MÚSICO BRILLANTE

Jesús Ávila y “La Flor de la Costa Chica”

* Pasión por las partituras y las buenas costumbres

Por Glendobeth Gutiérrez Castrejón*

Va el presente artículo con afecto para los Ávila de Ayutla, en especial para mis amigos: el profesor Jesús Ávila Morales y su hermano el señor Isauro Ávila Agatón, pero ante todo a manera de homenaje y con mucho cariño a la honrosa memoria de su señor padre el maestro Jesús Ávila Villalobos, quien a decir de mis mayores, ha sido el músico más grande y uno de los herreros de mayor envergadura que ha tenido el municipio de Ayutla de los Libres, Guerrero.
El maestro Jesús Ávila Villalobos (con clarinete), en sus tiempos de director de la orquesta “La Flor de la Costa Chica”.
Más de una ocasión he presumido con propios y extraños, la primera vez que visité a Ávila Morales, fue hace unos cinco años, quizá fue descomunal mi tardanza, creyendo demasiado en lo que decían ciertas personas: “…Ese hombre es bien corajudo”, pero un día me topé con mi hoy amigo su hermano de padre, Isauro Ávila Agatón, platicamos unos minutos en la calle y después, como si me hubieren llamado desde su puerta de “Chu Ávila”, decidí ir a su domicilio.
Cuando estaba en la entrada de su vivienda toque la puerta, leía uno de sus tantos libros de su pequeña biblioteca personal, me invito a pasar, empecé a hacer preguntas y más preguntas, como si me conociera de años, me estuvo conferenciando datos interesantes, algunos que desconocía, otros que ya me habían platicado algunos adultos de Ayutla, esa primera ocasión conversamos 5 horas sin parar, me levante dándole las gracias por su tiempo y cuando estaba a punto de salir me pregunto: ¿Y tu quien eres?, le respondí con lujo de detalle, sonreímos y quedamos de seguirnos frecuentando.
Para quienes desconocen de su padre, del maestro Ávila Morales, les contaré brevemente el porqué de su celebridad, diciéndoles primeramente que las cosas no surgen de la noche a la mañana, que detrás de la grandeza de todas las celebridades hubo la mayoría de las veces caminos escabrosos por recorrer, una que otra zancadilla por librar y otras tantas veces fue necesario tomar aire y valor para levantarse de las duras caídas de la vida.
Corría el año de 1882 cuando el H. Ayuntamiento de aquella época se ocupó en integrar una Banda de Música del gobierno municipal ayutlense, fue una comisión de regidores con visión cultural, quien hizo una relación de los posibles niños, jóvenes y adultos de proceder intachable para proponer a los primeros integrantes de áquella legendaria organización musical, los ediles acudieron a casa de don Antonio Ávila y doña Refugio Villalobos, en búsqueda de su par de hijos.
Jesús, de 10 años de edad, se apuntó con su hermano Felipe, para primero recibir clases de solfeo y después adentrarse poco a poco en el dominio de los instrumentos que el Ayuntamiento de aquel entonces les compró, empezaron a ensayar obras pequeñas y debido a la corta edad de “Chu”, su maestro, Antonio Gálvez, no le permitió tocar el cornetín que tanto anhelaba, tuvieron que pasar más de 5 años para que el niño hiciera realidad su sueño, justo cuando quien ejecutaba éste instrumento cometió el error de indisciplinarse al tomar licor tras visitar un barco japonés que había anclado en Acapulco.
Pasado un tiempo, cuando se preparaba la revuelta revolucionaria 1910 que pugnaba por la caída del presidente Porfirio Díaz Mori, el señor Gálvez se regresó a su pueblo natal, la banda se desintegró, sin embargo, Jesús no estuvo dispuesto a quedarse sin dejar de hacer lo que ya le apasionaba, se trasladó entonces hasta el pueblo de su mentor para expresarle sus deseos de formar un grupo, fue escuchado con atención para después recibir un decreto de su viejo profesor: “…Mira vas a luchar mucho, el músico sufre bastante, te van a hacer criar coraje los músicos, pero si te gusta aviéntate”.
Dice don Isauro Ávila: “… Él formó su orquesta, enseño a mi tío Felipe a solfear, creo que fue cuando tocó don Luis Castrejón Navarrete, porqué don Luis trabajó con mi papá la herrería, fue majador y aquí lo tuvo mi padre, le enseño la herrería, la música, empezó don Luis con el bajo de embolo, no de cuerda, el bajo de embolo tiene un sonido y el de cuerda tiene otro, pero decía mi progenitor que tu bisabuelo tenía una embocadura mucho muy fina pues al bajo de embolo le sacaba el sonido de un bajo de cuerda...”
El joven inquieto inauguró sus sueños en 1908 junto con su amado hermano Felipe, los señores: Luis Castrejón Navarrete, Miguel Rivera, Everardo Villalobos, naciendo la orquesta de los Ávila en 1915, la que posteriormente fue denominada: “La flor de la costa chica” y desde entonces amenizó en bodas, XV años, bailes, corridas de gallo (serenatas), actos cívicos, banquetes, velorios, sepelios y actos religiosos en donde las misas italianas, alemanas y de autores mexicanos, dejaron maravillados a sacerdotes y obispos que llegaron a describir esa música sacra como “armonías divinas”.
Fueron más de 50 años consecutivos en que su director, maestro, compositor e instrumentista, la dirigió sin descanso, pudiese decirse que esto fue fácil, mas no fue así, puesto que al ser la orquesta de fama, por todas partes la llamaban y muy en especial el coronel Dimas Fierro, quien en la época de la Revolución Mexicana los obligaba a tocar día y noche sin pagarles ni un solo centavo, bajo la consigna que de no hacerlo los fusilaría, los músicos descansaron de él cuando en marzo de 1914, los hermanos Figueroa tomaron la plaza y sus hombres lo colgaron en uno de los almendros de la plaza principal del pueblo, en donde su cuerpo ardió por tres días.
Cuentan que en una madrugada en que don “Chu” se disponía a dar cumplimiento a un contrato, mientras se dirigía con sus músicos a “correr gallo”, se le pegaron unos muchachos afectos a su música, a los cuales advirtió: “Aquí no van a estar gritando ni decir palabras leperas, van a comportarse, pero de preferencia mejor debieran de irse a su casa porqué si los ve el coronel les va a hacer daño, ¡váyanse, váyanse!, pero ellos no creyeron, hasta que al poco rato los vio Dimas:
— “¿Y estos amigos que andan haciendo?”.
— Les gusta andar oyendo a la orquesta.
— Haber toque algo, para que bailen, ¡uno que sea el hombre y el otro la mujer!.
— No señor, perdónenosla, dijeron el par de jóvenes.
— ¡Que bailen!
— No señor por favor, replicó el par.
— ¡Que bailen!, ¿que no oyen?. Se sacó la pistola para dispararles cerca de los pies y los jóvenes contestaron:
— “…Bailaremos un ratito…” Al termino de la tocada el maestro los reprendió:
— Ya ven pendejos les dije que este hombre les iba a hacer feo, pero no quisieron entender.
Entre los ayutlenses de edad, se sabe que en otra ocasión por órdenes de un Presidente Municipal de Ayutla, mandaron meter a la cárcel a todos los integrantes de la orquesta, porque tocaron a las 16:00 horas sin sacar permiso, trámite que ellos sabían únicamente era necesario solicitar cuando los contrataban para la madrugada, pero este señor los mando meter detrás de las rejas.
Don Isauro tenía unos 13 años de edad cuando sucedió esto, el comandante que recibió la orden y que conocía a cabalidad las normas, no quería ingresara el pequeño músico al “bote” por ser menor de edad, pero don Jesús Ávila Villalobos, se opuso argumentando el chamaco también era integrante de la orquesta, que la orden había sido meter a todos los músicos a la cárcel.
Entraron entonces todos a la barandilla y de ahí se agarraron quienes estaban a favor de la orquesta, entre ellos: don Joaquín García, Antonio I. Delgado, Moisés Parra y otros conocidos del maestro Ávila con residencia en la capital del Estado, se agilizaron junto con la muchachada que hacía lo propio en Ayutla, mandaron de Chilpancingo la orden de sacar a los músicos del encierro y como a los 20 días le llegó el desafuero al Presidente Municipal por haber metido un menor de edad a la cárcel, esto sucedió hace más de 50 años.
Decir que “La Flor de la Costa Chica” amenizó en la cabecera municipal sería decir poco, pues a lomo de bestia se transportaban a cumplir contratos a los centros nocturnos y la quebrada del puerto de Acapulco, debutaban en Chilpancingo, Tlapa, Chilapa, Tixtla, Ometepec, San Luis Acatlan, Azoyú, Copala, Tecoanapa, Tierra Colorada, El treinta, Xaltianguis, Iguala y muchos otros lugares, destacando las bodas de alcurnia de Cruz Grande, Las Vigas, Copala, Marquelia y San Marcos. Su auge lo tuvo de 1920 a 1960, factores que influyeron para que este fuera disminuyendo podemos mencionar muchos, entre ellos la edad avanzada de su fundador, la migración de algunos de sus elementos al vecino país del norte, la introducción de grupos musicales que al fin líricos, con la efervescencia de sus aparatos electrónicos empezaron a ganar terreno.

Cuentan que el homenajeado estando un día en la Iglesia de Chilapa, porqué él era un ferviente católico, dijo: “Que bonito se escucharía aquí una misa, ¡no me voy a morir con el deseo de venir a tocarla!”, se llego el día de la feria, no llevó ni contrabajo ni batería, fue con el sacerdote a pedirle lo dejara tocar la misa de un autor Italiano, se lo concedieron y al termino de la celebración unos españoles se fueron a seguirlo hasta donde vendía sus machetes, pidieron les tocaran en una fiesta, argumentó la venta de machetes se lo impedía, los extranjeros se comprometieron que después les comprarían todos al precio que quisieran pero que esa noche tocara con su orquesta, cuando los españoles llegaron al día siguiente a la plaza ya no encontraron el “machete ayutleco”, don “Chu” decía Dios los había compensado.
El maestro Ávila Villalobos dejó un antecedente importante no tan solo en materia musical, se dice también fue el primero en grabar los machetes en el pueblo y que algunos en disfrutar de los trabajos que hacía en sus talleres fueron: el presidente Plutarco Elías Calles, Gral. Maximino Ávila Camacho, Gral. Manuel Ávila Camacho, Gral. Adrián Castrejón, Coronel Claudio Fox, José Vasconcelos, por sólo mencionar algunos.
Los machetes que elaboraba al rojo vivo en sus dos talleres, le permitieron comprarle a Nicolás Luna un contrabajo italiano de concierto, cuyos sonidos producidos comentaban nuestros hermanos indígenas, lo escuchaban hasta sus respectivas comunidades. Algunos instrumentos dejaron de pertenecer a la familia, pero otros, como el clarinete que ocupó nuestro querido gran músico, todavía lo conserva su descendiente Jesús Ávila Morales.
Nuestros abuelos, bisabuelos y hasta padres de familia, recuerdan con agrado, como gracias a esta orquesta endulzaron los oídos de las jovencitas de sus sueños, de cómo reenamoraron una y otra vez a sus esposas antes de que los gallos cantaran, de la manera en que la orquesta los hacía vibrar de emoción cuando empezaba a tocar valses, boleros, danzones, huarachas, swiness, jazz, en los bailes del 1 de marzo, 5 de mayo, 16 de septiembre, 20 de noviembre, 24 de diciembre. Abro un paréntesis para mencionar que cuando se conmemoró el Primer Centenario del inicio de la Revolución de Ayutla, “La Flor de la Costa Chica” estuvo ahí ganándose su lugar en la historia.
Corría el año de 1930 cuando los hermanos Jesús y Felipe empezaron a incorporar en sus filas a sus descendientes, tal es el caso de los señores: Jesús Ávila Morales, Isauro Ávila Agatón, Antonio Ávila Rendón, Luis Ávila Rendón, quienes no por ser de la misma estirpe dejaron de sentir la mano dura de sus mayores, pues si en algo se distinguieron los grandes, fue en imponer una disciplina muy rígida, que tal vez hoy a los jóvenes no les gustaría sentir, pero que a decir verdad, fue decisiva para que la orquesta alcanzara no solamente un auge regional, sino mas allá de sus fronteras.
Algunos músicos que participaron con esta legendaria organización musical son los señores: Félix Villanueva, Tranquilino Cervantes, Antonio I. Delgado, Moisés Parra, Benjamín Monares, Hermelindo Castillo, Francisco Ramírez, Armando Gallegos, Margarito Ramírez, Carlos Meza, Tranquilino Cervantes, Joaquín García, Francisco Meza Romero, “Chato Cerros”, Alfonso Castillo, Nicolás Quijano, Paxedis Pavón, Juan Pavón, Mardonio Ramírez, Cirilo Ramírez, Enrique Sánchez, Higinio Castillo, Agustín García, Wilibaldo Romero, Antonio Ramírez, los hermanos: Antonio, Buenaventura, Nicolás y Apolinar Castrejón Ponce, entre otros distinguidas personalidades.
El maestro tuvo la dicha de codearse con los ilustres de la música, como: el maestro Margarito Damián Vargas, autor del Himno a Guerrero, quien vivió en Ayutla; Alberto Escobar, director de la orquesta Minerva de Acapulco; Antonio Indalecio Delgado Casarrubias, compositor del vals Río azul y cajita de Olinalá, un hombre de genio tan exquisito que parecía fraile; Alfonso E. Delgado, ex diputado; Isauro Polanco, de Ometepec, quien tocaba violín y guitarra; Moisés Guevara Villalba, de Chilapa; los hermanos Valle de Chilapa, los cuales un día le enviaron una misa que no habían podido interpretar y que en la primera ida a aquel lugar llevaron esa misa de ópera; Ángel Salazar, los hermanos Valle de Chilapa, entre otros.
Los que saben de nota (solfeo), entre ellos muchos músicos ayutlense que tocaron con los Ávila, platican que la música adquirida estaba escrita en llave de “sol” y el piano en llave de “la”, era todo lo que venía, de ahí que el maestro “Chu” se diera tiempo para instrumentar, es decir, escribía el papel del trombón, del bajo, trompeta, violín, saxofón alto, batería, contrabajo, de todos los instrumentos, incluyendo el clarinete que él tocaba y por si fuera poco, al tiempo de repartir la paga de los músicos él también cobraba lo mismo que los demás.
Quienes le conocieron afirman que el maestro fue una persona muy singular, pese a ser dueño de la orquesta era una persona humilde y sencilla, ni cuando estuvo en cama dio molestias, de tal manera que un día, después de comer se acostó sin hacer ruido, minutos después su hijo Isauro salió en búsqueda de su hermano Jesús, quien para ese entonces ya era medico practico del pueblo, para pedirle fuera a ver a su padre.
“…Rápido hice caso a mi hermano, cuando llegué, lo encontré en los últimos estertores de la muerte, de ahí corrí al telégrafo para avisarle a mis hermanos, uno estaba en Tuxtla, los demás en Acapulco y Colima, para mi sorpresa ya no había oficina, hable con el administrador para que me hiciera una excepción y de inmediato avisamos a todos, fui de los que más le llore a mi padre, porqué era mi brazo fuerte”: Jesús Ávila Morales.
Al iniciar el presente trabajo mencione a dos hijos de quien me motivo a escribir, como habrán notado tienen apellido materno diferente, esto se debe a que don Isauro es producto de un segundo matrimonio, que la misma madre de mi amigo “Chu”, antes de morir a causa del dolor de costado (piedras en la vesícula), en plenos cólicos insoportables, aconsejo a su esposo que se casara, al año lo hizo con una mujer muy buena a quien su entenado Jesús describe como una santa, ella fue doña Elena Agatón.
Todavía hay mucho que contar, sin embargo creo que por el momento es suficiente para honrar la grata memoria de un gran maestro, así como de los demás músicos que integraron la primera y única orquesta que le dio renombre a Ayutla: “La Flor de la Costa Chica” de Jesús Ávila Villalobos.
*glendobeth@hotmail.com

No hay comentarios.:

Publicar un comentario