OPINION

Por Víctor Manuel Tello Zapata
La experiencia de Aquila

Fuerzas federales del Ejército Mexicano detuvieron en el municipio de Aquila, Michoacán, a cuarenta elementos de la llamada autodefensa civil, que es la versión michoacana de la policía comunitaria de nuestra entidad. Aparte de que portaban armas de alto poder, a esos angelitos también se les encontraron antecedentes penales de grueso calibre, por lo que fueron trasladados a la SEIDO en la ciudad de México. Lo anterior debe servir de mucho para que los miembros de las policías comunitarias de Guerrero, sean de la CRAC, UPOEG, etc., le midan el agua a los camotes y ajusten sus actos estrictamente al marco legal. Si de veras sus intenciones son sanas y sólo buscan proteger a sus paisanos de la inseguridad, entonces no tienen por qué pasarse de listos.
Durante la reciente visita que hizo a nuestro Estado la Secretaria Federal de Desarrollo Social, Rosario Robles, para echar a andar la Cruzada contra el Hambre en tres municipios, fuerzas del Ejército mexicano acompañaron a la funcionaria para instalar las cocinas populares, que apoyarán a la gente más pobre en su alimentación.
Sin embargo, de inmediato los Comandantes de las comunitarias de inmediato se sintieron ofendidos y denunciaron la presencia militar como una supuesta agresión en contra de ellos. No faltaron aquellos que denunciaron ser víctimas de amenazas por parte de los mílites. Es por eso que Rosario Robles declaró de inmediato que los soldados solo instalarían las cocinas, y hasta ahí.
En primer lugar, El Ejército Mexicano es el garante de la soberanía nacional y nadie puede impedirle que haga presencia en cualesquier trozo del territorio, sea de los estados o de la capital del país. Si los comunitarios rechazan que visiten su territorio, seguramente es porque algo están ocultando; o porque ya se sienten dueños de su ínsula barataria.
Por otra parte, el Ejército no necesita de andar amenazando a nadie. Su capacidad de fuego, adiestramiento y el equipo que portan, los hace muy superiores a los grupos de comunitarios. Es por eso que cuando se decidieron a poner orden en Michoacán, con la mano en la cintura frenaron a los cuarenta ladrones que se escondían bajo la camiseta de las autodefensas.
En Guerrero las fuerzas armadas bien pudieron meter desde hace tiempo en cintura a nuestros “alzados” de la comunitaria; pero aquí tenemos a un Gobernador tolerante, a un político que conoce a su pueblo y sabe hasta dónde puede construir acuerdos específicos con las diversas fuerzas disruptoras. Ángel Aguirre ha preferido en última instancia, ser objeto de críticas duras hacia su persona, pero seguir con el diálogo hasta que la cuerda se rompa de tanto jalonearla.
¿Por qué los comandantes comunitarios de Guerrero rechazan la presencia del Ejército en su territorio? ¿Será porque esconden algo similar a los de Aquila, que rechazaban a la policía federal?
En lo personal tenemos simpatía por los grupos que se formaron en la Costa Chica y en la región de La Montaña para resguardar la seguridad. El inicio fue excelente y rindió resultados de inmediato, por lo que nadie objetó su irrupción armada. Era de reconocerse la actitud de esa gente que agarró su “riflito” calibre 22, su escopeta del 18 (bajo calibre), o sus pistolas 22 y 380 para defender a sus familias y patrimonio.
Sin embargo, hoy las cosas han cambiado y mucho. Los comandantes ya se sienten ROBOCOP, y la ambición por usufructuar los recursos que les entrega el Gobernador les ha ensanchado las alas, a grado tal que ahora están saliéndose de sus funciones para politizar su movimiento: ahora no solo van en contra de la delincuencia, hoy se alzan (sin armas, esperamos) contra la reforma educativa, la reforma energética y cuanta reforma les ordenen quienes mueven sus hilos, que se levanten. ¡Hágame usted el fabrón cabor!
El siguiente paso a seguir por parte del gobierno federal, será el estudio de los antecedentes penales que tengan todos los miembros de las policías comunitarias del país. No dudamos que en Guerrero existan muchos angelitos que andan en ese movimiento para huir de la justicia. Resulta sospechoso que en lugar de trabajar el campo, se dediquen a desfilar armados y a poner cara de malosos para que les tengan respeto.

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