ZONA CERO

*Militares humillados por “el pueblo bueno y sabio”
*¿Vamos a hacer cómo si nada hubiera pasado?
Roberto Santos
Después de que los militares fueron atacados, desarmados y usados como materia de canje por armas de un presunto grupo delincuencial, no parece que los afectados van a quedar conformes con las autoridades civiles.

Como ya se sabe, un pelotón de militares fue detenido en la Huacana, Michoacán, por un grupo de civiles en forma agresiva, supuestamente con apoyo del pueblo.
Después, totalmente sometidos los integrantes de ese pelotón, fueron usados por los civiles para exigir les fueran devueltas armas que un día antes los militares les aseguraron a otro grupo delictivo, entre ellas una Barret, capaz de penetrar vehículos blindados y tirar helicópteros.
La humillación por la forma en que fueron sometidos y vejados lleva a pensar que si a los militares les dan ese trato, después de eso ya no hay límites en la actuación de las bandas criminales.
Siendo la Sedena junto con la Marina, las máximas instancias que el Estado tiene para salvaguardar la soberanía del país, así como garantizar la seguridad interior, vemos que ya no están cumpliendo ese objetivo, pues al reducirle su capacidad de actuación, terminará siendo el hazmerreír de cualquier banda criminal, y esto, por supuesto, solo es correcto en la cabeza del presidente de la República.
Ordenar que no repriman al “pueblo bueno y sabio” es un error, por decir lo menos, cuando parte de ese pueblo da vida a esas bandas de maleantes, cuya actuación ahora ya no tiene límites porque saben perfectamente que los militares están amarrados, limitados, pues salen a las calles a patrullar pero no pueden actuar, so pena de ser castigados.
Hoy lunes han circulado algunos escritos donde los militares se quejan de la acción de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y piden que los regresen a los cuarteles porque de que sirve traer armas y estar capacitados si no pueden emplearlas al carecer de un marco legar que los ampare.
Incluso en una página en redes sociales Militares-Sedena oficial, con casi 93 integrantes, rechazan por “mediocre” el comunicado de la CNDH, donde ésta reprueba “esta acción porque está fuera de la ley” y “bajo ningún supuesto es posible el uso de la fuerza y violencia para solicitar o exigir planteamiento alguno.”
La CNDH también pide a las autoridades la investigación pertinente para dar con los culpables y les apliquen las sanciones conforme a derecho corresponde.
Pero es más fuerte una carta que fue subida por este mismo grupo de militares, dirigido informalmente a la Cámara de diputados, Senadores y al Presidente Andrés Manuel, donde exigen “respeto a nuestra institución, a nuestra persona y a nuestra seguridad”.
 También piden que se apruebe una ley donde se les deje utilizar las armas si es necesario para salvaguardar su seguridad.
Y si eso no se lleva a cabo, exigen regresar a sus cuarteles.
“Cómo es posible que tengamos estrictamente prohibido defendernos”, se cuestionan en el mismo escrito, y definen que “este no es el pueblo bueno y sin armas, este es el pueblo delincuente que merece un trato peor al que nos dieron a nosotros.”
La indignación se condensa en el siguiente párrafo, cuando dicen que “si el gobierno y la CNDH no nos apoya entonces no nos hagamos pendejos, los delincuentes son ustedes”, para rubricar con un hastag #Militares_Sededa MX.
Veremos hasta donde llega el descontento de los militares y si esto hace cambiar de idea al presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador de que los militares y próximamente la Guardia Nacional tienen frente a sí a delincuentes despiadados, que no dudan en usar sus armas en contra de bandas rivales y de la población a la que extorsionan, secuestran y asesinan sin miramientos.
Ojalá entienda que su pensar romántico del pueblo bueno y sabio choca con la realidad, donde ese pueblo criminal que trata de dominar a la otra parte de ese mismo pueblo –aquel que diariamente sale a trabajar honestamente– mediante extorsiones, cobro de piso, secuestros, asesinatos si no cumplen sus órdenes. 
Igual como ahora lo sufren los militares, muchos ya lo ha estado padeciendo diariamente por muchos años y no pueden hacerse escuchar por las autoridades federales, que insisten en “abrazos no balazos”.
Vale destacar dos preguntas que los militares que redactaron esta carta plantearon al inicio de la misma: 
¿Y ahora qué va a pasar?
¿Vamos a hacer como si nada de esto hubiera pasado?

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