TUMBANDO CAÑA

 Por Juan Antelmo García Castro
Hasta siempre Erick; eternamente te recordaremos

Transcurría el mes de enero del año corriente, caminaba por el rumbo de la Subsecretaría de Finanzas de la SEG y cuando me disponía a abordar mi automóvil vi a un estimado amigo subiéndose a una camioneta color blanco tripulada por quien después me enteraría es un profesor de Educación Física… “Erick, mi brother, cómo estás”, le grité. El aludido volteó al escuchar su nombre diciéndole a su amigo: “párate, es Antelmo, lo voy a saludar. Quiubole cabrón, hace tiempo que no te veía”… “Si pues –le respondí- ya no te dejas ver; tú y Edgar se han olvidado de los amigos”… “Es cierto hermano, hay que reunirnos, prepara algo y nos juntamos los cuates”, contestó Erick… “Ya está mi Erick, voy a organizar una comida para que choquemos los vidrios”, le respondí…
”Órale, tú me dices que me toca llevar, pero me avisas y nos reunimos”… “Sí hermano, yo te aviso, y también al chaparro (su hermano Edgar)…Un fuerte apretón de manos selló el compromiso que nunca jamás se cristalizaría porque Erick sorpresivamente se nos adelantó en el camino; muy joven y lleno de ilusiones, por cierto…Hoy, inevitablemente disfruta la paz de los sepulcros…¿Cómo conocí a Erick?...Transcurría la década de los noventas, un mes de junio estábamos organizando y preparando al trabuco equipo de futbol “Tundemáquinas” de la Unión de Periodistas Democráticos (UPD), organización periodística que presidía quien esta columna escribe…El equipo lo dirigíamos Ángel Irra Carceda (el azul, lo bautizaron los ingeniosos hermanos Edgar y Erick García Álvarez) y un servidor, mismo que lo integraban (entre otros amigos que también los recuerdo con todo mi cariño y mi respeto) en la portería mi compadre Tomás Campuzano; su suplente un chamaco de nombre Paquito Buenrostro… La zaga (defensa) la integraban Heliodoro Cerros, el famosísimo comandante Lolo; el no menos popular Ángel Irra Carceda (después lo rebautizaría Edgar García Álvarez con el mote de “el oscuro”); José Luis García “El Pochunco”, un quiebrapiernas de gran tonelaje; como lateral derecho Edgar García Álvarez, el gran chaparro…en la media de contención, Pablo Martín Obregón, el flaco de oro; Carlos Díaz Figueroa, el famosísimo Tirantes; Juanito Campuzano como veloz carrilero izquierdo y del lado derecho la bujía, el orquestador y fino mediocampista Gonzalo “Chalo” Castañón…En la ofensiva mis queridos compadres Andrés Campuzano Baylón y Marcial Campuzano Cabañas; como letal centro delantero Erick García Álvarez…En la banca, de lujo obviamente, como delantero de cambio un chaval, en ese tiempo aprendiz de periodista y hoy día triunfante empresario editorial, mi compadrito Aarón Vega Arroyo, y otros no menos excelentes jugadores cuyos nombres imperdonablemente escapan a mi memoria.   
¿Y esos quiénes son?
En los primeros partidos, sobre todo en el encuentro con el enconado rival deportivo SNRP dirigido por Juanito Cervantes, al que siempre le propinábamos escandalosas golizas, nos impugnaron a dos jugadores del “Tundemáquinas”: Edgar y Erick… “Y esos dos quiénes son; el grandote y el chaparrito; no son periodistas o en qué periódico trabajan”, cuestionaron al goleador Erick y al recio lateral derecho Edgar García Álvarez… “Son hijos de Don Héctor García Cantú, el dueño del Diario de Guerrero y trabajan en el medio. ¿Cuál es el problema?”, recriminamos los directivos de la UPD… “Ah bueno, si es así no hay bronca”, contestaron los impugnadores….A partir de entonces no había quién parara a los invencibles “Tundemáquinas”, un campeonísimo de la década de los noventas en donde la cuota goleadora de Erick García Álvarez fue esencial, determinantemente implacable, como inclemente fue la pinche muerte con él, quien no merecía morir tempranamente…No quiero concluir esta emotiva historia, sin antes destacar que en las graderías en todos los cotejos fue imprescindible la presencia y apoyo del porrista solitario Roberto Álvarez Ramírez, el popular “bubusela”, con su estridente voz…Hasta siempre mi entrañable Erick, me enteré tarde de tu asombroso deceso, pero al rato nos reunimos con toda la banda allá donde descansas en paz.  ¿Vale?.

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