Las elecciones del 2018, ¿se ciudadanizará el poder?

Rafael Aréstegui Ruiz
Una lectura desapasionada de los resultados electorales nos arroja distintas lecturas no necesariamente equivocadas o erróneas; la primera -una visión triunfalista del sistema- es que el PRI conserva la mayoría en la Cámara de Diputados, que era su principal objetivo a nivel nacional, y en lo local recupera el gobierno de Guerrero con claras evidencias de compra masiva de voto y presencia del crimen organizado. Pero esa realidad ya estaba desde antes de iniciar el proceso electoral.

El aspecto más relevante del panorama electoral lo constituye el gran desaire al sistema electoral. Con una votación efectiva del 13.3% de los votantes, el PRI mantiene su mayoría en la Cámara, pero ante los discursos de los principales dirigentes de los partidos se percibe que la clase política no ha entendido la lección, ninguno de los dirigentes ha  hecho mención del castigo que sufren los partidos políticos por parte de la ciudadanía.
El resultado electoral, si observamos lo relativo a las candidaturas independientes, demuestra que la partidocracia está tocando fondo. La reforma electoral que abrió la puerta a las candidaturas independientes, en condiciones de gran dificultad para aquellos que se atrevieran a enfrentar ese reto, y los triunfos obtenidos por esas opciones, demuestra fehacientemente el hartazgo que tiene la población de una clase política que vive a espaldas de la realidad nacional.
Así como en el 2000 la población castigó al PRI y a pesar de los esfuerzos que la izquierda hizo sostenidamente desde 1988 por derrocar al partido de Estado, la ciudadanía optó por llevar a la derecha a la Presidencia. Hoy la figura de la candidatura ciudadana se ha convertido en una verdadera amenaza con fuertes posibilidades de derrocar al régimen de la partidocracia en el 2018, máxime cuando uno escucha decir a Peña Nieto que el PRI ganó la elección gracias a la recuperación de la economía nacional y debido a las reformas estructurales que su gobierno ha llevado a cabo.
Pero el PAN no entiende tampoco la dimensión del resultado electoral; considera que su electorado creció y que está en condiciones de regresar en el 2018 a Los Pinos, y la esposa de Calderón ya anuncia su candidatura.
En el PRD no aceptan la derrota que significa el perder casi 40 diputados y se pretende minimizar el resultado de lo alcanzado por Morena, que de entrada tendrá una bancada superior a los 35 diputados, y el manejo que ha hecho de donar a las universidades públicas el 50% de sus prerrogativas y de las dietas de sus diputados, le permite que el sector de jóvenes lo vea como una opción atractiva en el 2018. Sin embargo, el autoritarismo de su principal dirigente cancela de antemano alianzas con otros partidos, y al igual que en el 2006 y el 2012 puede llevar a su partido a quedarse en el “ya merito”.
Las candidaturas ciudadanas han llegado para quedarse, el hartazgo de la población continuará, y por lo mismo encontrarán un campo de cultivo muy favorable para que la ciudadanía las pueda ver como opción sin tener que involucrarse en las acciones de protesta casi testimoniales que llevan a cabo grupos de lucha muy politizados y radicalizados, pero carentes de suficiente base social y consenso entre la sociedad.
La clase política seguirá cavando su propia tumba, al distanciarse del movimiento social y no entender que los sectores que más resienten las medidas de la partidocracia son los campesinos, los indígenas y los estudiantes del sistema público de enseñanza, y el aspecto político que propiciará más descontento será el generado por las reformas que la partidocracia impulsará, las que seguirán arrastrando tras de sí: impopularidad del régimen, deterioro aún mayor de la economía, fracaso en el combate al crimen organizado y por ende inseguridad para la población.
El Estado fallido se irá haciendo cada día más presente, por lo que los sectores radicalizados están obligados a hacer una lectura real de lo que significa el período que vive el país, y entender que la rebelión ciudadana será la que pueda lograr la fuerza que se requiere para reorientar la vida de nuestro país.
Lo he dicho en público y en privado: la candidatura que puede concitar la fuerza ciudadana que el país requiere para derrocar a la oligarquía que nos gobierna, es Carmen Aristegui. Falta saber si ella está dispuesta a asumir ese reto y si los llamados partidos de izquierda pondrían sus partidos al servicio de la fuerza ciudadana.

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