MEMORIA DE LA COSTA GRANDE


LUCIO CABAÑAS BARRIENTOS “LA HUMILDAD HECHA GUERRILLA” 

Parece que fue ayer cuando el estado de Guerrero se inundaba de rabia particular, de inconformidad política, social y de desobediencia civil; se volvió a despertar al Guerrero bronco como solía salir de su letargo a lo largo de su historia.

 Dentro de la religiosidad arcaica se hacía creer que siempre habría diferencias sociales; los dueños del poder y de la riqueza trataban de engendrar la idea de que la pobreza y la riqueza son situaciones normales y lógicas; pero cientos de guerrerenses y miles de personas en el mundo han sabido que estos factores no tienen que llegar al grado de la ignominia, el olvido y el cinismo, mucho menos a la aniquilación y el atentado contra la misma humanidad. 
 Eran las décadas de los 60´s y de los 70´s, México se vio sumido en la desesperante situación de la represión gubernamental y el abandono social;  Guerrero se hallaba en la fase superlativa de la falta de salud, empleo, educación y oportunidades básicas para vivir; y tal parecía que no se podía mirar si no era con los ojos del gobierno demagógico y simulador de democracia, justicia y equidad, como el viejo cuento del traje invisible del rey; pensar y actuar de otra manera era sinónimo de inadaptado, antipatriota, arrítmico o “comunista”… nada más lejano de la realidad; muchos de los prejuiciosos, sobre todo los adinerados, pensaban que tener un pensamiento socialista era para arrebatar a las personas pudientes sus riquezas; jamás vislumbraron a una sociedad alfabetizada y auto-gestionadora de sus satisfactores, de ser productores de sus mismas soluciones a través del trabajo y del fruto de la tierra, del aprovechamiento de sus ríos y de sus mares; no pensaban en la siembra de la semilla del saber para cosechar las generaciones del hacer… no, no se hallaban en esas sintonías.
 Lo único que se les ocurrió fue reprimir, desaparecer y asesinar, muchas veces a mansalva e incluidos niños y jóvenes. Así cobraron la vida de los luchadores sociales de la época, que sembraron con valor y con coraje los cimientos de un mundo más justo, más libre, pero sobre todo, más humano.
“Nuestra misión es hacer la nueva revolución, que será socialista, que derrocará a la burguesía y los pobres gobernarán con un régimen proletario”. 
 Ese era uno de los pensamientos traducidos a la práctica diaria del Profesor Lucio Cabañas Barrientos, en su búsqueda de tener, ofrecer y vivir un mundo más justo, más equitativo y sobre todo más humano, en las décadas de los 60’s y 70’s en el estado de Guerrero.
 Lucio Cabañas Barrientos nació en El Porvenir, una pequeña y modesta población del municipio de Atoyac de Álvarez, en el corazón de la sierra guerrerense, nido de hombres valientes y decididos. Una mañana del 15 de diciembre de 1936 vio la luz de la vida en el hogar que formaron don Cesáreo Cabañas Iturio y doña Rafaela Gervasio Barrientos, junto a sus otros dos hijos: Facunda y Pablo.
 Lucio fue un clásico hijo de la Costa Grande, que vivió entre palmares, cafetales y sierra.
 “… de chiquito era muy lindo y muy chistoso, le gustaba mucho jugar y cantar, muchas veces con su hermano Pablo, que era compositor” – decía su madre. 

Terminó la primaria en el Cayaco, al lado de su padre, con el que se fue cuando tenía ocho años; más tarde y con una serie de necesidades insatisfechas, ingresó directamente a la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, centro educativo que se ha distinguido por su combatividad socio-educativa y por la búsqueda de reivindicaciones comunitarias, las cuales capturaron las ansias, los pensamientos y los anhelos juveniles de Lucio, en medio de un espectro social, económico y comunitario, dentro del estado de Guerrero, de pobreza extrema, abandono social y olvido gubernamental, representado aquél, por una clase política represiva, demagógica, vertical y eminentemente caciquil, dignos sucesores del porfiriato de fines del siglo XIX.   
 El profesor Cabañas vivió su juventud observando y sintiendo como muerde el hambre en medio de la pobreza material, como la ignorancia y el analfabetismo aniquila la imaginación del hombre sumiéndolo en la insensibilidad, y como el sistema gubernamental, copia fiel de los actuales gobiernos, alimenta la inconformidad social por su incapacidad, tráfico de influencias, verticalismo y decisiones cupulares. 
 Por otra parte, desde finales de la primera y segunda guerra mundial, el mundo entero se sumió en una disputa ideológica entre las potencias mundiales, dónde visiblemente destacaban los Estados Unidos de Norteamérica y la ya desaparecida Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas; por una parte el sistema de producción capitalista y en el otro extremo la propuesta socialista; aquél con sus prácticas en pos del abultamiento financiero mercenario, con su centenaria política de excesos industriales y mercantiles, pleno de invasiones e intervenciones nacionales y económicas, y en su contra-parte, una estructura en embrión, con grandes proyectos pero escaso de realidades, rico en la búsqueda de horizontalidades pero corto y difícil en las conquistas sociales y económicas.    
 Así se dibujaba el panorama mundial, extremoso, unilateral y desgastante; había que tomar partido y empaparse de capitalismo o de socialismo… no había más.
 Las filas de estudiantes en todo el mundo, desde niveles básicos hasta los universitarios, normalistas y tecnológicos, se encontraban en la encrucijada de la historia, con la cerrada e impenetrable política del tío Sam, o bien, con la novicia y sugestiva dictadura del proletariado basado en los escritos marxistas-leninistas, con la romántica ideología juvenil y los sueños sedientos de justicia, libertad y nacionalismo.        
 En ese ambiente político, económico y social creció Lucio y cientos de estudiantes preparatorianos, normalistas y universitarios, a lo largo y ancho del mundo; los textos marxistas-leninistas cruzaban e inundaban las mentes de los izquierdistas de cepa; ¡nada de qué avergonzarse… ni ayer… ni hoy… ni mañana!... ¡ni nunca!... puesto que la tendencia a mejorar y a hacer un mundo más humano es inherente al hombre, es instintivo el afán de cincelar un ser social equidistante y pleno de justicia entre la humanidad, incluido el ensayo y el error… y si no, la muestra es reconocer el actual neo-liberalismo con todo su cúmulo ideológico deshumanizado.
 Lucio se adelantó a su tiempo; de estudiante fue combativo y gran lector, y cómo no, si ya estaba consciente de la situación que vivía su pueblo y su región, llena de pobrezas materiales, pleno de ignorancia y abandono; ya como profesor se encargó de sensibilizar a su gente, a la par de las disputas ambiciosas y de poder que se desarrollaban en este Guerrero bronco entre los miembros de la cúpula del partido en el poder; el gobierno de Caballero Aburto se encontraba colgado de alfileres por su actitud represiva y soberbia; el parte-aguas de la historia costeña fue la masacre de Atoyac.
 En la Costa Grande había inconformidad generalizada, no había comunicaciones ni transportes adecuados, la actividad agrícola y ganadera estaba bajo precios ínfimos, el pueblo sumido en el analfabetismo, ¡no, no, no! no fue sólo la perspectiva socialista, fue el hambre, la falta de empleos bien remunerados, el abandono social, la pobreza extrema, pues. 
 El maestro había estado laborando en el Camarón y en Mezcaltepec, de ahí fue adscrito a la escuela primaria “Modesto Alarcón”, adonde había organizado entre sus alumnos el grupo “Vanguardia Infantil” para intensificar su magisterio, además de su labor académica, ya se había destacado por su servicio comunitario cargado de una gran ideología socialista, que desde los tiempos estudiantiles fue atesorando, amén de sus dotes sobresalientes de orador.
 El 18 de marzo de 1967 gran parte de la población atoyaquense se manifestaba; al pasar por la escuela referida, de entre el público se solicitó la participación de Lucio de manera espontánea; se lo hicieron saber al director, el Profesor Salones, que solícito expresó que él no tenía la autoridad para llevar al Profesor Cabañas, pero que si el maestro deseaba hacerlo, le cuidaría el grupo.
Y de aquí nos vuela la imaginación: Lucio aceptó; una vez que participaba, le quisieron quitar el micrófono, ya que la plaza cívica de Atoyac se encontraba atestada de agentes judiciales y de la policía motorizada… se encona el momento… se escuchan las primeras detonaciones… todos corren, unos a protegerse y otros a defenderse; en el fragor de la escaramuza se encontraba un matrimonio vendiendo pabellones, el señor raspaba y armaba mientras que la señora les ponía la miel saborizada; se acerca un judicial y balacea al hombre trabajador; la señora, con la rabia inundando su mente y su cuerpo, se ciega, toma el pica hielo y lo hunde en la garganta del agente represor, por lo cual la dama es abatida inmisericordemente… mueren los tres inocentes, las personas referidas junto con su hijo en gestación.  
 Al comandante Lucio lo sacan por unos billares que había al frente, hacia la calle de abajo, y se refugia en alguna casa de la calle 16 de septiembre; ahí permanece toda la noche; al otro día contempla triste y cabizbajo, por una rendija, los cortejos fúnebres que se suceden uno a uno, de sus amigos, de sus compañeros, de su gente…  
No hay más que hacer, si se queda, o lo matan o lo desaparecen… la clandestinidad es su destino, y pues por qué si no… ya había mucha gente para manifestarse de manera armada… a la par que la región se inunda de soldados, judiciales y motorizados, el gobierno no le teme a las acciones, pocas o muchas, grandes o pequeñas… le da mucho miedo la unidad de la gente, tanto es el temor de la oficialidad que inician las detenciones arbitrarias, las desapariciones forzadas, los asesinatos a mansalva de combatientes y… de inocentes… al mismo tiempo que golpea también soba… empiezan a aparecer centros de salud, algunas brechas entre la cabecera y sus poblaciones, atenciones para el campo, surgen escuelas y asesores, se nota la atención y el despertar social… a cambio de la vida de un puñado de revolucionarios valientes, liderados por  su comandante: Lucio Cabañas Barrientos. 
Y es motivo de recuerdo, entre dulce y agrio, el natalicio y la muerte de Lucio, así como se escribe y se oye, porque de esta forma fue su ser: sencillo, humilde, modesto, trabajador, siempre pensante y eternamente crítico:
¡Lucio el hombre, el luchador social, el maestro, el comandante! 
 (Desde el hermoso “lugar de mujeres”. Raúl Román Román. El Indio de Iguala).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario