesto, a escondidas de mi esposa, me atascaba de vodka. No quería, no podía dejar de consumir, yo era el más claro prototipo del mediocre.
La Saliva del Diablo
De joven, podía durar hasta tres días seguidos de borrachera, no había truco en aquel entonces, no usaba cocaína, aguantaba un piano, pero era demasiado alcohol, demasiada enfermedad y tarde que temprano, mi hermano y yo comenzábamos a pelear, a intranquilizar a mi madre, yo era oídos sordos, no escuchaba sus suplicas, continuaba peleando, no me importaba el derrame de sus lágrimas, no veía su dolor y preocupación. Ya por favor, ya por favor, cálmense.- Muchas veces llegamos a los golpes, a romper vasos, lámparas, ceniceros, cada convivencia familiar la convertíamos en un desastre, ya fuera el 10 de mayo, la cena de navidad o de año nuevo, el maldito alcohol irrumpía el bienestar familiar, la paz entre nosotros, la externábamos a golpes e insultos, ahora comprendo la magnitud de mi enfermedad, que no es solo alcohol y drogas, es mucho más complejo que eso, hoy veo mi cruda realidad y solo por la gracia de Dios, he podido ser libre, al menos solo por hoy, de los estragos amargos de La Saliva del Diablo, hice mucho daño y me dañé en demasía, me hundí en el alcohol y las drogas, perdí infinidad de cosas, como calidad de vida, salud, dinero, tiempo y todo lo que un drogadicto pierde, dignidad, respeto hacia uno mismo, amor propio y fe en Dios, todo se me fue de las manos en un abrir y cerrar de ojos.
Un mar de incongruencias 
En estas fechas de calor intenso de fuertes temperaturas, me sentaba frente a la chimenea y la prendía a todo lo que daba, llena de troncos, colocaba a mi Bebo, un hermoso perro salchicha negro, a un lado, mi vodka y mi perico de cocaína, a veces me fumaba un puro Montecristo, y mientras el fuego se consumía, yo pasaba horas enteras echando leños, y hasta ropa de mi mujer y cosas mías; eran tardes, días y noches de loquera, de mucha soledad y de un intenso dolor en el pecho, un vacío espiritual enorme, totalmente ausente de mí y no podía parar, entre más consumía, más quería, estaba en una zona de confort, en la rutina diaria, hundido en depresión, justificando mis tragedias, sin darme cuenta que la vida se estaba extinguiendo, yo estaba muerto en muchos sentidos y cada día moría más en otras cosas, era una muerte lenta y segura, cruel, unas veces lloraba cada vez qué empezaba a inhalar cocaína, porque sabía que en días enteros no iba a poder parar, que me tenía que atascar hasta quedar como idiota, propiamente congelado sin poder moverme, sin poder hablar, claro, sin dormir, ni comer, anestesiado en todos los sentidos…
Doy testimonio de fe, de vida y esperanza
Sé que no soy el único recuperado, ni el único que ha salido avante ante la adversidad y la lucha contra ésta maldita, perversa enfermedad del alma. A mí, me ha costado, con la ayuda de Dios, muchos días de lucha y esfuerzo, todos los días, de rodillas le doy gracias a Él por este regalo de vida, entro en mi templo, que es mi baño en oración y meditación, voy a grupos de auto ayuda, a dar testimonio o llevo a un doceavo, de igual manera, visito anexos haciendo servicios, dando terapia y guiando a otros a salir adelante, atiendo a un gran número de personas cada semana que buscan ayuda, escribo tres cuartillas y media por semana, estoy presente en radio, televisión y periódicos, doy mensajes de vida y esperanza, ocupo espacios en internet, el mejor de mis servicios está en mi casa, recorro escuelas y colonias, trato de erradicar mis defectos de carácter y mis patrones de conducta equivocados, de repente mi enfermedad brinca y despierta al cavernícola emocional, pero hoy no cambio ni un segundo de esta vida por la mejor borrachera, o por la mejor fiesta, hoy vivo la vida en plenitud, con humildad y gratitud; para celebrar este aniversario, escogí este tema que publiqué hace muchos años y que forma parte de mi libro, Ayer y Hoy, Volver a Empezar, también, como una muestra de gratitud a mi esposa, a mis hijos, mis hermanos y tantas personas que generosamente me han ayudado a crecer a salir adelante y a dar lo mejor de mí. -Mil gracias. Digo lo anterior, no para presumir o quedar bien, lo hago porque es verdad y para comprometerme a no olvidarme del infierno donde vengo.
060, llamado de emergencia
Me encontré un buen amigo, colega, periodista y servidor público a quien conozco de hace muchos años y me dio mucho gusto verlo. Juntos empezamos a recordar cuando él se desempeñaba como titular de comunicación social de Seguridad Pública Municipal. Recordamos las veces que él fue a mi casa y yo le decía en mis loqueras, en mi paranoia, por dónde se habían ido los supuestos atacantes que habían entrado a mí casa, él sorprendido de mis juicios, permanecía callado, mientras le mostraba el talco abundante que yo desparramaba en la alfombra para comprobar que alguien entraba y dejaba sus huellas. Fueron noches interminables, infernales, de mucho dolor, la loquera en todo su apogeo. Por las noches, atascado de cocaína, obsesionado por mi celotipia, posesionado de mis miedos, le daba rienda suelta a la imaginación, echaba a andar la película ante el más mínimo detalle, como el hecho de haberme encontrado algunos casetes grabados con música rara, con voces feas y un tanto satánicas, o los mensajes que dejaban en mí máquina de escribir, sé que hubo mano negra, sé que esa mano que mecía la cuna, le echaba más gasolina a mi paranoia, sé quién lo hacía y bastaba entonces el más mínimo indicador y yo marcaba de inmediato el 060, las patrullas llegaban rapidísimo, y entraban a mi casa, yo vuelto loco, enojado les señalaba las huellas que dejaban, las marcas en la pared por donde se trepaban, les decía, por ahí se fueron, por la parte de arriba de las recámaras, y por las puertas por dónde se tira la ropa sucia al cuarto de lavado, les señalaba las pisadas, las marcas de los tacones, de igual manera, cómo embarraban excremento en la pared.  Mensajes con tinta de sangre que se escurrían frente a mí y que nadie más veía esos diabólicos textos.- Loco por completo.

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