EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ

¡Hambre, sueño y sed!
Por Ramón Durón Ruíz (†)
Decía Charles Chaplin que “la vida es mucha para ser insignificante”, y en verdad que este viejo Filósofo entiende la vida como un regalo divino para gozar, disfrutar y ser feliz, sabiendo que “estás demasiado bendecido… como para angustiarte y estresarte”

HOY, lleno de la fuerza del entusiasmo, el poder de la fe y el poder del sentido del humor, sal al encuentro de las cientos de bendiciones que Dios provee para ti, éste es el día, aquí es el lugar, en el que los problemas sean pocos y pobres y tú un ser triunfador, que deje de ser crónicamente insatisfecho, y al ser agradecido, encuentres lo sagrado de cada paso del camino.
Nunca olvides que “no hay ser humano que sea olvidado de la mano de Dios”, en el camino de la vida aprenderás que esta es una hermosa escuela, en la que llegas para aprender que cada día trae una lección… y algunas enseñanzas son para siempre.
Hay una vieja expresión, que dice: “No sólo de pan vive el hombre” y a mi modesto entender, es que la vida es mucho más que sólo el aspecto físico, está también el mental y el espiritual, cuando tienes la inteligencia y el amor de trabajar en armonizarlos, alineas tus poderes con el universo y sólo abundancia de dones y de bienes llegan a tu vida.
Este campesino está lleno de la espiritualidad que en casa me inculcaron, porque sé, -bien que sé- qué ésta, ayuda a evolucionar, a encontrarte con la paz interior, te libera de la pesada carga del resentimiento y enseña las bondades del perdón y el dar en humildad.
He aprendido con el paso de muuuuchoooossss años, que ser espiritual enriquece el alma que anida en tu ser, te apertura la conciencia que trasciende el ego, llevándote a ser feliz en el aquí y el ahora, haciendo de tu existencia una historia maravillosa, con la plenitud del amor y la esperanza que se aloja en tu interior.
Hay tantos caminos como tu busques para gozar la vida, todos son buenos, no hay uno mejor que otro: amar mucho y perdonar más, te ayuda para reconciliarte con tu pasado; de igual manera, recibir el nuevo amanecer con gratitud; orar, es el camino al encuentro con la paz interior y tu grandeza; aprende a dar, desinfla tu ego… pero sin duda alguna lo fundamental es que trabajes en construir tu felicidad y alegría.
Para ello cada mañana sonríe, que es una generosa actitud de decirles a todos, que en tu interior hay una vida en plenitud que palmo a palmo se regocija con los milagros de la vida.
Mi vida tiene un dilema, no sé si el humor vive para mí o yo vivo para el humor, lo que sí sé es que somos una dualidad indisoluble y que éste ha logrado transformar mi vida imprimiéndole entusiasmo y una visión positiva sin comparación.
Sonreír es la manera más directa para que entren en un diálogo fecundo, mente, cuerpo y espíritu y te enseñen que por cada minuto que tengas de cólera, odio, enojo o resentimiento renuncies a hacer tuyos 60 segundos de inigualable felicidad. 
El humor crea en quien lo lee o lo escribe, lo escucha o lo dice, una alegría que inunda su corazón y un estado de felicidad que delicadamente lo acerca al Señor, trayendo consigo una paz espiritual, un período interno de sosiego que enriquece: mente, cuerpo y espíritu y lo hace vibrar con el milagro de la vida. 
El secreto de que los mexicanos seamos un pueblo con gran sentido del humor, radica en que no perdemos el tiempo lamentándonos por los hechos del pasado –de ser así ya hubiésemos cambiado a nuestros políticos con sus devaluaciones y crisis–, tampoco le damos demasiada importancia a nuestras adversidades o en extremo nos angustiamos por el futuro, sino que vivimos santa y serenamente el milagro irrepetible del HOY a plenitud.
Sabemos que si el paso del tiempo arruga el rostro, la ausencia del buen sentido del humor arruga el alma, por eso el poder del humor vive entre nosotros.
Lo del buen sentido del humor me recuerda la ocasión aquella en la que Don Gerundio llega con el campesino de allá mesmo y le dice:
— ¡Filósofo!, hace una semana que: no como, no duermo y no tomo agua, ¿Qué crees que tenga?
— Po’s –responde el Filósofo lleno de ingenuidad provinciana–… ¡HAMBRE, SUEÑO Y SED!

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