EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ

Gratitud
Por Ramón Durón Ruíz (†)
Uno de los libros que más me encantan y respetuosamente te sugiero en la primer oportunidad te des el permiso de leer es “La Oración de la Rana” de Anthony de Mello. Las abuelas de mi tierra escuelas plenas de sabiduría, dicen que la rana es un ejemplo de vida porque siempre salta para adelante, así tu vida, en lo mental, en lo físico y en lo espiritual siempre es importante elegir ir para adelante, “porque la vida es lo que viene… no la que fue”

Con esa preclara inteligencia lleno de dones espirituales Anthony de Mello contaba que: “Un niño negro contemplaba extasiado al vendedor de globos en la feria del pueblo. El pueblo era pequeño y el vendedor había llegado pocos días atrás, por lo tanto no era una persona conocida. En pocos días la gente se dio cuenta de que era un excelente vendedor ya que usaba una técnica muy singular que lograba captar la atención de niños y grandes. 
En un momento soltó un globo rojo y toda la gente, especialmente los potenciales, pequeños clientes, miraron como el globo remontaba vuelo hacia el cielo. Luego soltó un globo azul, después uno verde, después uno amarillo, uno blanco... Todos ellos remontaron vuelo al igual que el globo rojo. 
El niño negro, sin embargo, miraba fijamente sin desviar su atención a un globo negro que aún sostenía el vendedor en su mano. Finalmente decidió acercarse y preguntó al vendedor: 
— Señor, si soltara usted el globo negro, ¿Subiría tan alto como los demás? El vendedor sonrió comprensivamente al niño, soltó el cordel con que tenía sujeto el globo negro y, mientras éste se elevaba hacia lo alto, dijo: — No es el color lo que lo hace subir hijo... ES LO QUE HAY ADENTRO”1
La moraleja es que los seres humanos nos elevamos no por la fuerza del poder económico o político, sino por lo que llevamos dentro ¿y qué es lo que llevamos adentro? sino los valores que nos conducen a nuestra realización moral, ética, personal y social. Uno de los valores que nuestros abuelos y padres nos han enseñado es la GRATITUD, ser agradecido sincroniza tu vida con el universo.
¿Sincronía? ¡Sí!, sincronía. Cierta ocasión, fui a dar varias conferencias al hermoso estado de Puebla, pasando por el Centro de Tehuacán, me paré en un semáforo que estaba en rojo, a los pocos segundos cambio al verde, metros adelante el siguiente semáforo estaba en rojo, cuando se puso en verde le dimos la marcha al vehículo, volvió aparecer en la siguiente esquina otro en rojo, y así hasta pasar todo el centro. 
¿Qué pasaba con los semáforos? No estaban sincronizados y eso es lo que hace el poder de la GRATITUD, es una palabra mágica que sincroniza tus dones y poderes para que puedas ser recipiendario de los miles de bienes que Dios tiene cada nuevo amanecer especialmente para ti.
Lo anterior lo digo porque al término de una de las Conferencias, ya por la noche cuando platicaba con un amigo, le decía que estaba exhausto y sabiamente cimbró mis estructuras emocionales cuando me dijo:
— ¡DEBERÍAS ESTAR AGRADECIDO!
En ese momento reflexione sobre la verdad de tan acertado consejo, y di las GRACIAS a Dios por bendecir al viejo Filósofo con el milagro del trabajo, recordé que la palabra GRACIAS cuando se expresa al Padre desde el fondo del corazón, se vuelve extraordinaria porque emerge de un corazón en GRATITUD.
El valor de la GRATITUD se mama en casa y se cultiva con el día a día, tiene la magia de enraizarte en las bendiciones que el Padre tiene para ti, dar las GRACIAS es esencial para tu sincronía con el universo y para tu pleno desarrollo, ser AGRADECIDO, además de que te hace crecer, contribuye a que seas feliz porque su elemento vital es el amor.
Cuando expresas la palabra GRACIAS, vibras con un poder que produce que todo lo que seas o hagas tenga un sentido especial, porque la sentencia es muy sabia: 
“Nadie puede ser AGRADECIDO ni desgraciado al mismo tiempo”
Apropósito, un joven psicoanalista, llegó a la capital para superarse, presidido por una gran fama y AGRADECIDO con la vida, regresó a su tierra a poner sus conocimientos al servicio de sus coterráneos. 
El primer paciente que tuvo, fue un profesor de Güémez que era harto trabajador. Después de la primera sesión el profesional de la conducta humana, tuvo un diagnóstico preciso: 
— Tiene usted el Síndrome de la Adicción al Trabajo. 
Sorprendido el maestro, tuvo la necesidad de trabajar sábados y domingos para… ¡PODER PAGAR LAS TERAPIAS!.

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