Reivindico la consideración de toda vida “Al Destierro Este Comercio Usurero Entre Análogos”
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
Hoy más que nunca
se precisa configurar
un orden global verdaderamente
sostenible,
basado en reglas compartidas,
tal y como
sostiene el documento
de reflexión sobre el
aprovechamiento de
la globalización de la
Unión Europea.
Lo fundamental,
a mi manera
de ver, no es ya solo
una mejor redistribución
más equitativa de
la riqueza, sino también
un eficiente uso de ese
patrimonio común, empezando
por abordar
conductas perjudiciales
e injustas como la evasión
fiscal, o subsidios
innecesarios que lo único
que favorecen son
acciones oportunistas,
sin calado alguno en
la mejora de actitudes
ciudadanas. A mí no me
sirve este modelo de
desarrollo global que
nos enfrenta, que es
incapaz de hacer justicia
y de reinsertar vidas
excluidas y marginadas
por nosotros mismos.
Por eso, hace falta una
cultura menos hipócrita,
más auténtica, más
fraterna y activa, sobre
todo a la hora de reivindicar
la dignidad de la
vida humana.
Dignifiquémonos
como seres de verbo
y nervio, como espíritu
humano no cuentista,
como hacedores de
bien. Por este camino
actual desintegrador y
envenenado de inmoralidades
resulta imposible
mundializar nada,
puesto que la tensión
que injerta la discriminación
es tan mezquina
y fuerte, que nos impide
respetar a la persona.
Las gentes de cultivo,
ya sean de ciencia o
de arte, tienen el compromiso
de hacernos
despertar. No podemos
continuar repitiéndonos
en los errores del
pasado, en las atrocidades
perpetradas por
sistemas y gobiernos
corruptos, es menester
luchar por otra forma
de vivir más compenetrada,
ofreciendo otro
sentido y dirección
más estético, con menos
fuerzas divisorias.
Quizás tengamos que
volver a las raíces de lo
que somos, nadie por si
solos, de ahí la necesidad
de fortalecer lazos
de unidad y unión, si en
verdad queremos crecer
como casa armónica
común. La humanidad,
en su conjunto,
es la que únicamente
puede contribuir a los
cambios fundamentales
y necesarios para alcanzar
una estabilidad
duradera, en la que todos
nos sustentemos y
apoyemos. Al destierro,
pues, este comercio
usurero entre análogos.
En consecuencia,
reivindico la consideración
de toda vida humana,
robusteciendo la
confianza entre unos y
otros, y de este modo,
rejuvenecerá ese lazo
de concordia que es lo
que nos ha de globalizar
hacia un espacio
confluente y armónico.
Este sí que será el
gran avance, el día en
que nadie se quede
indiferente ante nada,
pues todo en el fondo,
nos afecta a todos. A lo
mejor tenemos que promover
un pensamiento
más crítico, seguramente
más verídico y
efectivo, también más
afectivo, al menos para
reconocer nuestras propias
confusiones. No es
fácil reencontrarse con
la verdad y hacerse examen
asimismo, máxime
en una sociedad apuñalada
constantemente
por la mentira. Sin
duda, hemos de volver
a adentrarnos en nosotros
mismos, en ese
latido interior en el que
habita esa conciencia
de análisis, tan necesaria
para levantar otros
rumbos más amistosos
y de mayor calado.
Para empezar, nadie
puede ignorar nuestro
propio compromiso ético
de desafiar la globalización
de la desgana;
pongámonos en acción
ante tantas situaciones
bochornosas de injusticia,
las cuales exigen
de nosotros, sí de cada
uno de nosotros, una
respuesta humanitaria
inmediata.
No levantemos más
muros. Tantas veces lo
he escrito, y lo seguiré
diciendo. Es importante
derrumbar endiosamientos,
pedestales
excluyentes. Nos necesitamos
todos para
todo, cada cual en su
misión, pero todos unidos
en ese espíritu de
conciliación y reconciliación,
de participación
mutua y de colaboración
recíproca, esencial
para una respuesta humana
a los desafíos actuales
tan destructivos
como los de antaño.
Tal vez sea el momento
de requerir una mayor
comprensión, promoviendo
otros cultos más
dignos e igualitarios,
apoyando la comunicación
participativa y
la libre circulación de
información y conocimientos,
sobre todo si
en certeza queremos cimentar
la paz en nuestras
existencias. Desde
luego, si las generaciones
futuras aprenden a
considerarse, a no utilizar
la violencia jamás y
a tratarse con estima,
evidentemente el pan
será menos amargo
cada día y el aire más
puro cada instante. Al
fin y al cabo, la autosatisfacción
de verse correspondido
es un lenguaje
que nos vincula y
hermana.
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