MEMORÁNDUM

Por Gerardo Ruano Cástulo
*** Analfabetismo emocional. 

Ayer arrancó un nuevo ciclo escolar. Por increíble que parezca, uno de los retos más importantes es lograr alcanzar la meta de los 200 días de clases, que dicho sea de paso, en el ciclo anterior no se completaron por diferentes circunstancias, como es el caso de la inseguridad en Acapulco, y en general, por el pretexto de la famosa evaluación universal. Esto último, volvió a poner en evidencia, que somos un pueblo analfabeta en el terreno emocional.
Así es. Guerrero es una entidad catalogada dentro de las que posee un elevado índice de rezago educativo en el país. En función de ello, el Gobernador Ángel Aguirre Rivero ha impulsado un programa magno de alfabetización en donde se han involucrado diferentes instituciones con el objetivo de revertir las cifras de la vergüenza.
El programa de alfabetización está dirigido a las personas mayores de catorce años que no saben leer ni escribir. Un programa noble sin duda alguna. Sin embargo, en el terreno formal de la educación básica, en donde se ponen los cimientos de las nuevas generaciones, el tema fundamental no es el desarrollo educativo, mucho menos cuando los maestros se resisten a las mediciones de su trabajo. Así, que los guerrerenses se tienen que conformar con la meta de que se cumplan los 200 días de clases. 
No existe un anuncio nuevo que fomente una estrategia diferente en aras de fortalecer los cimientos de los llamados: Futuro del Nuevo Guerrero, a quienes si bien se dota de libros de texto gratuito y uniformes, habrán de regresar a las aulas con los mismos maestros de siempre. Algunos tal vez tengan la fortuna de encontrar un profesor comprometido con su vocación y que además de cumplir con dar la enseñanza de las materias formales, se ocupe de impulsar la alfabetización emocional que necesitan las nuevas generaciones de Guerrerenses.
Las cifras alarmantes de inseguridad que se siguen incrementando a diario en la entidad suriana, no son simplemente asuntos que requieran de una ampliación de la cobertura del programa: “Guerreo Seguro”, ni tampoco la inversión será suficiente en acciones que generen oportunidades, si no se dota de mejores herramientas a las nuevas generaciones.
La estrategia preventiva contra la violencia en el seno familiar, así como ante el consumo de drogas y alcohol han sido un verdadero fracaso en las últimas décadas, porque la estrategia no ha incluido de manera efectiva al sector educativo. Son escasas las instituciones, y en su gran mayoría privadas, las que ya comienzan a contar con un plan para elevar la inteligencia emocional de los niños.
Al gobierno federal solamente se le ocurrió formular una prueba enlace, que dicho sea de paso, ni siquiera sirve para medir con eficacia el Coeficiente Intelectual. Mucho menos, constituye una herramienta clara para evaluar el trabajo de los maestros.
La mejor evaluación de las estrategias educativas se encuentra en las calles. En el mismo seno familiar. Y en las actividades diarias que realiza la gente. Si lo vemos desde esa fría perspectiva, las estrategias han sido un fracaso. En Chilpancingo, por ejemplo, como en muchas otras ciudades del estado, es lamentable la cantidad de grafiti que se puede ver en casas particulares y edificios públicos, ante la proliferación clara de adolescentes que son analfabetas emocionales.
De algún lado debe formularse una estrategia para enseñar a los niños a saber sobrevivir en el ambiente hostil que generan sus limitaciones económicas, así como la violencia que se produce en el seno familiar. El alfabetismo emocional es una tarea que está pendiente en la agenda de nuestros gobernantes.  
Los resultados de contar con adolescentes y jóvenes carentes de una buena formación emocional hoy se ve traducido en embarazos no deseados, deserción escolar, incremento de delitos, elevado consumo de alcohol y drogas. Y podríamos enumerar una lista enorme de más problemas.
El caso es, que en Guerrero, más que una estrategia para fortalecer la formación en el Coeficiente Emocional de las nuevas generaciones, lo que más preocupa, hay que decirlo, es que los maestros, por lo menos, cumplan con los 200 días de clases. Y desde ahora, lo decimos, sin el ánimo de ser pesimista. No los van a cumplir. Porque desafortunadamente, muchos de los primeros analfabetas emocionales, hoy trabajan de maestros. Esa es la cuestión.
Mensajes y comentarios: geruanoc@hotmail.com

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