LAS DENTELLADAS

¡Sálvese quien pueda!

Por El Tiburón

Mire usted, mi estimado, ya nadie está a salvo en Guerrero. Aparte de los muertos relacionados con la violencia ligada al crimen organizado que quedan regados, descuartizados y descabezados por diversos rumbos del estado, ahora hay que sumar los crímenes políticos que ya suman un número impresionante y que, a todas luces, han rebasado definitivamente al gobierno del estado, que encabeza Zeferino Torreblanca Galindo.
Vivimos hoy en Guerrero como en la selva. No hay autoridad que pueda poner orden y pacificar la entidad. Los criminales se pasean por Guerrero sin ninguna preocupación pues pareciera que la justicia en el estado está coja, manca y ciega.

El año pasado asesinaron al líder perredista en el Congreso, Armando Chavarria Barrera. En cualquier otro país, la muerte de un líder político del peso de Chavarria habría provocado un cataclismo político, sólo aquí en Guerrero se le ha visto casi casi como un asunto de rutina y hoy siguen las promesas de que se va a resolver antes de que termine este sexenio, lo que ocurrirá en abril de 2011.
Hace poquito mataron también al líder del Partido del Trabajo en el estado, Rey David Hernández García. ¿Dónde están los asesinos? Nadie sabe. Poco antes la víctima fue el síndico de Coyuca de Catalán, Ignacio Duarte Ortuño. Siguen las exigencias de justicia pero nadie es capaz de procurarla.
El 4 de febrero también fueron ejecutados el secretario general del Ayuntamiento de Coyuca de Catalán, José Luis Sotelo Román, y el secretario particular del alcalde perredista, Elí Camacho Goicochea, Santana Rayo Chamú. A eso súmele la muerte del síndico perredista del municipio de La Unión y ahora el asesinato en pleno mercado de Chilpancingo, del alcalde de Zapotitlan Tablas, José Santiago Agustino, quien es el tercer miembro del mismo Ayuntamiento asesinado en menos de dos años. Antes, en 2009, fue acribillado el presidente municipal suplente Alfonso Rivera de la Cruz y poco después el síndico de ese mismo municipio Abundio Pérez. Somos un estado bañado en sangre.
El hecho de que haya en Guerrero tanta violencia ligada al crimen organizado y tanta violencia política, califica de manera absolutamente negativa el quehacer del gobierno del estado. Pero peor lo califica el hecho de que nunca haya hecho nada para detener la violencia que afecta a municipios como el de Zapotitlan Tablas, donde según diversas fuentes, desde hace tiempo se dijo al gobierno del estado que había una lista negra de políticos locales sobre quienes pesaban amenazas de muerte que se han venido cumpliendo rigurosamente, sin que la autoridad haya movido un dedo para salvaguardar la seguridad de un ayuntamiento diezmado por la criminalidad y de un pueblo aterrorizado por la violencia.
Fuentes ligadas a las víctimas han señalado que poderosas manos ligadas al gobierno del estado han alentado la violencia en Zapotitlán Tablas y que es una de las razones por las que no se ha detenido a los criminales que –presumen- son conocidos allá.
Pero alguien podría decir que si bien el gobierno de Guerrero no puede garantizar la seguridad de las personas, por lo menos puede ofrecer una justicia certera y expedita. Pues no, camaradas. No se si me falle en alguno de los casos enumerados pero no ando lejos si le digo que casi todos estos crímenes permanecen impunes. No estoy lejos de la realidad si les digo que la Procuraduría (con titular y sin titular) no ha podido desentrañar la verdad en la inmensa mayoría de los casos.
Lo único que escuchamos cada vez que hay un asesinato político son lamentaciones, promesas de justicia que no se cumplen y compromisos para investigar “a fondo”. Es más, la misma sociedad comienza a sentirse como un poco acostumbrada a las muertes, pues surgen protestas en los medios, se realizan algunas manifestaciones, se escuchan condenas de políticos pero pasado unos meses todo vuelve a la normalidad, hasta que viene otro asesinato que nos coloca nuevamente ante la cruda realidad que hoy no puede ser otra que ¡sálvese quien pueda!