MEMORIA DE LA COSTA GRANDE

EL TICUÍ

Su fundación data de 1850 y su nombre original se reconocía como Cuajinicuil y, como ranchería, era propiedad de los hermanos Radilla y Cabañas.

 El viejo poblado cambia de nombre cuando se instala la Fábrica de Hilados y Tejidos “El Ticuí”, de la que desde ese entonces gira la historia de esta población, que empieza a construirse en el año de 1900 y se inaugura en 1905, fundada por la compañía Uruñuela Alzuyeta Fernández Quiroz y Cía. S. A. adonde se elaboraban mantas, driles y telas estampadas, provocando un enorme e histórico movimiento comunitario en la región, y como consecuencia lógica, permite la ampliación de los caseríos en el Ticuí, con paredes de adobe y techos de teja.
 Se cuenta que los materiales de construcción y maquinaria fueron traídos de Inglaterra, trasladados a la barra de Coyuca, y de ahí, transportados en yunta de bueyes hasta los terrenos ticuiseños. 
 Pero esta historia tiene antecedentes que explican gran parte de la producción textil, pues los viejos más viejos del tiempo de aquellos tiempos, rememoran que existieron otras fábricas, como en 1860, llamada “El Madrigal”, cuyo propietario fue don Manuel Bello, sobre la parte sur de Atoyac, y resultando que un 25 de septiembre de 1865 se viene una creciente del río Grande que arrastró a la población llevándose entre sus aguas turbulentas esta industria textilera, en lo que hoy es conocida por los pobladores como “La Máquina Vieja”.

Pero el señor Bello, lejos de amilanarse, se lanza nuevamente a la reestructuración fabril e inaugura una nueva instalación denominada “La Perseverancia”, por motivos explicables, y ubicada precisamente en la plaza pública del mismo nombre, que fue heredada a su hijo Rafael, el que posiblemente la haya cambiado por la aventura perseverante del café.
  El 20 de noviembre de 1940 se inaugura el jardín y la escuela del pueblo, denominada “Valentín Gómez Farías”, con dos turnos escolares, el matutino que estaba dirigido por la profesora Rosita Solís y el vespertino por Francisco Ramírez, mejor reconocido como el padre del gran compositor y cantor de Guerrero, José Agustín Ramírez.
 Entonces, la fábrica ticuiseña empieza a decaer por las acciones de huelgas, sindicatos, motines, asaltos y agresiones, como cuando la rebelión de los hermanos Vidales, en que fue atacada y destruida por sus huestes. Entre 1920 y 1932, los hechos comunitarios e institucionales son, en ocasiones, arbitrarios, debatidos, agredidos y de mutuo ataque, ya sea en el plano administrativo, organizativo, sindical y armado… entre otras causas que decidieron su cierre definitivo, que en el botón de la muestra, es que Pilar Hernández lidera un movimiento armado y durante el enfrentamiento mueren Mariano Mesino, Benito Gómez y Federico O. Homachez; o cuando se decide suspender las labores, Enedino Ríos y David Flores Reynada reclaman que la fábrica pase como cooperativa a favor de los trabajadores. 
 Mientras que un nuevo dueño español, de nombre Antonio Esparza, se presenta como un patrón arbitrario, negrero y soberbio, que daba mal trato a sus trabajadores, sin derecho a garantías sociales ni salarios dignos, prestaciones sociales y mucho menos a indemnizaciones a los familiares de los trabajadores.   
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 A la altura de ese tiempo, todavía los lugareños recibían las semillas que repartía la factoría para la siembra del algodón en toda la región costeña.  
P. D. La población ticuiseña siempre se ha distinguido por mantener a sus familias dentro de un ámbito de estudio y trabajo, pues esta tradición se va herendando de abuelos a padres e hijos, por lo que se puede aseverar, sin dejar dudas, que este pedacito costeño siempre se mantendrá como una de las poblaciones consentidas de La Costa Grande de Guerrero.
Hoy salen los recuerdos y remembranzas, las evocaciones y los deseos de progreso de la región, pues como prueba fehaciente de que alguna vez hubo una industria textilera en el Ticuí, se encuentran las ruinas de la fábrica hecha girones, con su alto y cilíndrico chacuaco, testigo mudo de la historia ticuiseña… casi vencido y negándose a caer, a sabiendas de que nunca más se levantaría.  
Aun así, la hospitalidad y las bondades de sus familias quedan manifestadas cada día como una muestra de la nobleza costeña.

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