SIN FÍN DE HISTORIAS

Por Ramiro Arturo Barrera Moreno

RECUERDOS DE LA NOCHE BUENA

Desde hace diez años, no he pasado la Nochebuena y el dia de Navidad en Chilpancingo, Gro.. mi tierra natal; la chamba no me ha dejado. Alejado de mi hijo, mis nievecitas, mis papás y mis hermanos. Año con año en la Nochebuena llegan a mis recuerdos aquellos inolvidables momentos cuando “acostábamos” al niño Dios.
A veces uno piensa que en todos los lugares del país es igual que en nuestra tierra, pero no es así;  por ejemplo actualmente radico en el Edo. De México y acá, le llaman “arrullar” al niño Dios y el acto consiste en poner la figura del niño Jesús en un rebozo que hace las veces de una hamaca y mientras le mecen, solo le cantan el clásico “..A la rorro nene…• para después ubicarlo en el nacimiento.
En Chilpancingo desde que tengo uso de razón, al niño Jesús le cantamos las clásicas “aromas”, cuyas estrofas muchas veces las cambiamos diciendo barbaridades, pero la fe nadie no las quita. Recuerdo aquellos versos cantados:

Aromas se quemen de placido olor (algunos decíamos de paz y dolor)
Delante del Niño derrámense flores 
Adórenle reyes y pobres pastores
Y cantos entonen al Dios salvador
Y cantos entonen al Dios salvador

Son bellísimos tus ojos
Y rizados son tus cabellos
Como alabastro tu cuello
Pura tu boca infantil

( después de cada verso se repite el primer coro)

¡Que agraciados son tus brazos!
¡Tus manos que delicadas!
Suavísimas tus miradas
Como las áureas de abril.

¿En donde apagaste el rayo?
¡En donde dejaste el trueno?
Amor te acostó en el heno
Te ha desarmado el amor.

Acostado sobre hierbas
Estas ceñido de fajas,
Tú que al orbe desencajas,
En los actos de furor.

Los héroes y los monarcas
Son insectos a tu lado
Y sobre el cielo estrellado
Los luceros brillarán.

Tu linda y cándida madre
Te da besos y te mira
Te acaricia y suspira
Pensando en Getsemanì

(Aclaro que no son todos los versos, solo escribo los que vienen a mi recuerdo). Al terminar de cantar ese coro, se entonaban otros cantos de los que recuerdo los siguientes versos:

Niño aquí te acuesto
En este lugar,
Hasta el Dia de Reyes,
Te he de levantar.

Ya nos retiramos
Niño chiquitito,
Pero a traer te vamos
Muchos juguetitos

Sagrada María
Nosotros nos vamos
Y en el corazón,
Todos te llevamos.

¡Que tiempos aquellos!, en muchas casas del barrio se acostaban los Niños Dios, y las señoras dueñas del Niño, invitaban a sus Madrinas, quienes se encargaban de llevar las velitas de colores y las luces de bengala que eran encendidas mientras se hacia esta ceremonia, así como los rollos de “cuetes” que por millares se tronaban al finalizar la “acostada”; el comadrazgo era de sumo respeto y se establecía como un compromiso de cada año. Sin embargo en la solemnidad del evento, nunca faltaron las travesuras de todos los chiquillos que acudíamos a esas ceremonias tradicionales. ¿A cuantos chamaquitos y chamaquitas les chamusque sus cabellos con mi velita encendida? ¿A cuantas señoras les apague sus velitas a soplidos? Y en el colmo de mis travesuras; como olvidar, cuando quemé un hermoso arbolito de navidad forrado de blanco  algodón y cubierto de escarcha en espuma que daba la impresión de ser  nieve, por lo que decidí averiguar si aquellos copos, se derretían con la flama de mi velita. Pero como aquello era un material plástico altamente inflamable, ardió como yesca;   que si no es por la oportuna y ágil reacción del hijo mayor de la dueña de la casa, ¡se hubiera chamuscado toda la vivienda! En esas “acostadas de Niño Dios”, las anfitrionas se lucían regalando aguinaldos llenos de dulces y de frutas, además de que repartían tacos, tamales, atole, chalupitas, tostadas y otros ricos alimentos. Después, a media noche en casa de mi abuelita Ofelia, nos reuníamos con toda la familia  a cenar un riquísimo fiambre que era el platillo tradicional de esa fecha. Yo terminaba la velada con una tremenda y relumbrosa panzota, y no pocas veces terminé “deponiendo” tanta tragazón, con la consabida amorosa regañada de mi santa madrecita.
Llega a mi memoria, la figura de una niña vecinita de la calle de Zaragoza de nombre Perla, que era medio acelerada y se la pasaba cantando, bailando y haciendo monerías por la calle, la cual en una de tantas “acostadas” del Niño Dios, sus cánticos estridentes y desentonados, primero nos espantaron y después nos hicieron llorar pero de risa, ya que inocentemente cambió unos versos de los escritos líneas arriba. Y hoy a mis más de 50 años, concluyo que esta chiquilla, sin desearlo, esa lejana noche de principios de los años sesentas, creó una canción no apta para niños ni mojigatos y totalmente irreverente.

Así combinó dos versos y cantó varias veces:

Los héroes y los monarcas
Se dan besos y se miran
Se acarician y suspiran
Pensando en que se van  ir.

Era obvio que aquella pequeña ni ninguno de nosotros, conocíamos en ese momento la historia del Gran Alejandro Magno y sus conductas homosexuales. Tampoco habíamos leído la obra de Homero titulada la Iliada y la Odisea , donde queda claro que el mítico personaje Aquiles, tuvo como amante preferido a su amigo Patroclo, así como otras historias de esa misma naturaleza, sucedidas hacia ya miles de años y ni quien se espantara.
Hoy en dia ese verso sería de lo más natural del mundo (hasta la ley permite el casamiento de parejas del mismo sexo, y al pederasta Padre Maciel de los Legionarios de Cristo lo querían hacer santo), ahora  ya no se espanta  nadie. Pero imaginase el revuelo que provocò ese estridente cántico aquella lejana Noche Buena del cándido Chilpancingo que no volverá,.
Una ceremonia similar, pero ahora denominada “levantada del Niño”, se efectuaba el dia 6 de enero, pero esa es otra historia.

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