El Rebozo De Monse

Por: Guadalupe Jaimes
Desde pequeña, mi tatarabuela me abrazaba con su pequeño rebozo en sus brazos. Sentada en su vieja silla de palma, cansada de los años que vivía en ese entonces, me contaba al atardecer como se ganaban el sustento de cada día. Decía que tenían una pequeña fábrica de rebozos, en la cual trabajaba mi tatarabuelo. En ella sostenía a una familia de diez hijos, todos ellos se dedicaban a la producción del rebozo.

Mi tatarabuela ya no caminaba y apenas escuchaba lo que me decía. En una de sus pláticas me expresaba, que cuando era joven, ella siempre asistía a misa con su reboso de pintura muy corriente y al ponérselo, este pintaba la ropa que utilizaban por el material que ocupaban. La producción que ellos realizaban, era para la gente más humilde de mi tierra, ya que en ella se acostumbraba, a las niñas desde pequeñas, ir a misa con su rebozo, cubriendo la cabeza. Todas las mujeres tenían esta costumbre, inclusive a medio día cuando se realizaba la bendición, al sonar las campanas, la gente se hincaba donde estuviera, en señal de respeto al santísimo. Al caminar las señoras con sus ropas muy desgastadas, siempre salían con su rebozo cruzado al mandado; sus ojos se nublaron de tristeza y las lagrimas no faltaron, cuando me dijo, que al pasear por el zócalo, los jóvenes de ese entonces les aventaban serpentina a las muchachas, en cada vuelta que daban alrededor del zócalo. Recuerda que su rebozo se llenaba de confeti y serpentinas, al realizar este paseo, que en ese entonces, era tradicional después de la santa misa. Su rebozo muy desgastado, está lleno de recuerdos de su juventud, las historias de sus hijos, nietos y bisnietos. 
Su rebozo lo ocupó, para criar a todos sus hijos, en él los llevo a cuesta, inclusive cuando trabajaba junto con mi bisabuelo. Antes de que pudiera terminar de platicar más de mi tierra, falleció mi tatarabuela. Sorprendida de lo que viví, todas las mujeres asistieron a su entierro, vestidas de negro con sus rebozos desgastados, algunos como les llaman de bolita o fino. Me preguntaba en mi interior, ¿porque unos eran mejores que otros?, ¿acaso no todos éramos iguales?. No lo comprendía en ese entonces. Ni sabía que era lo que pasaba o el porqué de las cosas. Fue en ese entonces, que mi bisabuela heredo el rebozo, una de las etapas más difíciles que vivió mi bisabuela. Ella con decisiones firmes y de carácter fuerte, trato de mejorar la calidad del rebozo, luchando incluso, en contra de los decretos de mi bisabuelo. En el patio de la casa se teñía la hilaza, la pisoteaban y los pies de mi abuelo siempre estaban negros, las uñas de sus manos por igual, cosa que nos daba miedo y pensábamos que era un monstruo y no lo veíamos normal. Inclusive nos asustaba cuando no quería que estuviéramos jugando cerca de él, corríamos atemorizados (asustados) a escondernos, porque sentíamos que esa pintura, no se nos quitaría jamás si nos llegase a tocar. Por las calles de la casa se hacían los tendederos de la tela y me decía mi bisabuela, que en mi tierra natal casi todas las calles del pueblo se vestían de las tiras, para la elaboración del rebozo. La competencia de la producción estaba al día y poco a poco, la familia ya se empezaba a dedicar a otra actividad. Algunos familiares emigraron y no les preocupo conservar la tradición o elaboración del rebozo. 
Para ese entonces, me decía mi bisabuela, que debía ser una muchacha recatada y obediente. Siempre dirigirme con mucho respeto hacia mis mayores y nada mas descubrirme el pelo cuando fuera necesario y conservar el rebozo en la cabeza. Cosa que se me hacia raro, pero de igual manera obedecía y respetaba. Mi bisabuela cuando salía, siempre llevaba el rebozo que le heredo mi tatarabuela y siempre estaba a un lado de la puerta. Cuando ella salía, el rebozo siempre estaba a disposición. Recuerdo que en una ocasión le manche el rebozo y fue motivo de castigo y regaño, pues ella me decía, que las cosas regaladas tienen un valor y muy significativo y que debía de cuidarlas, aún más que como si las hubiese comprado. Al lavar ella el rebozo, lo hacía con una delicadeza y le preguntaba, qué era lo que sentía cuando lo hacía, que porqué esa añoranza que ponía, inclusive cuando lo planchaba con las famosas planchas de carbón que existían, sonrió y me miro a los ojos y me contesto, si algún día ya no estuviese ¿tú cuidarías el rebozo que te dejare?, me quede atónita y le pregunte, ¿acaso piensas irte como mi tatarabuela?, me contesto, no todavía no, pero si algún día lo hiciera, es porque ya es justo y necesario. Pasmada le conteste, sí cuidaría lo que me dieras. De pronto las lagrimarás rodaron por mis mejillas y me pregunte, ¿porque las cosas deben de ser así?. De esta manera se cerró otro ciclo de la familia. 
Mi abuela al tener el rebozo en sus manos, fue para poder crear a su familia. En el cargaba a todos mis hermanos. Para en ese entonces, la familia ya era más pequeña. Las tradiciones poco a poco iban cambiando, inclusive la gente, las costumbres se perdían y nadie se preocupaba por rescatarlas. El tiempo la alcanza y las ventas ya no eran las mismas. Mi abuela me platicaba, que la mayoría de las familias que se dedicaron al rebozo, dejaron de fabricarlo, puesto que la tecnología estaba llegando a mi tierra natal; cansada y con una cabellera blanquizca, se resistía a no dejar de fabricar sus rebozos, sin embargo la modernidad y las fábricas que traían rebozos de otros lugares, hacían de ellos, precios más bajos y comerciales, cosa que mi abuela no pudo competir, pues el trabajo era muy laborioso y se decía que era de locos, habría que hacer para deshacer.
La miraba en el atardecer, cuando asistía por las tardes al calvario y observaba en silencio el pueblo que la vio nacer. Ya un poco más grande, casi una ciudad, lloraba y añoraba su tierra. Sus amigas al igual que ellas, se observaban entre ellas y comentaban, jamás pensamos que algún día nuestras cabezas llenas de canas, ya no se cubrirían con el rebozo, de repente mi abuela se levanta y dice, ya no se producirá rebozo en la familia, ya es tiempo dar paso a otras generaciones, no podemos competir con la tecnología, la inversión es muy grande y los gastos también, rezaremos por los que puedan sostenerse en la producción. Aún con su mirada llena de tristeza, menciona en voz baja, qué tiempos aquellos, ¿recuerdan?.
Tal pareciera que presentía que fallecería y era lo último que mencionaría. A pocos días de referirse esto, ella muere, no sin antes, dejarle a mi madre el rebozo, que era la siguiente generación.
Mi madre era ya más moderna. En ella no se conservaban muchas costumbres, ya se habían perdido en su mayoría, parte de ellas. Ella era espectacular y singular, inclusive el rebozo que ella heredó, no lo utilizaba, lo tenía guardado como reliquia, según ella de gran valor. En el estaban, las historias de toda la familia, cosa que ella no entendía, solamente dijo que lo conservaba, porqué era de mi abuela y las cosas no se debían de conservar, lo mantenía porque yo se lo pedía. Inclusive le llore para que no lo tirara, porque era de mi abuela. Lagrimas que derrame, por el rebozo de la historia que representaba a mi tierra. A mi mamá en cierta forma, no le tenía recelo y me preguntaba ¿porque era así?, solamente debería de ser más sencilla y menos independiente. Algo que ahora entiendo, era tanto su dolor por lo que vivió con su familia, que era una manera de evitar recordar el dolor tan grande, al recordar los abrazos, que tenía ese viejito rebozo, que con cariño la bisabuela realizó, al elaborarlo junto con el bisabuelo. En el formaron, a las familias de las generaciones futuras y de igual forma, desaparecieron en la producción del rebozo. Ahora que mamá ya no ocupa el rebozo de la familia, que en generaciones pasadas se conservó, en mi tumba fría, conservo la esperanza de que el rebozo, que con tanto amor se tejió en los telares de mi tierra natal y que de ella se han ido perdiendo infinidades de culturas y costumbres, le lloro a mi Chilapa querida, que tanto ame, rogando a Dios que el rebozo que heredo mi Monse, lo conserve como todas nosotras ya fallecidas, que un día fue de gran tradición en nuestra Chilapa querida

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