La sabiduría histórica de don José Luis Solchaga Corona

Las coordenadas del tiempo presente cruzaron sus destinos para captar la sabiduría de un hombre que ha llevado el registro histórico y comunitario de una población que ha sido, por siempre, protagonista rebelde y paso geográfico obligado en La Costa Grande guerrerense.

 De manera muy puntual y, como desde hace décadas, don Luis llega muy temprano a sus labores oficiales y de servicio social dentro del ayuntamiento de La Unión, para cumplir a cabalidad sus funciones municipales.
 Acto seguido, escucha la solicitud del escribiente, piensa un poquito, templa sus recuerdos y entorna sus evocaciones a los tiempos pretéritos que vivió en esta bella tierra… finalmente acepta la entrevista y así enfatiza la historia con un acento sabio y cariñoso…
“A principios del siglo XX La Unión era un pueblo muy chico, con una población fluctuante de entre 1500 y 1800 habitantes. En aquel tiempo sólo se contaba con unos cuantos servicios comunitarios… hasta 1933 el municipio unionense limitaba con el de Tecpan de Galeana y quedaba dentro de su jurisdicción Petatlán, que se segregó en este mismo año y el de Zihuatanejo que se formó en 1953 -  asentaba con toda seguridad nuestro cronista municipal.   
 El municipio de Coahuayutla ya se había desprendido a fines del siglo XIX, pues había pertenecido al Partido de La Unión, en tiempos reformistas y porfiristas.
 A la vez y ya dentro de una autonomía municipal, se contaba con un Juzgado de Primera Instancia, una oficina del Ministerio Público, la Agencia Federal de Hacienda, la Recaudación de Rentas y la sede del ayuntamiento, que era formado por el presidente municipal, un secretario, el tesorero, un comandante y tres policías, cuyas actividades incluían ser alcaldes de cárcel y celadores – reafirmaba nuestro nuevo amigo.
 También se sostenía una sala para el correo y el telégrafo que cubrían el servicio en toda la entidad municipal, desde las ciudades de Michoacán, pasando por Coahuayutla, La Unión, Zihuatanejo y Petatlán y ahí, mi abuelo Onésimo Solchaga estuvo un tiempo dando este servicio de comunicación. Las primeras familias que fueron poblando el centro de la población eran los López, Maldonado, Bribiesca, Leyva, Rodríguez y más adelante, los Gómez.
 El pueblo se empezó a fundar sobre los terrenos que habían pertenecido a la Hacienda de Camotla, por donde está la escuela primaria, pues la población se empezó a construir hacia la parte norte, adonde estaba la plaza cívica “Leandro Valle… y hubo otra hacienda más pequeña, aquí, donde está actualmente el edificio de gobierno del municipio, hasta donde hace algunos años todavía se veían sus ruinas y el casco principal, adonde ahora tenemos nuestro zócalo que en aquel entonces era puro monte.
 También se puede afirmar que el comercio y el intercambio cultural era por medio de la arriería y se desarrollaba con la Tierra Caliente y Ario de Rosales, tomando el rumbo de Coahuayutla, por toda la Sierra Madre del Sur… pues en Melchor Ocampo (hoy Cd. Lázaro Cárdenas) todavía no había nada, no se formaba el centro comunitario y comercial que es ahora. Así se podía llegar desde Pátzcuaro hasta Acapulco.
 Y así pasamos de un traslado entre una población y otra, que era a pie, en mula o en carreta, entre nuestra serranía del sur y la costa guerrerense y michoacana, para que en la tercera década del siglo XX se implementara un servicio de avioneta para casos de urgencia o enfermedad; por medio de un radio que se encontraba en la casa de don Roberto Cornejo, se llamaba a Uruapan para que vinieran en los casos de emergencia, con viajes especiales…. Hasta que se pudo sistematizar este servicio con un vuelo diario que bien salía de Uruapan, pasaba a Melchor Ocampo, bajaba en La Unión y se iba para Zihuatanejo, Petatlán y Acapulco, con la misma ruta inversa, al otro día. Allá, llevaban a los enfermos con el Dr. Alfaro, de la ciudad uruapense.
 Así encontramos a un avioncito bimotor en donde viajaban hasta 12 personas… todavía estaban los campos de aviación y, aquí quedó una avioneta que ya no se pudo levantar.
 En el ramo educativo teníamos una escuela primaria hasta 3er. grado y los muchachos que podían y querían seguir estudiando, se tenían que ir a los internados que estaban en Chilapa y Tixtla, adonde se hacían como un mes en llegar hasta esas poblaciones del centro del estado.
 Para la década de los 40´s se empezó a abrir una brecha de Acapulco hasta aquí, cuando el gobernador Adrián Castrejón se animó a comunicar a las costas, y en una fecha de febrero fue que conocimos los carros, pues ellos llegaron en 3 camiones tipo comando y todos los chamacos fuimos a su encuentro, como a unos 700 metros de la población, y ahí nos subieron para traernos hasta el centro de la Unión. Después y con el objetivo de seguir la carretera, el Sr. Melgoza trajo los primeros camiones de carga del estado michoacano. Hasta que llegó el primer carro que se quedó en el pueblo, por medio de don Miguel López e inmediatamente le siguió León Gómez, que era un comisionista de la Fábrica    1-2-3 de Acapulco y compraba toda la producción local de ajonjolí, maíz y copra, siendo el dueño de un barquito conocido como el “María Martha”, cuya mercancía la embarcaban en Petacalco, adonde había una bodega y otra en La Saladita, de donde salían hacia el puerto acapulqueño… ¡vuelta y vuelta! -  confirmaba con emoción don Luis Solchaga. 
 Los primeros maestros de una “nueva edad” trabajaron en nuestra siempre recordada primaria “Ignacio Manuel Altamirano”, que se encontraba en los portales del centro del pueblo, con nuestros maestros que fueron: Adela Sosa, Amalia y Librada Bribiesca, Sara Godoy, Leonila Villegas y Paulino Morales, después llegó un profesor que fue director, el maestro Tirso Rodríguez Marcial, todos muy jóvenes y queriendo ayudar en la educación a los muchachos.
En tiempo posterior se organizó una secundaria y una preparatoria popular, que era atendido gratuitamente por varios maestros entre los que destacó Pablo Figueroa… en la gestión pudo participar el general Cárdenas… y así se llegó la gestoría de la secundaria técnica, cuando era gobernador el Lic. Israel Nogueda Otero, y más tarde, el reconocimiento de los estudios medio y superior por parte de la UAG y el nacimiento del CEBETA que vino a impulsar la preparación media superior y, más ahora, en que se instala otra escuela superior más especializada.   
 En la parte cultural se festejaba al santo patrono, como lo ha sido siempre San Felipe de Jesús, en cuya fiesta tocaban un conjunto de tres músicos, con instrumentos de cuerdas, donde se fueron intercalando temporalmente: Luis Robles, Refugio Radilla, Rafael y Crescencio Chávez, acompañados por Tino Guzmán y Carlos Robles, con violines y guitarras, de donde se bailaban los Sones de Tabla, aproximadamente hasta los años 50´s. 
Luego había dos carnavales, uno chico el primer sábado de febrero y el grande para el 14 del mismo mes. Luego luego, la plaza se alumbraba con cuatro antorchas, hechas de ocote y colocadas en cada esquina, se sacaban sillas y sólo había un volantín, como juego mecánico.
 De esta manera también se recuerda el trabajo de las parteras, que fueron Casilda Rodríguez y doña Cruz, la mamá de Alejandro Morales; después atendía las recetas, sueros, curaciones e inyecciones don Víctor Pimentel, esposo de la maestra, que había sido un enfermero militar, hasta que llegaron los médicos Arturo y Adrián y hasta hubo un buen médico japonés que ayudó mucho en la salud.
 Más adelante, se instaló un Centro de Bienestar Rural, que contaba con un médico, un perito agropecuario, dos o tres enfermeras y con ese programa se beneficiaba a las comunidades aledañas y periféricas, para que después se empezara a gestionar un hospital materno-infantil, que en un tiempo posterior de haber servido a los unionenses, desembocara en el Centro de Salud, una vez que desapareció el programa de bienestar social... ahora tenemos un excelente hospital de especialidades a la salida del pueblo. 
 Mientras que las únicas diversiones de sábado y domingo eran cuando se empezaron a hacer bailes y durante las kermesse en la iglesia, adonde el padre Armando empezó a encausar a los niños y jóvenes a través del deporte, que más tarde tuvo enormes beneficios sociales dentro de la sana convivencia del pueblo.
 Para los años 60´s se puso un poco pesado el ambiente, pues se levantó en armas e inició una rebelación efímera un personaje de la zona al que le decían “El Arracadas”, pero a partir de ahí se pudo observar y sentir que empezaron a llegar los beneficios que hacían progresar a La Unión, pues hubo escuelas, agua entubada y el suministro eléctrico… ¡si sirvió! Posiblemente coincidió este suceso con que ya venían los servicios públicos a todo lo largo de la costa guerrerense, pero aun así pues fue un periódo crítico para los unionenses.
Ahora tenemos un poblado diferente, ya muchos muchachos se van a estudiar y regresan con títulos universitarios, tratando de establecerse aquí para servir a su tierra… y La Unión sigue siendo un pueblo muy hermoso”.
Aquí se cortó la plática de don Luis, pero su rostro denotaba una hermosa sonrisa y una emoción evidente, pues toda su sabiduría, la historia local y el amor por La Unión se encuentra registrada en su memoria y en sus apuntes monográficos que seguramente inscribe su nombre en los anales de su costeñísima tierra unionense. (Desde el hermoso “lugar de mujeres”. Raúl Román Román. El Indio de Iguala).

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