ENTRE LA VERDAD Y LA FICCIÓN

Por  Jorge Luis Falcón Arévalo*
Con el movimiento magisterial grupos políticos buscan llevar agua a su molino

El potencial problema político motivado por el descontento de los maestros, por causas en algunos de los casos ocultas y temidas; una por negarse a la realización de exámenes de evaluación o dizque perder la gratuitidad. Otras, por la compra-venta de plazas a personal no capacitado en la pedagogía de la educación. En este embrollo, el periodista tiene que entender, analizar, leer y reflexionar con el apoyo u orientación de conocedores del asunto medular que mueve a los maestros. Estos profes han deteriorado su propia credibilidad y hoy se encuentran flácidos ante la sociedad; por no clarificar su postura y si exponerla ante los medios y público en general de forma envalentonada, disgregada y punzante.
Los medios se han fragmentado, un grueso ha entendido que lo que ocurre dentro del gremio magisterial, son caprichos personales y no una mera actitud de otorgar una educación o un panorama digno al estudiantado en aras de entender, aprehender y aprender los programas básicos de educación. Otorgar pensamientos.
En tanto, unos medios exponen el panorama tal cuál es: marchas, gritos, tendederos, largas filas, etc...etc. Otros, muestran con claridad lo que ocupa a estos mentores: su ambición por seguir manteniéndose en diversos puestos públicos o privados; pero si ocupando y aguardando su canonjía salarial en cualquier escuela; porque en ello  lo que menos importa: es dar clases.
Algunos reporteros egresados de universidad,  trabajan con ética; otros más, sin ese recurso y débil  el bolsillo, pues pecan. Pero, otros fuertes en el espíritu no cejan de invitar al magisterio a regresar a las aulas. Otros más son fedayines, sicarios de la información, con tarifa y precio. Dicho en el argot “pago por evento”.
No informar con claridad, no hacerlo es oscurecer la visión de los leen a golpe de calcetín; es no informar a quienes leen distraídamente; es dejar que el rumor alcance dimensiones que rebase no tan solo al mismo lector, sino a quien escribe. No se puede redactar a modo. No es permisible hacerlo creando confusión, creando vacíos, creando falsos lectores. Ese periodista es el que abunda. Harto.
Lo más costoso del magisterio es que hay que seguir manteniendo esa pesada carga de iletrados. Ese saco de piedras, que debieran ser para construir, no para la destrucción de los educandos. ¿Cuándo se ha sabido que los maestros de tal escuela, vayan un día a la semana a lavarla o pintarla; siempre lo hacen los estudiantes? Conserjes que ayer aseaban la escuela;  hoy ocupan un lugar en la nómina como profe. Conozco casos de vendedores ambulantes que han dado el gran salto de invasor de banquetas a una amplia aula. ¿Evaluación? No, nunca. Ese es el temor. Se evaporan las cuotas económicas de  los dirigentes para mantener a esta “casta”, si este es realizado por gente que sabe; y, no por solapadores. Para seguir encubriendo la mediocridad de un profesorado de jueves pozolero, de días de descanso y puentes más largo que su cinismo.
Hasta en tanto los medios no cumplan su función de ser mediadores y propaladores de las buenas nuevas, con la veracidad que el caso requiere; pero también con la sapiencia que da el estudio, hasta entonces no se habrá cumplido la encomienda. Caso contrario se estará en el mismo nivel y cariz del magisterio retrógrado, cómodo y abyecto, que tanto se ha hablado, escrito y analizado.

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