LAS HUELLAS DE LA VIDA

“Coyuca es la puerta, Tecpan el corazón y Petatlán la gloria escondida de La Costa Grande
”. “El corazón histórico de Petatlán” 

Vox populi…vox dei Cuentan los viejos más viejos… que en el tiempo virreinal venía una fragata española, comandado por un valiente y creyente Capitán, que imponía su experiencia y autoridad a sus marinos, a la vez, que en el interior de la embarcación y en un adornado altar religioso, se encomendaban diariamente a la imagen de Jesucristo. Como todo viaje marítimo aventurero del tiempo de aquellos tiempos, en un período sucesivo del calendario, se vieron envueltos dentro de una interminable tempestad, en medio del inmenso océano.
Y cuando el barco presenta signos de zozobra, el temerario timonel se encomienda a Dios y, queriendo orar por la vida de sus marineros y la suya propia, eleva sus plegarias ante la milagrosa representación cristiana, para pedir la salvación de la vida y, a cambio, promete sincera y fervientemente, dejar al Cristo crucificado en la primera población a la que logren llegar, después de fondear el barco. Una vez que lograr hacer contacto con las orillas de las playas petatlecas, con grandes posibilidades de que fuera en la laguna de “Valentín”, ordena a sus hombres de confianza y lealtad, que bajen con la imagen cristiana, lo más discretamente posible y seguramente de madrugada, para no levantar suspicacias entre sus compañeros incrédulos… acto seguido, los marineros encomendados se encaminan a cumplir con tal delicada instrucción, pero con el corazón rebosando de gratitud por el milagro recibido y, envuelto en petates, depositan su santo cargamento, debajo de “unos palos blancos”, en el paraje conocido como “El Arroyo de la Imagen”, camino hoy de La Almolonga. Para que horas más tarde y en una mañana soleada costeña, los campesinos se extrañan al encontrar alterado el paso de camino y cuidadosamente hablan, comentan y deciden investigar el abultado envoltorio que ven ante sus ojos. Con enorme sorpresa van descubriendo su portentoso hallazgo, para trasladarlo al pueblo ante el estupor popular y la algarabía de sus pobladores. La noticia corre como reguero de pólvora, los vecinos se agrupan para buscar las explicaciones que les aclaren sus pensamientos en el intercambio de experiencias… finalmente aceptan la presencia de Padre Jesús de Petatlán, para iniciar una interminable y fantástica leyenda que ha vestido de fervor, esperanza, fe, caridad y milagros para miles y miles de peregrinos, que año con año y desde los rincones más remotos de la tierra, visitan la imagen de “Papa-Chuy”, en pedimento, gracia y gratitud de un milagro de la vida. Así sea. Así que cuenta la historia que Petatlán fue fundado por Juan Bautista Moya, en el año de 1550 y que, inmediatamente, según la usanza de los conocimientos arquitectónicos europeos, se planeó, proyectó y construyó una plaza pública, que contuviera el espacio para un tianguis, con una casa que sirviera de gobierno y una parroquia con rasgos barrocos, con una torre hacia el lado izquierdo, colocando inicialmente en el altar central, la imagen venerada de San Pedro Apóstol, como santo patrono petatleco. La cuenta sigue su curso a saltos, pues los avatares calendáricos así lo manifiestan, para que en 1786 se establezca un obispado en Zacatula, que será adonde pertenezca la iglesia petatleca. En 1935 se nombra el primer presidente municipal, cuya responsabilidad recae en la persona del señor Abel Martínez, resaltando que en ese tiempo, varias personas aspiraban a tener este puesto público, pues veían la oportunidad de de servir a su pueblo, pues, hasta ese momento, los salarios eran simbólicos, no había una sede para el ayuntamiento, ni el afán de enriquecerse, como se estila en los tiempos actuales. Se puede asentar que las personas que fungen como representantes de gobierno y otros líderes comunitarios, manifiestan una visión comunitaria muy aguda, por las formas y medidas que toman, con la concepción de la vida futura de la población. Inicialmente, la presidencia era una casita de adobe y techo de teja que se cierra mediante un simple candado, a tal grado que de aquí se deriva una vivencia: Cuando doña Chepita Valdeolivar, de agradable recuerdo petatleco, llegó a ver a un compadre que, hábilmente hacía tabiques, y le dice: -¡Compadre, ten este jabón y esta ropa y ve a bañarte al río, porque mañana, tomas este candado y sus llaves y tú vas a ser el próximo presidente municipal de Petatlán! Aquí, es menester informar que el pueblo es pequeño y que sus primeras y cuadradas calles son “Nicolás Bravo”, “Matamoros”, “20 de Noviembre”, “Juárez” que es la que va a dar al cuarte militar y “Montes de Oca”, que está hacia el río y es adonde se desarrollaba todo el comercio, pues ahí llegaban de la sierra, las camionetas que traían las mercancías, lo que va volviendo a Petatlán, en el centro de distribución comercial regional, pues venían a comprar desde Zihuatanejo hasta Coyuquilla y todas las poblaciones de la sierra. A esta altura de la historia, la educación escolarizada petatleca es casi nula, pues la responsabilidad de alfabetizar a los niños recae en la personalidad y habilidad de la maestra María Elena, que imparte clases particulares a los infantes, cuyos padres pueden pagar este servicio, o bien, a sus familiares y conocidos que desean que sus hijos aprendan a leer y a escribir, seguramente bajo el antiguo sistema conocido como “La Amiga”, que es el viejo método alfabético-silábico, de orden individual, que se estilaba en las poblaciones, grandes o pequeñas, que tenían la fortuna de que una maestra o un instructor estuviera alfabetizado y deseara extender sus conocimientos, sobre todo a las generaciones infantiles. Poco a poco, la profesora va incluyendo y agrupando a los niños, hasta sistematizar sus enseñanzas y formar la escuela nombrada como “Pablo Galeana” y en la que acuden un número considerable de alumnos, con la cooperación de sus papás. Así, la población reclama al estado el servicio educativo y ante esta medida, llega un profesor habilitado como director, en 1942, y que inmediatamente invita a la Profa María Elena a sumarse al proyecto educativo y, en una decisión conjunta y acertada, se le cambia el nombre a la escuela por el de “Cristóbal Colón”, que es el que hasta la fecha mantiene, haciendo egresar, satisfactoriamente, a cientos y cientos de alumnos después de 70 años ininterrumpidos de amor, instrucción y servicio público y comunitario. Ante todo el rosario de beneficios que se van sucediendo, existe la enorme satisfacción, de que varias alumnas de esta institución educativa, más tarde llegan a colaborar como maestras en su alma mater petatleca, por lo que estas remembranzas pasan a ser un verdadero tesoro en el baúl de los recuerdos. Para el 19 de agosto de 1953, por el Decreto No. 26. Bis, la cuadrilla de Coyuquilla pasa a pertenece a este municipio y no al de Tecpan y el 11 de noviembre de 1964, por Decreto No. 73, se erige la cuadrilla de Rancho Nuevo. Mientras los precursores comunitarios buscan y encuentran la evolución de sus planes, don Emeterio Arroyo, el 1º. de abril de 1959, inaugura el edificio del Ayuntamiento, en colaboración con el gobernador Caballero Aburto. Y aquí hacemos un alto en el camino, para recordar los sucesos con que se abaten los legendarios corredores techados con teja, adornados primorosamente con las plantas más frondosas y manteniendo un piso brillantísimo, pero para dar paso a las anchas calles que hoy tiene y disfruta Peta… cuando Israel Hernández Ramos, colaborador cercano con don Emeterio, por órdenes superiores, empieza a derribar todos los corredores y agrandar las calles, ante el rechazo de la gente que los “tiraba de a locos”: -¿Cómo crees que vas a tirar los corredores para hacer las calles grandes, si en Petatlán apenas hay dos carros? ¿Cómo puede ser? Pero el tiempo dio la razón a aquellos hombres con visión comunitaria y del que se desprende su anécdota, cuando Israel va a poner la queja ante el presidente: -¡Señor, las señoritas Martínez se niegan a que les quitemos sus corredores! Acto seguido y llevando una vieja estrategia, don Emeterio se dirige a la casa de las Martínez, apelando a su compadrazgo y al firme propósito de beneficiar a su población en un mediano plazo y a dónde se desarrolla el siguiente diálogo: -¡Comadre, buenos días! -¡Compadre, buenos días! ¿Qué milagro? -¡Coma, vengo a pedirle un gran favor! -¡Dígame usted en que vamos a servir ahora? -¡Fíjese que decidimos ampliar las calles y sabiendo que a ustedes, todos los vecinos las estiman y les hacen caso, queremos que sean las que encabecen estos trabajos y animen a los amigos a que permitan que cambiemos los corredores para hacer las calles! -¡Sí, compadre, claro que sí! Y para poner el ejemplo, mañana mismo que vengan a derribar el de nosotros. Y la historia de Petatlán sigue su curso inexorablemente… así y estando al frente del santuario el cura Herrera, las coordenadas espaciales cruzan su destino, pues por obra de la erupción del volcán Paricutín, en 1943 y hasta 1946, se suceden una serie de temblores que abaten el edificio de la parroquia, sumiendo a sus feligreses en la tristeza, tras la búsqueda de una explicación por la casi destrucción de esta parroquia… hasta que el obispo de Chilapa comisiona a un sacerdote que dejaría una estela de amor, vocación y servicio a la comunidad a la población, de manera inolvidable, ya que envía al padre Gregorio Bello Carranza, quien llegó acompañado de su madre doña Porfiria Carranza Deloya, el 4 de octubre de 1947, y que inicia un parte-aguas, no tan sólo del catolicismo costeño, sino también en la historia local y regional de Petatlán, pues encontrando la iglesia en ruinas, acepta su convocación sacerdotal para erigir una nueva edificación desde sus cimientos y fortalecer la fe católica entre su grey. De esta forma, el viejo y milagroso pueblo petatleco, recibe a un padre joven, entusiasta y lleno de proyectos, para agradar a las personas con las que convive y en las que difunde su fervor, pero sobre todo, a un líder moral que sólo piensa en el beneficio colectivo, respetando los cánones sociales y a las instituciones de la población. Lógico es pensar que empieza por estructurar organizaciones de diversas índoles, como el comité pro-construcción del templo, denominado “El Guadalupano”, que se encontraba formado por las señoritas Herminia Castro Amaro, Guadalupe Sánchez Hernández, Carmela González Solís, Eva Espino Ozuna, María Luisa Espino Bravo, Ana María Maciel Espino, entre otras, así como “La Hermandad de Padre Jesús”, presidido inicialmente por Jesús Solís, que se encargaba de la recaudación de los fondos económicos para las causas comunes de la iglesia. Para ese entonces, las actividades principales de la comunidad es el trabajo en el campo, sembrando maíz, ajonjolí y laborando en las huertas cocoteras que hay en Petatlán… manos a la obra… la reconstrucción del santuario inicia en el año de 1948 y se extiende durante los próximos 10 años, mientras las mujeres y niños iban a recoger “boronas” del coco, las juntaban en costalillas y las iban a vender para donarlo a la causa común de la parroquia. La construcción parroquial se desarrolla bajo ritmos propios de la región costeña y es dirigida por el Arq. José Pedrosa y del maestro Margarito Juárez; también, el fervoroso auxilio del Presbítero Epigmenio Mendoza y del Canónigo Mario Salgado Miranda fueron de gran utilidad y decoro. La feligresía hace su trabajo y responde con creces al liderazgo del padre Goyo y, en un lance por demás admirable, éste convoca a su comunidad a reunir material de fierro, cobre, bronce, plata y hasta pedacera y piezas de oro, así como dinero, para que el 6 de agosto de 1956, sea bendecida y se escuche la musical sonoridad de “la campana del padre Goyito”, que hoy, con justa razón enmiela los oídos de toda la feligresía estatal y nacional. Por fin el templo fue terminado en su obra material y solemnemente consagrado por el Dr. En Teología Alfonso Toriz Cobián, obispo de Chilapa. Y llega el día esperado… luminoso, esperanzador, pleno de fe y devoción… el miércoles 22 de enero de 1958, se realiza la primera consagración que hubo en el nuevo santuario de Padre Jesús de Petatlán, que en su condición, de ir “camino al calvario” con la cerviz doblada, también se le reconoce como “Padre Jesús de las tres caídas”. De forma continuada, se reconoce que el día festivo tendría que ser el viernes santo, pero la condición es determinante e inevitable, pues para la iglesia católica se está de luto, por lo que no se podía realizar una festividad… Entonces, el padre Goyito congrega a su pueblo y les expone la inquietud de buscar una fecha en el que se pueda festejar al símbolo católico-cristiano. Acto seguido, escribe y se entrevista con su autoridad inmediata, el obispo Leopoldo Díaz Escudero que le indica que sea el día de “La Transfiguración del señor”, de trascendencia mundial, y el 6 de agosto se estipula y reconoce como la feria de Papá- Chuy de Petatlán. La algarabía es general y comprensible; el padre Goyo realiza una primera de múltiples kermesse frente y a un lado de la parroquia, que inmediatamente le denomina Plaza de San Pedro y que tiempo después, el señor Javier Rodríguez cambia para construir ahí, La Casa de la Cultura; se instalan puestos de antojos mexicanos, los juegos mecánicos hacen su aparición y ponen una “Ola” de don Jesús Sánchez, un carroussel de la familia Mireles y el volantín de los Miralrío, y la primera feria tiene un rotundo éxito poblacional, el 6 de agosto de 1948. Ya encarrerado y en fechas subsecuentes, el padre promueve la organización de una orquesta musical conocida como la “Polimnia”, cuyo nombre es en honor de la diosa griega de la música, que los músicos líricos de aquel tiempo reciben con agrado y gratitud, pues se inicia una cadena de actividades para toda la población, tanto así que cuando llegan a alternar musicalmente con la orquesta de los “Hermanos Chinos”, que venían año con año a la festividad, ellos afirman que “estos hombres, con instrumentos menos sofisticados, tocan una música muy hermosa, que alegra a sus paisanos”. De forma paralela, propone una serie de festividades para engalanar tal día y las peregrinaciones empiezan desde el 1º. de agosto y cierran el 6, primero, el obispo aparta esa fecha para estar en Petatlán, realizando bautizos y confirmaciones, que como eran cada año, pues todos los padres y padrinos esperaban con ansiada voluntad y se la pasaban con los ahijados todo el día, pues las bendiciones se contaban por cientos, ya que todo se reservaba para festejarlo este día, mientras se desayunaba, se comía y se cenaba en los alrededores del santuario, con peregrinos que se contaban por multitudinario número. En la misma sintonía, el padre Gregorio hace lucir la fiesta, pues trae de su tierra, los juegos pirotécnicos, por medio de “la quema de castillos” y “el torito”, costumbre que hasta la fecha se presenta en la feria. Más tarde, el día continuaba con el denominado magistralmente como “El Baile del Percal”, donde cuidado y no fueras estrenando ropa, desde la cabeza hasta los pies, ya que era el mero día de fiesta… la gente ahorraba todo el año y guardaba su ropa durante semanas, para que ese día luciera sus mejores galas. Mientras tanto, las familias dormían en los corredores de las casas, en las banquetas y la plaza pública o en las orillas del río, adonde llegaban con braceros, alimentos para cocinar y mantas y cobijas para dormir… en ese tiempo, el río era muy limpio, con seguridad, que no había necesidad, pues las personas eran muy respetuosas y ayunando durante el viacrucis y, como la muestra más palpable, venían hasta 7 autobuses de Zumpango, en los últimos 70 años… así, se fueron ampliando los servicios como hoteles, restaurantes y fondas, hasta que llegó la fiebre del oro, que ha venido a repuntar la vida económica de esta tierra. Ahora, 2012 años después de Cristo, sigue la tradición… ese día, la fiesta empieza a las 5 de la mañana y todas las personas, entre pueblo y peregrinos, se reúnen en la esquina 5 de mayo y calle Nueva, llega el mariachi y de ahí salen todos cantando “Las Mañanitas” y se oficia la misa en el santuario; se tiene la fiesta todo el día, bajo la participación del padre Manuel Villalobos, párroco actual y de sus dos vicarios Aristeo Garibay y Andrés Bahena, a la que le agregan la tradición de elegir a una reina de los festejos cristianos, en la renovada costumbre llamada “Padre Jesús, rey de la paz”, por los tiempos como se viven. Y en su complemento, se cita que ahora el reloj emite una música acompasada y agradable que el 1º. de agosto de 2009 sonó por primera vez y que fue gracias a la gestión del Arquitecto Albino Lacunza Santos que a las 6:00, 9, 12, 6 y 9 de la noche endulza los oídos humanos, dando gracias al señor de Petatlán. La historia de Petatlán es hermosa y encantadora y, ojalá que los jóvenes la aprendieran… porque sólo así puedes amar a tu pueblo. ¡Agüitaaaa de cooooooocooooo, zanca! Sólo que no quieran ser felices en esta vida, pues el ingeniero Domingo y Mike Gutiérrez se pulieron y se solazaron con semejante estructura histórica, que se convierte en el orgullo petatleco, con las figuras de sus presidentes municipales, con Chepita Valdeolivar y compañía que siempre buscaron el progreso de Petatlán, en medio de los palmares, del río y del calorcito sabroso de la costa. ¡Váaaamooonooos Chuchooooo, pa´tu pueblooooo! Ing. Domingo Hernández Cortés y Miguel Ángel Gutiérrez Ríos (Historiadores

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