EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ

Gratitud
Por Ramón Durón Ruíz (†)
Cada que me lee, mi corazón se llena de agradecimiento hacia ti, cuántas veces, por creernos “el último refresco en el desierto”, olvidamos dar las gracias, son muchas las cosas por las que podemos dar gracias a DIOS, pero nuestra vida trascurre en un lamento perpetuo por aquéllas que anhelamos, ignorando que quejarnos es la manera más simple de debilitar los dones que la vida nos ha entregado, pareciese que tenemos una atracción natural para quejarnos en lugar de tenerla para dar las gracias.    

Aquellas personas que se han encontrado con fuerte retos y pruebas, como el sufrimiento, la enfermedad y la muerte de un ser querido, tienen un punto de referencia distinto. No se preocupan por las insignificancias, y sienten especial gratitud por los más pequeños favores y bendiciones. 
Cuando la vida te sonríe, cuántas veces postergas dar las gracias, olvidando que cuando vas con un “gracias” por la vida, con un “gracias” en el corazón, con un “gracias” en la mente y en los labios, todo miedo al que hayas estado aferrado debilitando tus potencialidades, sea cual sea, desaparece y reaparece la pureza del amor. 
Es innecesario buscar la gratitud en el universo, si no está dentro de uno mismo, jamás la encontraras. La gratitud no depende de lo que pase en el mundo… sino de lo que anida en lo más íntimo de tu ser, nace de poner en tus tareas todo el potencial, no tiene recetas, cada quien la cocina con la sazón de su propia esperanza; la gratitud no es una posada en el camino… es una forma de caminar.
Con mucho acierto Louise L. Hay, autora de “Tú puedes sanar tu vida; tú puedes sanar tu cuerpo”, dice: “Una actitud de agradecimiento tiene el poder de convertir las dificultades en oportunidades y los problemas en soluciones”.
Por su parte, David Yonggi Cho nos dice: 
1. Dar las gracias honra a Dios. 
2. Dar las gracias trae bendiciones.
3. Dar las gracias trae gozo y felicidad. 
4. Dar las gracias trae sanidad interior.
5. Dar las gracias nos ayuda a experimentar milagros y a superar dificultades. 
La gratitud es una virtud que se cultiva con la práctica, es una excelente manera de dejar de concentrarse en los problemas, en las cosas negativas y fijar la atención en lo que está bien. El agradecimiento hace sonreír, llena de gozo e inunda de amor el corazón. Cuanta más gratitud sientas por lo realizado y por lo que falta por hacer, más armonizado estarás con el universo. La gratitud es una virtud que puede contribuir de forma ilimitada en tu felicidad, porque es un aspecto esencial del amor. Una excelente manera de hacer especial cada momento de tu vida es expresar gratitud por todo lo que ocurre en el mundo. 
La vida es un regalo y la gratitud nutre tu corazón, te ayuda a trascender e intensificar tu potencialidad de vida. Agradece este regalo y úsalo para sanar tu vida, dar las gracias incluso antes de recibir, eso es lo que crea los milagros con los que nos sorprende el universo. La gratitud es la respuesta emocional llena de la vitalidad del amor, que surge en tu interior cuando te encuentra ante el imponente diseño de la vida, es una actitud que nace del corazón en aprecio a reconocer los dones que posees. 
La gratitud es un acceso a la conciencia, y la conciencia es una puerta hacia al amor eterno que fluye permanentemente. La gratitud no tiene límites: con su magia de vida tiene la virtud de despertar tu alma adormecida, haciendo de ti un ser pleno y diferente.
      Lo anterior me recuerda la ocasión aquélla en la que Fibrionio llega con el Filósofo: 
      –– Filósofo, estoy muy agradecido contigo, los consejos que me das siempre me funcionan, ahora necesito que me digas ¿cómo le hago para enseñar a nadar a una joven?    
      –– Mira, eso es muy sencillo –respondió el Filósofo–… eso tiene su técnica, primero pasas la mano izquierda por su espalda y le coges la teta izquierda, luego con la mano derecha le tomas la teta derecha...
      –– ¡No, Filósofo...!, ¡es que la muchacha es mi hermana!  
–– ¡Ah! –dijo el Filósofo–,  entonces la cosa es más sencilla, dale un empujón y… ¡QUE SE LAS ARREGLE SOLA!

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