LOS CAMINOS DE LA VIDA

Alma Verboonen, Una Mujer de Encantos
La tarde zihuatanejense caía en un romántico crepúsculo; el sol costeño inclinaba su luz, para dar paso a un espectro maravilloso de nuestra madre naturaleza, el cielo se tornaba en mil colores, mientras en el horizonte de la bahía Cihuatlán, nuestro padre, el mar, seguía su eterna danza que mezcla el agua, la espuma y la sal, dando como resultado, el más bello horizonte marino.
 Llegó puntual, cuando el Indio de Iguala platicaba con Iván, el patrón de nuestra querida y entrañable Plaza del Artista, de este espacio mágico y cultural, mientras un sombrero de fieltro ondeaba en el aire, y hacia juego con sus bellos ojos, en el corazón del hermoso “lugar de mujeres”, pleno de luz, hinchada del bullicio vespertino, en el que el puerto se llena de romanticismo, tranquilidad, parsimonia, arte y artesanías.
 El saludo fue efusivo, respetuoso y ansiado… se tomaron los asientos en alguna ramada de la antigua Playa del Puerto, y la historia y la esencia del alma de Alma, empezó a rememorar…
   “En este lugar se quedaron varados mi bisabuelo Eduardo y mi tío, chilenos, marinos, hijos de portugueses, que debido a unos tragos en exceso, abandonaron la nave que los empleaba, y que después se casaron, se reprodujeron y murieron en este lugar de ensueño, cuyos cuerpos, a la hora de su muerte, fueron depositados en el panteón local, allá por 1860, que son las tumbas más viejas que hay aquí.
 Del otro lado, mi abuelo materno fue Mateo, hijo de una gran mujer de Los Arenales, viudo en primera edad, amigo de Tomás Gómez, éste, el defensor de los españoles Alzuyeta, de principios del siglo XX, áquel, padre putativo de Alejandro Gómez Maganda, gobernador de Guerrero, y que después tuvo que robarse a mi abuela, Isaura Villaseñor Gálvez, hija de españoles, de quince años, hermosa, preciosa, de tez blanca y ojos zarcos, de Ciudad Altamirano… imagínense, una niña raptada, cruzando a caballo la majestuosa Sierra Madre del Sur, en medio de la noche cerrada y estrellada, llevada por un hombre desconocido, nomás porque lo oyó cantar… cuando llegó a estas tierras estaba en shock y quedó en un autismo lacerante y angustiante… fue tanto su pasmo, que no hablaba nada, sólo balbuceaba, y como no, sin que su familia supiera donde estaba, en una tierra desconocida, sin correo ni teléfono, con las vueltas de la vida de aquellos tiempos… fue tanto el mal, que su suegra y su cuñada tenían que peinarla y asearla… tuvo sus hijos porque la madre naturaleza es sabia.
 Entonces, nació mi padre, Manuel Verboonen Nogueda, hijo de belga, de ojos hermosos, poeta, escritor, trabajador y un papá ejemplar, con su chorrito de sangre negra, que por azares del destino debió ser Nogueira, pero en aquellas escrituras de nacimiento, se derivó en este apellido.
Y junto a mi hermosa mamá, con sus ojos azules intensos, nos procrearon a César, Sergio, Héctor, Jaime, Aníbal, Mirna, Deni, Doris, Ángel, Manuel, Irma, Ernesto y yo, amándonos siempre, como nos enseñaron nuestros padres.
 Entonces, Agua de Correa vivía su época de oro, con sus escenografías García-marquezianas, en su hermoso Macondo, con unas calles de tierra y piedra, donde transitaban desde el amanecer carretas tiradas por bueyes, cargados con herramientas de labranza, frutas, madera, con mulas y burros acarreando agua, sal, huesos de palapa y morillos, con los hombres costeños bragados, en mangas de camisa, en sus caballos de pelaje brillante y crines al aire, en tardes de plácida vivencia… al mismo tiempo que Amanda Reglado Rincón se escondía en la última rama de los ilamos, para leer denodadamente la literatura universal.
Y así desfilamos todos en nuestra inolvidable y entrañable escuela primaria de Agua de Correa, que tenía su servicio hasta el 4º grado. a la que asistíamos de mañana y tarde, con nuestros inolvidables maestros: Daniel Sotelo, un profe bonachón y amoroso con todos sus alumnos, la maestra Mateana, siempre exigente y hablar enérgico, Solón Vargas, Carmen Maciel y el mejor maestro del mundo: Heliodoro Prestegui Rodríguez.
 Mientras que en Agua de Correa siempre convivían las familias: Nogueda, Mosqueda, Reglado Verboonen, Orbe, Valle, Alcaraz, Pineda, Sotelo, Galeana, Ambario, Vargas, Olea, Torres, Soto, entre otros, que se van del recuerdo.
 Y una vez que todos éramos iguales, sin condición ni miramientos altaneros ni soberbios, sin diferencias sociales ni sentimentales, sin insolencias ni groserías, recuerdo gratamente a mis grandes amigas de la infancia: las hermanas Guadalupe y Amanda Reglado y sus hermanas, a mis compañeras Alcaraz, a Rosalina Maciel, Gloria Valle, Laufén Orbe, a Margarita y Manuelita Ambario, cuya mamá me salvó la vida, cuando me picó un alacrán y ella me dio, sabrá Dios que toma, para que el veneno no me matara.
Y ya doña Beatriz Rincón preparaba a las inditas para las pastorelas, las niñas de hasta siete años, que le echábamos al guarache como podíamos… bien chiquititas… mientras Lázara Soto ensayaba con las pastoras ya grandes, y que era mi gran sueño de andar entre ellas, dale que dale a la pastorela anual… y ya salía Pantaleón Soto, actuando como el demonio, un consumado actor que dramatizaba con sobrada actitud y soberbia actuación, sus parlamentos teatrales, con diálogos super-interesantes y una magistral interpretación… que nos provocaba, no miedo, sino pánico, en su más álgido temor y sentimiento… jamás en mi vida he visto este tipo de actuación, y que he disfrutado de teatro a la alta escuela, en varios países… vaya nuestro recuerdo grato para Pantaleón, donde quiera que se encuentre.
Y el tiempo seguía su curso inexorable… mi padre se desempeñaba entre la ciudad de México, Acapulco, Chilpancingo y Zihuatanejo, siempre demócrata y equidistante, eternamente justo, honrado y trabajador, excelente padre, mejor esposo y ciudadano ejemplar. Mi madre metida en su casa, sonriente, alegre, cuidando a sus hijos con vehemencia y amor.
 Y mientras mis hermanos venían a cursar el quinto y sexto grado hasta la legendaria e histórica Escuela Primaria “Vicente Guerrero”, en bicicleta y quedándose a comer con unos parientes, para que casi en la noche regresaran a casa, a mí me tocó seguir los pasos de Sarita, vda. de Verboonen, y de Esperanza Espino, que fueron nuestras primeras niñas que se fueron a inscribir al internado de Chilapa. Y convenciendo a mi padre que me llevara al precioso lugar de la montaña baja guerrerense, enclavada en el río Ajolotero.
 Ahí me quedé de los siete a los dieciocho años, en el internado “Carrillo Cárdenas” de las Siervas de Jesús Sacramentado, antiguamente de las monjas del Verbo Encarnado. Pero fue larga esta historia…. Mis hermanos más grandes ya estudiaban en México, y para allá voy con mi padre, pero empecé a calcular que me iba a ser muy difícil regresar a Zihuatanejo, y más por los calendarios escolares; y así empecé a decirle:
-¡Papá, aquí hace mucho frío, y yo vengo de la costa, no estoy acostumbrada, mejor llévame a Chilapa!… porque está más cerca de Zihuatanejo.
Ya convencido mi padre, me llevó a este nido montañoso, en medio de grandes pinares y agua en abundancia; llegamos en el mes de febrero, sólo para escuchar a nuestra madre superiora, decir:
-¡Nosotros entramos a clases en septiembre, y usted trae a su hija en febrero, no es posible que se quede, como cree!
 Y mi papá se quedó pensando y les contestó:
-¡Por favor, ahorita vengo, aquí se las encargo!
-¡No señor, como cree, no es posible que la niña se quede!
-¡No se preocupe, ahora vengo! Ni modo que piense que aquí les voy a dejar a mi hija!   
Y se fue mi héroe eterno, a saludar y a buscar a los canónigos del seminario. Y ahí vienen los sacerdotes Arizmendi, Egidio Martínez y el padre Tomasito, ya casi santificado por sus feligreses…
Cuando llegaron en bola, las monjitas se quedaron con la boca abierta:
-¡Perdón su señoría!... ¡Su reverencia¡… ¡Pásele su alteza!... ¿Qué sucede?
-¡Mire madre, Manuel es un gran amigo y pasa por un pequeño problema!... ¡Y queremos que le haga un lugar a la niña!... ¡Ya ven ustedes que vienen de lejos!...
 Y ahí voy para adentro del internado; y ante la ausencia de papeles oficiales que acreditaran mis primeros cuatro años de estudio, pues antes no había boletas ni certificados, después de hacerme un reconocimiento académico, determinaron que ingresaría al cuarto grado…. y mi papá inmediatamente me atravesó la consigna:
-¡Ya viste que costó trabajo que ingresaras, no vayas a salir que me quiero regresar o que tu comportamiento no se vea reflejado en las calificaciones… apúrate, aplícate y dale al estudio!
 Y, órale, a quemar pestañas… en cada vuelta de visita de mi papá me asesoraba en matemáticas, mientras yo le tupía a las demás materias.  Y modestia aparte, a la vuelta de dos años, ya estaba como abanderada de tan prestigioso colegio, a la vez que concursaba en Chilpancingo, con lo más granado de las alumnos de 5º y 6º grado del Estado de Guerrero, y con toda satisfacción, su segura servidora llegó a recibir el grado de la “Legión de honor”.
  Ahí cursé la primaria, la secundaria y gran parte de las carreras de Comercio y Educación. Pero llegó la edad de la inquietud y yo necesitaba los vientos de la libertad. Por lo que en el último año emigré a la ciudad y bello puerto de Acapulco, en donde estudiaba la carrera comercial por la mañana, de ocho a una, y por la tarde cursaba la escuela de educación, de cinco a diez de la noche, con turnos intensos para el estudio, y bajo el manto estrellado del cielo acapulqueño. Y una vez que fui terminando mis estudios, me incorporé a la vida productiva de mi entidad y mi país.
 Así llegué a tener como jefe a don Indalecio Cantelli y ya como contadora a Torres May, que me llevó al banco Mexicano del Sur… pero, ¡oh desilusión! Ni la contaduría ni como educadora era mi destino, uno por los cortes de caja diarios y vespertinos, el otro porque yo tenía dieciocho años, constantes y sonantes, pero tenía alumnos de veinte, que se portaban groseros y yo llegaba llorando a casa.
  Y por mil novecientos cincuenta y tantos… ¡Váaaamooonoosss para el Distrito Federal!... estudié inglés, fotografía, francés, hasta que estalló la huelga de la Coprera, y mi padre empezó a tener problemas por su sentido democrático y sus líneas críticas y revolucionarias, ya que Raymundo Abarca era un ladrón consumado, pero también un peligro para los copreros del estado, que por sus aportaciones habían reunido fondos destinados a hacer viviendas, caminos, clínicas, o posiblemente, hasta hospitales, pero todo se fue para abajo, lo que nos sumió en grandes angustias, puesto que la integridad de mi papá, estaba vulnerada… pero poco a poco se fueron arreglando las líneas políticas y calmando los ánimos gubernamentales.
 Estando en la flor de la vida, me llega el casamiento con ser humano maravilloso, ultramega-divertido, culto, guapo, rico y que me pudo dar el nivel de vida que yo deseaba… por lo que tras su pretensión, luego luego dije:
-¡Éste no se me va!... ¡Y cómo fue!
Entonces, Luis Alfonso Lavalle Paullada, aunque me llevaba y aventajaba con algunos calendarios, llenó mis expectativas, sueños y realidades, dándome dos hijas hermosas: Luisa Ileana y Alfonsina Mónica, y otra que me envió Dios para llenarme de felicidad, que es la protagonista de mi nuevo libro, que ustedes, amablemente, habrán de leer.
 Por lo que les cuento sólo el inicio de esta bendición, en contra-parte con el temblor del 19 de septiembre del 85, cuando ella pierde a sus padres y hermanos, siendo hija de mi hermana llega a mi vida para hacerme muy pero muy feliz… pero mejor léanla en mi texto literario…
 Y al igual que este terremoto reciente, pasamos las de Caín, entre gobierno, aseguradoras y chapulines políticos que le brincan y le brincan a un nuevo puesto político sin haber terminado el anterior, sin darles siquiera tantita vergüenza. Igual como sucede en estos momentos con todos estos millones que aportaron artistas y deportistas, en el mundo, y que han “desaparecido” por arte de magia, en las cuentas bancarias de los políticos en turno…. ¡un asco de personas!... pues a las familias necesitadas las engañan, las roban y les quieren prestar y vender unas casillas hechas de polvo y saliva, y lo que es peor, desean que se enganchen en préstamos a largo plazo, donde empeñarían el presente y el futuro de su familia… denunciados en este libro.
 Es por estos motivos que pienso que ahora son los jóvenes los que tienen que tomar en sus manos los destinos del país, con preparación y entrega, con ese gran amor por México, y que decidirán las próximas elecciones, que deberá de ser para lograr los cambios sociales, culturales y humanísticos, que necesita México.
 Ahora, es un tiempo hermoso, y vengo a este paraíso terrenal de Zihuatanejo a visitar a mi mejor amiga: Ada Aburto, que aunque ya no ingiere unas cervecitas, pues platicamos mucho y yo la quiero y la respeto mucho, pues su mamá, cuando iba a Chilapa a ver a sus hijos, Ada, Fany y Benjamín, ya llevaba el permiso con una carta firmada por mi papá, para sacarme a pasear, y me compraba vestidos, zapatos, comida, etc. y decía:
-¡Te va a hacer falta esto y lo otro, yo te lo compro y allá me autoriza y me lo paga tu papá!
Pero cuando llegaba a preguntarle a mi papá por estas bondades, me decía:
-¡Pues yo no sé de estas compras!¡Y parece que ni sabía ni pagaba! Lo que se convertía en mil generosidades de la nieta de doña María Pineda.
 Sólo me queda seguir escribiendo mis memorias, recuerdos y pensamientos, lo que seguiré haciendo por siempre”…
Y aquí se cerraba el día en este hermoso pasaje existencial, con una mujer bellísima que ama a Zihuatanejo, y que los espera el sábado 17 de marzo, a las 17:00 horas, en el Museo Regional de la Costa Grande, para regalarles sus vivencias, como ciudadana del mundo que es, en la presentación de su libro: Una Mujer de Dos Rostros, que seguramente sembrará una página encendida de amor, cariño y ternura, en nuestros corazones.




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