MEMORÁNDUM


*** El primer espacio de liderazgo

Gerardo Ruano Cástulo
Si de algo estoy convencido, es que la mayoría nos levantamos de la cama, deseando tener un día exitoso. Nadie, en su sano juicio, desea tener una jornada desastrosa.
Bien lo decía Wayne Dyer, que los milagros ocurren todos los días, la única condición es que estemos preparados para verlos y recibirlos. Así como en aquella analogía del niño y la mamá, tomada del taller de la imaginación de Juan Francisco R.; cuando la señora estaba muy ocupada trabajando y pide a su hijo que le dé la oportunidad de terminar lo que está haciendo.
El pequeño accede y se va a jugar por unos pocos minutos. Pero, enseguida va con su mamá y le pide que vaya a jugar con él. Ella, le insiste en que le dé media hora para culminar el trabajo.
Su hijo vuelve a acceder y se va. Pero no tarda mucho, muy rápido regresa y entonces la señora lo voltea a ver de manera seria. El pequeño agacha la cabeza y le dice a la señora que solamente iba a pedirle un abrazo.
La mamá, conmovida le dice que adelante. El pequeño no avanza y le indica que no puede darle el abrazo. La señora pregunta la razón y su hijo le indica, que Ella no está abriendo los brazos.
Así es en la vida. Si deseamos que más bendiciones y cosas buenas nos sucedan, es necesario e importante abrir los brazos. El grave problema, es que las preocupaciones, la ansiedad, el estrés, entre otras enfermedades tóxicas  de la mente, suelen impedir que se abran los brazos.
Lo hemos dicho. Todos deseamos que pasen cosas extraordinarias en nuestras vidas. El punto es trabajar en esa misma ruta. Porque de plano, si nos mantenemos en el mismo lugar y haciendo lo mismo todos los días, nada novedoso sucederá. Caeremos en la terrible y mortal rutina. Nos podemos encasillar en la llamada zona de confort. Ahí donde nos sentimos a gusto, pero en el fondo sabemos que nos estamos muriendo sin hacer nada.
Eso también ocurre en quienes tienen la tarea de encabezar proyectos. Quienes tienen en sus manos alguna alta responsabilidad. Lo peor que les puede suceder, no es tan solo caer en la rutina, sino olvidarse que antes de todo, no se requiere de un cargo para ser líder; porque el primer espacio de liderazgo está dentro de nosotros mismos.
Darle un giro a los grandes proyectos, comienza con el crecimiento de quien está a cargo y éste tiene el don de convertirse en ese catalizador que se necesita.
Desde esa perspectiva, vemos muchos ejercicios en los que no pasa nada. Se vive en la misma rutina. Quien encabeza no parece ocuparse mucho en su crecimiento. Lo peor del caso, es que eso también se transmite, haciendo crecer toxinas que pueden afectar la armonía y fortaleza del proyecto.
Los nuevos tiempos requieren de líderes que transmitan valores como la transparencia y honestidad. Que se palpe su visión. Que se note su capacidad de aglutinar hacia la conquista de mejores escenarios.
Por eso, en lo personal, no me extrañaría, si el PRI decide hacer una rotación en la coordinación de su bancada en el Congreso del Estado. No me extrañaría, porque los retos que se vienen, requieren de un liderazgo que rompa con el marasmo y sea factor de unidad en la ruta hacia el 2018. Y si el asunto es por la equidad de género; creo que tienen en esa bancada, mujeres de mucho y gran talento. ¿O no? Esa es la cuestión.

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