Necesito Liberarme
“La
prueba más clara de estar fuerte en el vivir es saber amar y, en el recuento de
lo amado, radica el gozo”.
Víctor
Corcoba Herrero/ Escritor
Hoy he salido a interrogarme, a verme
en el azul del cielo, y a preguntar por mi estrella. Estoy harto de caminar sin
rumbo, de que me desorienten y deslumbren aquellos que buscan los honores aquí
abajo, de vivir atrapado por la idiotez de la sinrazón, y por el calvario de la
mundanidad. Ciertamente, necesito
liberarme de tantas mentiras sembradas, de tantos agobios sufridos, de tantas
soledades vividas.
Ojalá encuentre la ternura que vierte la mirada de un niño,
viva la sabiduría de los ancianos, disfrute del equilibrio y generosidad del
orbe. A veces pienso que todo parte de nosotros. Sea como fuere, uno de los
mejores regalos que podemos darnos, cada cual consigo mismo, es ofrecer el
perdón a quien nos ha ofendido, celebrar el encuentro, dedicarle tiempo a una
persona que pide nuestro auxilio, cuidar a un enfermo, visitar a los que están
entre rejas. Por eso, uno ha de darse siempre y ha de recogerse en el momento
preciso, para hacer examen de los pasos dados. Autoescucha y esfuerzo
perseverante por encontrar el verdadero horizonte de la alegría, debe ser
nuestro desvelo, porque sin ella, todo proceder es baldío. Por tanto, la prueba
más clara de estar fuerte en el vivir es saber amar y, en el recuento de lo
amado, radica el gozo.
En cualquier caso, aún en medio de las
adversidades, hemos de perseverar serenos por dentro. Como aquellos Magos de
Oriente, que se pusieron en camino, yo también me acabo de poner a mirarme y a
verme, nada de extraordinario a simple vista, pero de pronto me observo que estoy
sumido en el derroche, y que este desperdicio por parte de algunos, es alimento
vital para otros. Olvidamos que cuando no cooperamos entre sí, todo se nos
derrumba. También la estrella que buscamos deja de abrazarnos. Sin duda, hoy
más que ayer, nos hace falta salir de nosotros mismos, dejarnos acompañar,
acrecentar la comprensión y la compasión, coexistir desviviéndonos por ese
número récord de personas que se mueven en busca de seguridad y protección. Esta
triste realidad, lo que nos indica, es que tenemos que recobrar otro espíritu
más humanitario. Asimismo, hay que fortalecer la confianza entre semejantes, en
una época en que inconcebiblemente muchos niños se mueren, porque no tienen
suficiente comida. Esto es indignante. Este comportamiento suicida tiene que
terminar al instante. En su fecha, ya los Magos, no quisieron proseguir por su
camino. Reniegan de Herodes. Dejan de ser aliados de aquel soberano poderoso y
a la vez cruel. Al presente, también nosotros, hemos de desatarnos de tantas
esclavitudes y desentendernos de la avaricia de los poderosos de este mundo,
para transformar el planeta en una morada colectiva, donde gobierne la
tolerancia y el respeto hacia toda existencia.
Entendamos bien el mensaje de la
estrella que todo lo ilumina de estrofas, y comprendámonos entre los moradores.
La violencia no es el horizonte a proseguir. Tampoco de la pugna puede salir
nada hermoso. Al fin hemos de confluir
en un mismo lenguaje, el del amor, que es el que realmente nos transfigura y
enriquece humanamente. O sea, es el afecto que nos tengamos el que nos hace
mansedumbre y emoción, libertad y luz. Quizás debamos ensanchar el corazón,
revitalizarnos en suma, ponernos en disposición de asistencia siempre. Antaño,
los Magos, pudieron hacer la poesía más perfecta. Desde el corazón más níveo,
se animaron a versar lo débil, postrándose ante el indefenso, y aún abatidos,
tuvieron la fuerza necesaria para explorar ese cambio que anhelamos y
necesitamos. Tal vez tengamos que salir de nuestra zona de confort y
despojarnos de hipocresías. Esos son esquemas caducos, de otra estación. Está
visto que los fetiches terrenales sólo prometen esclavitud, tristeza y miedo.
Pongámonos en guardia como los auténticos poetas. Con el inicio de este año
puede ser un buen propósito. Somos muchos los que no queremos más de lo mismo.
Urge regenerar la especie humana con otras moralidades. Pasemos del mercado a
la gratuidad, del abandono a la acogida, del egoísmo a la donación. ¡Así quiero
que sea mi mundo! Una humanidad menos consumista y con más alma hacia los
análogos. Me niego, en consecuencia, a que me anestesien el corazón con el
Poderoso Caballero de don dinero, el de siempre. ¡Ya está bien! Liberémonos de
su poderío, con la añoranza del verso y la palabra, para ese diálogo armónico
que todos requerimos, pues son las relaciones entre humanos lo que da valor y
sentido a la vida.
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