MEMORÁNDUM

*** Ser como niños

Gerardo Ruano Cástulo

El hombre de avanzada edad gritaba por las calles: “Hijo de David, ¿Dónde estás?, ven y cúrame. Haz que vea”. Algunas personas que pasaban por el lugar, se apiadaron de él y lo llevaron ante el maestro, que en ese momento estaba rodeado de sus discípulos y una gran multitud.

Se abrieron paso y llevaron al ciego ante el maestro, quien le preguntó: “¿Qué es lo que deseas?” El hombre de avanzada edad le respondió: “Quiero ver”. Entonces el maestro levantó del piso un poco de tierra, le untó un poco de saliva, y colocó la mezcla en los ojos del ciego. De ahí lo envió a lavarse los ojos al estanque de agua.

La gente, deseosa de ver el milagro, casi cargó al ciego para llevarle pronto al estanque. Lo arrimaron para que se lavara los ojos. Al hacerlo, poco a poco fue adquiriendo el don de la vista. Las primeras imágenes eran borrosas, hasta que llegó el momento de gritar: “veo, veo, veo”. Y se fue bendiciendo al maestro y a Dios.

Palabras más, palabras menos, esta historia viene en los evangelios de la biblia. Lo que logramos investigar, de acuerdo al taller de la imaginación, es lo que pasó con el maestro y algunas de las personas que lo acompañaban aquél día. Quienes más le seguían, por la fama que ya tenía y los milagros que hacía, ERAN LOS NIÑOS.

Son tan tiernos los niños, que después que la multitud se fue con el ciego, se le acercaron a Jesús, para preguntarle: “Oye, ¿Por qué le dijiste, que quería al ciego, si era obvio que deseaba ver? Todos lo sabíamos, ¿A poco tú no?  

Jesús, al escuchar a los niños comenzó a reír. Para después decir a los pequeños: “Claro que lo sabía. Lo que pasa es que los adultos suelen olvidar lo que en realidad quieren.”

Entonces uno de los pequeños se acercó a Jesús y le dijo, “Es verdad, los adultos se olvidan de todo, hasta de llevarnos al parque a jugar”. El maestro se soltó a reír junto a los niños. Luego de esto, les preguntó, y ustedes ¿Saben lo que quieren? La respuesta llegó desde uno de los rincones del lugar. Un pequeño que poco hablaba, pero que observaba todo con claridad, manifestó: “Yo también quiero ver”. Los demás niños se soltaron otra vez a reír, porque aquél no era ciego.”

Jesús, que no había reído, pidió silencio y escucharlo, diciéndole directamente: “¿Qué es lo que quieres ver? La respuesta fue sorprendente: “Quiero ver que los adultos vuelvan a reír sin motivo aparente. Quiero que cuando se disgusten, pronto olviden sus diferencias. Que vuelvan a correr, brincar y jugar. Que no los fastidie la lluvia, el sol y el aire, sino que vuelvan a disfrutar de ellos. QUE EN UNA PALABRA, VUELVAN A SER COMO CUANDO ERAN NIÑOS.

El maestro solamente dijo: “Por eso es de ustedes el reino de los cielos”. (Aportación de Juan Francisco R.)   

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